Conferencia

I. Introducción

Al final llegamos a los eventos que forman parte de lo que los eruditos llaman la narración de la pasión, desde Marcos 14 (y pasajes paralelos de otros evangelios). No decimos nada del miércoles de la semana de la pasión porque los Evangelios no le atribuyen algo en concreto a este día.

II. Jueves Santo

Llegamos al jueves, que en la historia de la literatura y la liturgia cristiana adquirió el nombre de Jueves Santo. En inglés se lo llama Maundy Thursday, por el vocablo que viene del latín mandatum o mandamiento y hace alusión a los mandamientos que dio Jesús a sus discípulos esa noche en el aposento alto.

A. La última cena

La última cena ocupa un lugar central en los cuatro evangelios, aunque como ya señalamos en una lección anterior, el relato textual de las palabras de Jesús durante la comida, la ceremonia de Pascua en torno a la cual se produce la última cena, no aparece en Juan. Solo está en los otros tres Evangelios aunque Juan se extiende mucho más en las enseñanzas de Jesús a sus discípulos después de comer. Esa comida, que efectivamente en principio es la celebración de la Pascua (de acuerdo con los mandamientos del libro de Éxodo se conmemoraba la liberación de los israelitas por Dios de la tierra de Egipto), adquiere un nuevo significado en Jesús cuando la celebra con sus doce discípulos como lo haría normalmente un jefe de familia con los de su casa.

En esta ocasión, toma el pan y el vino habitual y dice: «Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado. Esto es mi sangre». Y explica: «Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para remisión de los pecados». En el contexto original de un judío con una rebanada de pan y las copas en las que se vertía el vino para beber, a nadie se le habría ocurrido que de alguna manera el Señor alegara que esta comida y esta bebida se transformarían sobrenaturalmente en moléculas o porciones de carne física, como parecieran sugerir algunas controversias posteriores en la iglesia.

Por el contrario, es una manera gráfica de tipificar su muerte, con el mismo simbolismo que Jesús usó en las parábolas (que son acciones simbólicas o proféticas) todos los días y todas las semanas antes de ser crucificado. Señala en forma muy gráfica que su muerte tiene un sentido salvador o expiatorio, una naturaleza sustitutoria (pagar la pena por los pecados), por las faltas de toda la humanidad; o sea, aquellos que acudirán a Él y confiarán en el Señor. Entonces la iglesia, como corresponde, en todas sus formas diversas, desde entonces siempre celebró la Comunión, la Eucaristía, la Cena del Señor o como queramos llamarla. Pero recrear el hecho de tomar el pan y el vino es una forma de memorizar el significado de la muerte de Cristo para nosotros y al mismo tiempo esperar su venida y el banquete mesiánico que celebraremos cuando vuelva, como lo dijo el Señor esa primera noche: «En verdad os digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios».

B. El discurso de despedida

Después de la cena, Jesús predice la negación de Pedro. Ya mencionó la traición de Judas aunque tan enigmáticamente que ninguno de los discípulos lo entiende todavía. El evangelio de Juan añade bastantes enseñanzas adicionales, a las que generalmente se las conoce como el discurso de despedida de Jesús. Juan 13 ya incluye un relato exclusivo de cuando Jesús toma una toalla y lava los pies de los discípulos para enseñarles sobre el liderazgo de servicio.

Luego en los capítulos 14-17 les enseña que Él debe irse, promete volver y les da una garantía más preciosa aun; enviará a su Espíritu Santo, el Paracleto, el Consolador, el Exhortador, el Animador, para investirlos con el poder que necesitan para llevar a cabo el ministerio encomendado, un ministerio que presupone hostilidad y tribulación, pero a la vez les promete que en Él, los discípulos ya vencieron al mundo. Estos capítulos ya contienen, como mencionamos en la introducción al evangelio de Juan, algunas de las enseñanzas más claras que constituyen el germen de la doctrina posterior y más completa de la iglesia sobre la Trinidad; se trata de la afirmación de Jesús de que es uno con el Padre y el Espíritu.

Especialmente en el capítulo 17 (lo que se conoce como la oración intercesora de Jesús y que quizás sería un mejor candidato para el título «la oración del Señor» porque fue la oración que el Señor realmente hizo) podemos vislumbrar dos cosas: por un lado es uno con el Padre y cumplió con todas las tareas que el Padre le envió a hacer, y por otro intercedió por los discípulos y sorprendentemente, por los que serían discípulos a partir del testimonio de ellos, concepto que, por extrapolación, incluye a todos los cristianos, de todos los tiempos y de todo lugar. Fundamentalmente, la oración por ellos se centra en el tema de la unidad. Indudablemente es una desgracia del mundo contemporáneo la aparición de cientos y hasta miles de denominaciones, convirtiendo este llamado a la unidad cristiana en una burla.

Sin duda ha habido momentos claves en la historia de la iglesia en los que la enseñanza se alejó tanto de los fundamentos del Nuevo Testamento que fue necesario reformar, dividirse y comenzar de nuevo. Pero no podemos afirmar que esta regla se aplique a más de un puñado de casos puntuales en la historia de la iglesia. También resulta interesante ver en Juan 17 que la razón principal para el llamado a la unidad y la intercesión por unidad entre los discípulos es evangelística; para que el mundo vea y sepa que ellos están en Cristo y Cristo en ellos. La unidad de la iglesia puede tener una función evangelística poderosa en cualquier cultura y en cualquier momento, y es algo que los cristianos de la actualidad deben tomar mucho más en serio. Después de estas últimas enseñanzas y oraciones en el aposento alto, Jesús parte para el jardín de Getsemaní.

C. El jardín de Getsemaní

Mientras va en camino continúa enseñando a sus discípulos y cuando llega a las laderas del monte de los Olivos llama a Pedro, Santiago y Juan, el grupo íntimo de los tres discípulos más cercanos, para que estén con Él mientras sigue orando. Luego los deja en cierto lugar, se aleja un poco y comienza a orar una de las plegarias más maravillosas e increíbles de la Escritura, que, por un lado, demuestra la absoluta y completa humanidad de Jesús. No desea pasar por la agonía de la crucifixión más de lo que querría cualquier otro mortal. Por eso ruega: «Aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras». Sin embargo, al mismo tiempo reconoce su absoluta dependencia del Padre y la completa sumisión a la voluntad de Dios. Si es su voluntad entonces está preparado para enfrentar esa dura prueba. Hay un marcado contraste con la incapacidad de los discípulos de mantenerse despiertos, y mucho más de orar, a pocos pasos de donde Él estaba.

D. La traición y el arresto

Al final de este lapso en el jardín de Getsemaní, Judas, que ya había dejado el pequeño grupo de discípulos y se había ido con los soldados, que bien podrían ser agentes del templo judío junto con soldados romanos, viene liderando esta comitiva de arresto que entra al lugar. Besa a Jesús como señal en la oscuridad de quién es el cabecilla de esta pequeña secta. Jesús no se defiende y hasta reprende a Pedro que saca una espada y trata de comenzar una pequeña revuelta, y sana la oreja del sirviente que Pedro cortó. Llevan al Señor, que elige permanecer indefenso, en cautiverio para el juicio. Mientras tanto, los discípulos huyen. Vemos otro contraste vergonzoso entre quienes acababan de jactarse de que seguirían a Jesús hasta la muerte si fuera necesario, y la respuesta ejemplar del mismo Señor. Ya nos adentramos bastante en la noche del jueves y los eventos que siguen ocurren durante la noche previa a la mañana del viernes.

III. Jueves y parte del viernes

Hay una serie de reuniones convocadas pronto, en el apuro y durante la noche. Son audiencias en las que participa Jesús. En el evangelio de Juan vemos que primero se lo lleva por poco tiempo a la casa de Anás, el sumo sacerdote anterior y padre de varios hijos que se sucedieron en ese cargo, entre ellos Caifás, el sumo sacerdote actual. Roma era la que nombraba y a veces derrocaba al sumo sacerdote. De acuerdo con la ley judía, el sacerdocio era de por vida, por lo que este juicio o breve audiencia ante Anás se entiende como un gesto judío adecuado hacia quien técnicamente, para ellos, debería seguir teniendo la investidura.

A. El juicio ante Caifás

Todos los Evangelios describen en forma más o menos detallada y en diferentes niveles la audiencia posterior ante Caifás, el sumo sacerdote legítimo para Roma. Sin embargo, parece haber bastante discrepancia entre Mateo y Marcos, que ubican el relato de esta audiencia durante la noche, y Lucas que explícitamente dice que tuvo lugar al amanecer. Sin embargo, en realidad era ilegal para la ley judía llegar a un veredicto inapelable en cualquier audiencia nocturna por lo que es bastante probable que a la mañana haya ocurrido alguna breve repetición, por decirlo de algún modo, del juicio nocturno y Lucas elige narrar esos eventos en particular. En realidad, si leemos detenidamente Marcos 15:1-2 y el pasaje paralelo en Mateo descubrimos que ambos autores sabían que habría una audiencia en la mañana antes de que los líderes judíos se llevaran a Jesús y lo entregaran al gobernador romano Poncio Pilato.

¿Qué sucede en estas audiencias? Mientras afuera Pedro niega tres veces a Jesús ante personas no más importantes que unas criadas, Jesús, en un marcado contraste, está declarando ante quienes tienen el poder de entregarlo para ser crucificado. La pregunta que se plantea después de varios testigos falsos, que entre sí no consiguen coincidir en algún testimonio para condenar a Jesús, es: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Dios viviente?». En Marcos 14:62, el relato de este autor dice que Jesús simplemente responde: «Yo soy». Mateo y Lucas lo expresan con un eufemismo: «Vosotros decís que lo soy».

B. El Hijo del Hombre

No es una negación sino una traducción más literal de las palabras de Jesús en Arameo, que indudablemente constituían una afirmación disimulada pero no inadecuada, porque todos los autores de los evangelios, los escritores de los Sinópticos que relatan este suceso, continúan diciendo que Jesús amplió, clarificó o explicó su argumentación diciendo: «y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo». Vemos que había muchas expectativas mesiánicas diferentes en los días de Jesús. Hasta el título Hijo de Dios para algunos, especialmente en Qumran, básicamente se refería a un Mesías. Ninguno de estos términos necesariamente significaba, ni en los dichos de Caifás ni para la gente común, una figura divina sobrenatural que expiaría los pecados del mundo. Entonces Jesús prosigue con una alusión a la enseñanza de Daniel 7, especialmente los versículos 13 y 14, sobre el ministerio de un Hijo del Hombre celestial; alguien que, según la profecía, tendría el poder de venir hasta el Anciano de días, el mismo trono de Dios, y recibir dominio y autoridad sobre todos los pueblos del mundo.

Paradójicamente, al usar el título de Hijo del Hombre (que ya usó de alguna manera más enigmática durante su ministerio) Jesús se adjudica un nombre que para algunos judíos habría sido superior a los títulos de Cristo, Mesías o Hijo de Dios. Tendríamos que revisar nuestras concepciones cristianas populares ya que a menudo asociamos el Hijo del Hombre con la humanidad de Jesús y el Hijo de Dios con su deidad.

Aunque en el Nuevo Testamento hay contextos donde aparecen esas implicancias, en la sociedad judía primitiva donde Jesús vino, Hijo del Hombre realmente podía ser un título más importante, un nombre que aludía con más claridad a la divinidad de Jesús que el de Hijo de Dios. Y parece que ese concepto explica la reacción del Sanedrín, la suprema corte judía, después de estas palabras de Jesús. Cuando explica que es el Hijo del Hombre, sentado a la diestra del Padre y que viene con las nubes del cielo, el sumo sacerdote se rasga las vestiduras y la corte decide acusarlo de blasfemia.

C. Algunas cuestiones sobre el juicio

Ahora, hay algunas supuestas imprecisiones históricas en torno al juicio de Jesús: no se le permitió lo que hoy llamaríamos un abogado defensor; gran parte sucedió de noche; no se siguió el protocolo adecuado en el orden de los testigos (hasta los autores de los evangelios mencionan que se intentó citar a falsos testigos); y la lista continúa. Debemos responder a esta duda sobre la autenticidad de los relatos del Evangelio al menos de dos maneras. Primero, algunas de estas leyes posteriores, redactadas en la Mishna cerca del año 200 d.C., podrían no haber tenido vigencia antes del 70 d.C., de la destrucción del templo y de la aparición del fariseísmo como rama principal del pensamiento judío.

Pero también es importante comprender que los hombres desesperados cuando se enfrentan a circunstancias desesperadas o excepcionales a veces eligen transgredir la ley o inventar una máscara de legalismo, aunque ignoren varios detalles. Después de todo, parece que eso fue lo que sucedió cuando apedrearon a Esteban. El evangelio de Juan deja en claro que los judíos no tenían derecho a dar muerte a nadie, es decir, a aplicar la pena capital. Pero lo que en Hechos 7 comienza pareciendo un acto legal se convierte simplemente en un disturbio colectivo y bien podríamos encontrar algunos elementos similares en el juicio de Jesús. Sin embargo, cuando le encontraron la vuelta a todos los pormenores, el Sanedrín llegó al veredicto de culpable y en la mañana, cuando Pilato entendía en las causas que le presentaban, entregaron a Jesús al gobernador romano y pidieron su crucifixión.

IV. Viernes

A. Jesús ante Pilato

Al principio Pilato parece convencido de la inocencia de Jesús y trata de encontrar la manera de liberarlo. Sin embargo, al final la multitud quiere a Barrabás, que era un subversivo; no simplemente un ladrón, sino probablemente un zelote o terrorista. En la Pascua era costumbre liberar un prisionero y de acuerdo con esa costumbre Pilato espera poder rescatar a Jesús. Pero los líderes judíos incitan a la muchedumbre a pedir a Barrabas. Irónicamente, en hebreo este nombre significa «hijo del padre». Jesús, que es el verdadero Hijo del verdadero Padre celestial, desafortunadamente no es liberado, y favorecen a este otro individuo. Pilato también trata de sacarse el lazo de encima y envía a Jesús a Herodes, que casualmente estaba en Jerusalén por la fiesta de Pascua. Se trata de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, gobernador de Galilea en esa época, el área de jurisdicción de un galileo como Jesús. Leemos este relato en el evangelio de Lucas, pero Herodes tampoco desea ser quien pronuncie la decisión final y le devuelve la pelota a Pilato, que al final cede ante la multitud que quiere crucificar a Jesús.

B. La muerte en la cruz

La muerte por crucifixión de Jesús bien puede ser una de las formas de tortura y ejecución más angustiosa y vergonzosa que la humanidad jamás haya ideado. Normalmente consistía en un procedimiento prolongado que duraba dos o tres días. No era la pérdida de sangre lo que al final provocaba la muerte sino la incapacidad de la víctima de levantar la cabeza lo suficiente del pecho como para respirar, y entonces moría por sofocación. En realidad Jesús muere demasiado rápido para ser víctima de este castigo. Quizás debido a los latigazos, los azotes o la flagelación, que Pilato antes había ordenado que los soldados romanos dieran a Jesús con la esperanza de satisfacer a los líderes judíos. O quizás haya un elemento más sobrenatural o voluntario en la muerte de Jesús; ya que aparentemente tiene la fuerza para clamar a gran voz justo antes de morir. Tal vez los autores de los evangelios quieren que entendamos que hasta en el momento de mayor agonía del Señor, Él puede voluntaria y conscientemente rendir su vida.

C. Las siete frases

La teología de la cruz, el tiempo que pasó Jesús en este lugar de tortura, también es profunda; y quizás la mejor manera de tipificarla en un estudio breve como este sea enfocarnos en lo que llegó a conocerse como las últimas siete palabras de Jesús en la cruz. No se trata de siete palabras individuales sino siete frases que los autores de los evangelios, entre los cuatro, registran en diferentes partes. La secuencia probable de estas siete palabras, con su respectivo significado, podría ser así:

1. Las primeras palabras registradas de Jesús en la cruz demuestran que hasta en esta situación de gran agonía está preparado para perdonar a sus acusadores, a sus torturadores y enemigos, ya que clama: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Ya comentamos que antes, en el Sermón del Monte, Jesús instó a sus seguidores a amar a los enemigos. Claramente lo demuestra, incluso en las circunstancias más extremas y difíciles.

2. En segundo lugar, habla con uno de los ladrones o criminales (una mejor traducción sería «rebeldes» o «subversivos») que están con Él en otras dos cruces, una a cada lado, el cual le pidió que se acordara de él cuando volviera con su reino. Jesús le responde: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso». Apenas hayan muerto podrán disfrutar de la felicidad eterna en presencia de Dios Padre.

3. Tercero, Jesús habla con su madre y su discípulo amado, el apóstol Juan y dice: «Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre». Les habla en términos de la devoción familiar. Ni en la cruz se olvida de sus afectos. Muchos creen que José, el padre adoptivo de Jesús, podría haber muerto antes y entonces le decía a Juan, discípulo amado, que cuidara de María, su madre.

4. Cuarto, Jesús clama: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Aunque los teólogos luchen con todas las implicancias de lo que significa cargar con los pecados de la humanidad, hay una cosa que queda bien clara: Jesús sentía que ahora estaba separado del Padre celestial. Se había roto la seguridad de la unidad e intimidad con el Padre que había disfrutado durante toda su vida.

5. En quinto lugar, grita: «Tengo sed». Pero se niega a beber lo que funcionaba como analgésico o poción; algo que aliviaría su sufrimiento o aceleraría el proceso de la muerte. Y la frase «tengo sed» probablemente no sea una mera expresión de angustia humana sino de angustia espiritual, después de darse cuenta de que estaba separado de Dios.

6. Sexto, dice: «Consumado es». Obviamente se refiere a su vida, pero quizás también debamos entender que acababa de completarse todo el plan de salvación.

7. Finalmente exclama, subrayamos, la conocida plegaria de los niños judíos que expresa la confianza infantil en el Padre que ya no siente cerca: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

V. Domingo

A. La resurrección

Si la historia terminara allí, sería la gran tragedia de un gran mártir humano, pero los cuatro evangelios resaltan que no es así. Después de la muerte, después de que su cuerpo estuviera en la tumba lo que quedaba del viernes, el sábado y el domingo a la mañana, Él resucitó. Dios lo levantó de los muertos. Hay muchos que tropiezan con esta parte del relato de los evangelios más que con cualquier otra, creyendo que es imposible que los individuos en la actualidad se crean una historia tan milagrosa. Pero las alternativas parecen necesitar mucha más fe.

B. Posibles alternativas

Algunos argumentaron que Jesús nunca murió realmente; simplemente se desmayó y revivió en la tumba, se las arregló para correr la inmensa piedra y convenció a sus discípulos de que gozaba de buena salud. Otros dicen que el cuerpo fue robado. ¿Pero entonces porqué nunca volvió a aparecer? ¿Por qué, si los discípulos lo robaron, después estuvieron preparados para morir como mártires por algo que sabían que era mentira? Otros dicen que las mujeres fueron a la tumba equivocada, pero en ese caso después podrían haber encontrado la correcta. Algunos sostienen que fue una alucinación masiva, pero la sicología de los discípulos, vencidos y escondidos tras puertas trabadas, no parece inspirar una confianza que produzca visiones de un Señor levantado.

La mayoría de los eruditos que no pueden aceptar la resurrección literal, corporal o física, entonces simplemente lo explican como un mito agregado en lo mejor de la fe cristiana. Pero Pablo en 1 Corintios 15, al referirse a lo que le enseñaron cuando se convirtió, quizás no más de dos años después de la muerte de Jesús, ya enumera una lista de 500 testigos, muchos de los cuales todavía viven, que pueden certificar que la resurrección es verdad. Aunque sea sobrenatural, la evidencia de la resurrección es más fuerte y más poderosa que la evidencia de otros eventos normales y comunes de la historia.

C. El significado para los creyentes

Si estamos abiertos a la posibilidad de lo sobrenatural, debemos reconocer este suceso maravilloso; pero también tenemos que hablar sobre su significado. La posibilidad de que nosotros tengamos vida después de la muerte, según lo que también enseña Pablo en 1 Corintios 15, depende directamente de la resurrección de Jesús. Su resurrección, por decirlo de algún modo, fue la primicia de la resurrección general de todos los creyentes, todos los hijos de Dios de toda la historia humana (ver especialmente 1 Corintios 15:14); pero además, el cuerpo resucitado de Cristo ejemplifica la naturaleza de nuestro cuerpo resucitado; las semejanzas y las diferencias con nuestros cuerpos actuales.

Jesús, en las diversas apariciones después de resucitado, muestra que ya no está sujeto a los límites del cuerpo humano. Puede atravesar puertas cerradas, puede aparecer y desaparecer y al mismo tiempo aclara que es un cuerpo humano real. Se lo puede tocar y sentir, y puede comer. Esta misma combinación de humanidad completamente redimida, glorificada y perfecta caracterizará a todos los cuerpos resucitados de los creyentes en el futuro, como lo enseña la segunda mitad de 1 Corintios 15 (versículos 12 al 58). Entonces, aunque hay muchas cosas que no entendemos sobre este episodio final y culminante de la vida y del ministerio de Jesús, debemos admitir que es el elemento más importante. Sin la resurrección, la muerte no podría haber sido expiatoria. Sin la muerte, la resurrección no podría haber sido un suceso humano genuino y real.

Materiales de la lección

Transcripción