Conferencia

I. INTRODUCCIÓN

En mi cultura, cuando dos personas se conocen por primera vez, lo primero que hacen es compartir sus nombres. Pero muy pronto, usualmente hacen esta pregunta: “¿Qué trabajo haces?” En muchos respectos, esto es lo que vamos a estar preguntando de los profetas en esta lección. Queremos preguntar: “¿Qué tipo de trabajo hacen los profetas del Antiguo Testamento?”

Hemos llamado a esta lección “La labor de un Profeta”. En tanto exploramos la labor de un profeta, veremos tres asuntos: primero, los títulos de labor de los profetas; segundo, las transiciones de la labor, los cambios que se llevaron a cabo en la profecía; y finalmente, las expectativas de labor de los profetas, lo que Dios esperaba que hicieran Sus profetas. Vamos a comenzar esta lección explorando los títulos de labor de los profetas del Antiguo Testamento.

II. TÍTULOS DE SU LABOR

En la vida diaria llamamos a la gente por muchos títulos. De hecho, podríamos llamar a la misma persona con muchos títulos diferentes. Por ejemplo, podemos llamar a una persona pastor, a otra un atleta, a otra un músico. ¿Por qué? Porque la gente hace todo tipo de cosas en la vida. Bien, en el Antiguo Testamento, el mismo tipo de cosas es cierto de los profetas del Antiguo Testamento. Se les llama con diferentes títulos.

Para explorar los títulos que el Antiguo Testamento utilizó para los profetas, vamos a ver dos categorías básicas. Primero, veremos el término primario que se usó para el profeta en la Biblia. Y segundo, veremos la variedad de términos que usa la Biblia para designar este oficio. Veamos primero el término primario para los profetas.

Término Primario

Cuando la mayoría de los cristianos escuchan la palabra “profeta”, tienden a pensar que el profeta es alguien que simplemente predice el futuro, muy similar a un adivino o psíquico. Es verdad que los profetas del Antiguo Testamento predijeron el futuro, pero su papel era más amplio que esto. De hecho, tenemos una pista de que aun la palabra en Español “profeta” tiene el potencial de significar más que alguien que simplemente predice el futuro.

Nuestra civilización obtiene el término “profeta” de la traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta. Frecuentemente no nos damos cuenta, pero la palabra griega πρωφητης (prophetes), de la que derivamos nuestra palabra “profeta” es más bien un término flexible. Este término combina dos elementos. El segundo elemento de la palabra Griega πρωφητης (prophetes) es φητης (phetes) y denota el concepto de hablar. Sugiere que los profetas hablaron y escribieron mucho. Esto es claro, pero el primer elemento de πρωφητης, (prophetes) πρω (pro), puede apuntar en dos direcciones. Por un lado, puede significar hablar de antemano o predecir. Y por el otro, puede significar “hablar delante” o “proclamar algo”. Eso ni siquiera es una predicción.

Un profeta entonces, puede ser alguien que predice o simplemente alguien que proclama. En realidad, los profetas del Antiguo Testamento hicieron ambas cosas. Ellos hablaron del futuro, pero también hablaron audazmente acerca de sus propios días. El título básico de profeta apunta hacia la variedad de labores que estas personas realizaban. Cuando vemos el Antiguo Testamento en Hebreo, descubrimos que el término “profeta” tiene un significado mucho más amplio. La palabra Griega πρωφητης (prophetes) es el término usado en la Septuaginta para traducir un término hebreo particular, “nabi”. De los paralelos a otras lenguas del antiguo cercano oriente, sabemos que el término “nabi” significa una “persona llamada”. Es un término muy flexible, indicando simplemente que un profeta era alguien que había sido llamado por Dios.

Ellos no eran personas ordinarias. Dios los llamó para muchos servicios especiales.

Además de la designación primaria de un profeta como un “nabi”, un buen número de términos secundarios también se asocian con el oficio de profeta en el Antiguo Testamento. Veremos varios de estos términos secundarios importantes.

Variedad de Términos

En primer lugar, los profetas fueron designados frecuentemente con el término “ebed”, o siervo. Muchos tipos de personas diferentes fueron llamados siervos en el Antiguo Testamento, y el término siempre indica algún tipo de subordinación y humildad. Pero este título es importante para los profetas, porque frecuentemente llevó la connotación de un oficial o un funcionario, especialmente un funcionario de una corte real. Incluso los reyes de Israel fueron llamados siervos de Dios porque fueron los reyes vasallos que tenían posiciones oficiales en la celestial corte real de Dios.

Los profetas también jugaron papeles especiales en la corte real de Dios. Sirvieron como representantes del trono celestial. Ellos fueron los siervos oficiales que hablaron en el nombre del Gran Rey. Por esto Daniel confesó que fue un gran pecado de Israel ignorar a los profetas. Escucha la forma en la que él habla en el capítulo 9, versículo 6:

No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron. (Daniel 9:6)

Los profetas no fueron gente ordinaria. Ellos representaron el trono de los cielos como siervos de la corte real de Dios.

Más que esto, dos palabras hebreas, muy ligadas entre sí, apuntan hacia otro papel especial que tenían los profetas.

La palabra Hebrea “roeh” quiere decir “vidente” y está grandemente asociada con el término “hozeh”, que quiere decir “vidente” u “observador.” Según 1 de Samuel capítulo 9, versículo 9, a los profetas primero se les llamaba “videntes” antes de que hubiera reyes en Israel. Anteriormente en Israel, al profeta de hoy se le llamaba vidente. De una manera similar, 2 Samuel 24, versículo 11, nos dice que Gad, quien servía como profeta en los tiempos de David, también era conocido como un “hozeh” o un vidente.

La palabra del Señor vino al profeta Gad, vidente de David. (2 Samuel 24:11)

¿Qué sugieren estos títulos para un profeta acerca de sus labores? Estas designaciones apuntaron hacia una experiencia muy importante que los profetas tenían frecuentemente en tanto que recibían la palabra de Dios. Se les llama a los profetas videntes porque se les había dado el privilegio de mirar los lugares celestiales. En el libro de 2 Crónicas, el profeta Micaías ben-Imla fue desafiado a explicar su profecía. En respuesta, Micaías describió una visión del cielo que había recibido. En 2 Crónicas capítulo 18, versículo 18, leemos la descripción del profeta de lo que vio en el cielo:

Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y Jehová preguntó “¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga sobre Ramot de Galaad?” Y uno decía así, y otro decía de otra manera. (2 Crónicas 18:18-19)

Este es un pasaje muy notable, que muestra por qué se les llamaba videntes a los profetas. Ellos veían en los dominios celestiales. Ellos escuchaban a Dios hablar. Ellos observaban que se efectuaran las acciones. Ellos interactuaban con Dios en los lugares celestiales. Y en tanto aprendemos de los profetas, es importante recordar que estos tipos de experiencias celestiales fueron centrales para sus ministerios.

Otro término ocasionalmente usado para los profetas es la palabra Hebrea “shomer”, o un “vigilante”, uno que está en guardia. Esta metáfora compara a los profetas con el servicio normal de un vigilante en el antiguo Israel.

Las ciudades en el mundo antiguo tenían centinelas que examinaban el horizonte por visitantes esperados o inesperados. Los Profetas hacían lo mismo, vigilando a los enemigos y esperando la aproximación de Dios en bendiciones y en juicio.

Por ejemplo, en Ezequiel capítulo 3, versículo 17, Dios habla al profeta Ezequiel de esta manera:

Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel: oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. (Ezequiel 3:17)

En los tiempos bíblicos, la advertencia del acercamiento de los enemigos o la visita de un amigo era importante para los asuntos de una ciudad. Dios reveló que Sus profetas frecuentemente permanecían alertas al castigo inminente y a las bendiciones que se aproximaban, de tal manera que la gente tuviera oportunidad para prepararse.

Los profetas veían lo que estaba viniendo en sueños y visiones y después se dirigían a la gente y anunciaban lo que había en el horizonte.

También se les designaba a los profetas ocasionalmente por la palabra Hebrea “malak”, que quiere decir “mensajero.” En el mundo antiguo del Antiguo Testamento no había teléfonos, no había correo electrónico, ni habían televisores; la única forma de comunicarse a larga distancia era por medio de los mensajeros. Cuando los mensajeros recibían un comunicado de una persona, frecuentemente un rey o un general militar, ellos llevaban ese mensaje a sus receptores. Con mucha frecuencia se usaban mensajeros cuando había urgencia en comunicarse. El Antiguo Testamento designa a los profetas con este término porque ellos recibían mensajes de Dios y llevaban esas comunicaciones urgentes al pueblo de Dios. Por ejemplo, cuando los de Judá regresaron a Jerusalén del exilio Babilónico, hubo un tremendo desánimo. Así que, el Señor llamó a Hageo, el profeta, y lo envió con un mensaje. Por esta razón, Hageo capítulo 1, en el versículo 13, habla del profeta en esta manera:

Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: ‘Yo estoy con vosotros’, dice Jehová (Hageo 1:13)

La designación de un mensajero hace claro que los profetas no llevaban sus propias ideas al pueblo de Dios. Por el contrario, ellos servían como enviados de Yahweh y hablaban de parte de Dios.

Finalmente, debemos mencionar que algunas veces se les llamaba a los profetas “ish-Elohim”, un “hombre de Dios”. La designación “hombre de Dios” puede traducirse también como “hombre que proviene de Dios”.

Este título apunta hacia el especial papel sagrado que tenían los profetas. Ellos eran seleccionados y enviados por Dios. Como tales, los profetas tenían protección especial de parte de Dios, y tenían una autorización especial. En 2 Reyes capítulo 1, en el versículo 12, el profeta Elías reveló el significado de este término. Allí le dice:

Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta. Y descendió fuego del cielo, y consumió a ese oficial y sus cincuenta. (2 Reyes 1:12)

La divina autorización de Elías se demuestra por una exhibición milagrosa de fuego en contra de aquellos que se oponían al profeta. Elías no era un hombre común y corriente. Él había sido enviado por Dios. Dios estaba de su parte.

Así que hemos visto que los profetas del Antiguo Testamento tenían muchas designaciones y títulos. Nuestra investigación únicamente ha tocado un puñado de esta variedad de títulos que son usados en el Antiguo Testamento. Pero podemos ver una cosa claramente – los profetas fueron mucho más de lo que la mayoría de la gente piensa. No fueron meramente psíquicos o adivinadores. Ellos tuvieron una variedad de títulos porque tuvieron una variedad de servicios. Y si queremos entender la profecía del Antiguo Testamento, tenemos que ampliar nuestra idea de lo que es un profeta.

Hasta aquí hemos visto una variedad de títulos de labores que llevaban los profetas del Antiguo Testamento. Ahora debemos de dirigirnos a nuestro segundo tópico: ¿qué transiciones tuvieron lugar en la labor de un profeta?

III. TRANSICIONES DE SU LABOR

He tenido muchos trabajos en mi vida, y una cosa que ha sido verdad de cada uno de ellos. Todos ellos han cambiado. He trabajado por un tiempo y la próxima cosa que se, es que el trabajo es diferente de lo que era anteriormente. Bueno, pues algo similar es verdadero de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos tenían una labor que realizar, pero en tanto se desarrollaba la historia de la Biblia, sus labores pasaron por transiciones.

Para entender cómo pasaron por transiciones las labores de los profetas del Antiguo Testamento, nos ayudaría pensar en la profecía durante cuatro etapas históricas: el período pre-monárquico, el tiempo antes de que se levantaran reyes en Israel; el período monárquico; el período exílico, provocado por las invasiones mesopotámicas a la tierra; y el período post-exílico, cuando Israel regresó del exilio. Vamos a ver primero a los profetas durante el período pre-monárquico.

Pre-Monárquico

Cuando exploramos estos tiempos antes de que hubiera un rey en Israel, es fácil ver varios aspectos de la profecía. Primero, había relativamente pocos profetas durante este tiempo. El término “nabi” no aparece muy seguido en los libros desde Génesis hasta Jueces. Hay menos de veinte referencias en estos libros, y varias de ellas concernientes a los futuros profetas que estaban por venir. Así que había muy pocos profetas durante el inicio del tiempo cuando no había rey.

Además de esto, durante el período pre-monárquico, los profetas exhibieron una variedad amplia de servicios relativamente informales. Muchas de sus labores parecen haber sido temporales, designadas para situaciones particulares y tiempos particulares. El término “nabi” se usa en el período pre-monárquico para significar una amplia variedad de gente haciendo muchas cosas diferentes.

Dejando atrás el primer período de la historia bíblica antes de que hubiera reyes en Israel, llegamos a un cambio dramático en la profecía del Antiguo Testamento.

Monárquico

El período monárquico trajo muchos cambios a la nación de Israel, incluyendo cambios en el papel de los profetas. En contraste con el período pre-monárquico, ya aparecen los profetas en grandes cantidades. Una y otra vez, leemos de este profeta y de aquel profeta en los libros como Samuel, Reyes y Crónicas. De hecho, hubo más profetas en la Biblia durante este período de tiempo que cualquier otro.

Junto con el incremento en el número de profetas durante los tiempos monárquicos, la profecía también llegó a ser mucho más formal. Con el comienzo del reinado, Dios dio a los profetas la labor de enfocarse en las acciones de los reyes y asegurarse de que fueran obedientes a la ley de Moisés.

Aunque Dios quería que Israel tuviera un rey humano, Él sabía también que los reyes de naturaleza humana caída presentarían un peligro serio a la nación. Los seres humanos simplemente no saben cómo manejar demasiado poder. Por lo regular, se corrompen y abusan de aquellos que están bajo su autoridad.

En el caso de la historia de Israel, cuando los reyes se volvían corruptos, era muy peligroso porque sus acciones frecuentemente traían juicio de Dios a toda la nación. Por esta razón, Moisés puso un buen número de restricciones sobre el poder de los reyes. En Deuteronomio capítulo 17, versículos 14 al 20, Moisés presenta un número de restricciones sobre los reyes de Israel. Israel únicamente debe de tener un rey que el Señor haya escogido. El rey debe de ser “de entre tus hermanos” -- en otras palabras, un Israelita. El rey no debe de adquirir gran cantidad de caballos. No debe regresar a Egipto. No debe de tener muchas esposas, y con esto, probablemente Moisés se refirió a las esposas extranjeras. Él no debe de acumular grandes cantidades de plata y oro. El rey debe de escribir una copia para él de la ley de Moisés. Y el rey debe de leer la ley todos los días de su vida. Debe seguir cuidadosamente todas las palabras de la ley de Moisés, y no debe de considerarse mejor que sus hermanos.

Claro que tan pronto como leemos la historia de los reyes de Israel, descubrimos que no observaban las restricciones que Moisés les puso. Y así que Dios envió profetas para atestiguar en contra de la desobediencia de los reyes y de la gente que los seguía. Los profetas sustentaban un oficio formal para balancear el poder de los reyes. Podemos ver esta asociación de los profetas y los reyes en muchos pasajes de la Biblia. Natán el profeta estuvo delante de David. Oded profetizó a Acaz. Elías criticó a Acab.

Ahora, sin necesidad de decirlo, no todos los profetas sirvieron oficialmente en la corte real. Muchos profetas verdaderos fueron rechazados por los reyes de sus tiempos. Pero ya sea en las cortes o en las calles de las ciudades, los profetas del período monárquico hacían responsables a los reyes y a otros funcionarios ante la ley de Dios. Ellos servían a Dios, en algunas ocasiones, indicando cuando los reyes y los oficiales violaban la ley de Dios. Así que, durante el período monárquico, vemos un aumento de profetas, y también vemos una función más formal para los profetas en tanto servían al Señor en las cortes de los reyes.

Ahora que hemos visto algunos de los desarrollos en la profecía desde el período pre-monárquico hasta el período monárquico, debemos dirigir nuestra atención al período del exilio.

Exílico

¿Qué le pasó a la profecía durante el exilio? Bien, en el 722 AC., Samaria, la capital del norte de Israel, cayó ante los Asirios. Y en el 586 AC., Jerusalén cayó ante los Babilonios. Un gran número del pueblo de Dios fue tomado de sus tierras y fueron exiliados a otras naciones. Durante este tiempo, dos rasgos caracterizaron los ministerios de los profetas. Primero, hubo una disminución numérica de profetas. No hubo muchos profetas que fueran lo suficientemente prominentes para tener sus profecías registradas en la Biblia. Daniel y Ezequiel, por ejemplo, son los mejores conocidos de los pocos que había durante este tiempo.

Claro, junto al exilio estaba la disolución del reinado de Israel, y por esta razón, el servicio de los profetas a Dios llegó a ser más y más diverso e informal otra vez. En su mayoría, los verdaderos profetas de Dios pasaban su tiempo explicando el exilio e instruyendo al pueblo de Dios acerca de la posibilidad de regresar a la tierra. Así que podemos ver que durante el exilio había menos profetas, y se preocupaban mucho menos de los reyes de Israel.

Post-Exílico

Después del período del exilio, llegamos a esas escasas generaciones que vieron la actividad profética en el período post-exílico. El primer líder del período post-exílico, Zorobabel, comenzó a revivir a la nación. El potencial para una monarquía re-instituida resucitó. Como resultado, dos cosas le pasó a la profecía. El número de profetas permaneció relativamente igual, pero hubo alguna actividad muy importante que se llevó a cabo entre los profetas.

Hageo, Zacarías, y Malaquías son los profetas importantes que conocemos de este período. Los profetas nuevamente comenzaron a regresar ligeramente hacia un rol más formal. Zorobabel se convirtió en el gobernador de Judá, y las esperanzas fueron puestas en él como el próximo monarca.

Como resultado, Hageo y Zacarías animaron a los funcionarios de Israel para reconstruir el Templo. Malaquías reprendió a los oficiales y al pueblo de la comunidad restaurada por continuar rebelándose en contra de Dios. Durante todo el período post-exílico los profetas continuaron vigilando a los líderes y a la población en general, así como animándolos a ser fieles a Dios.

Así fue que la profecía se volvió algo prominente, y más o menos formal, en tanto que la institución de la monarquía se levantó y cayó. Cuando exploramos las palabras de algunos profetas en particular, siempre debemos tener en mente en qué período estamos, ya sea en el pre-monarquíco, monárquico, exílico, o post-exílico. Estas transiciones en la labor de los profetas nos darán una orientación para entender sus palabras.

Hasta aquí, hemos visto los diversos títulos dados a los profetas, y las maneras en que se desarrolló la profecía en la historia de Israel. Ahora, veremos las expectativas de la labor de un profeta.

IV. EXPECTATIVAS DE SU LABOR

¿Qué esperaba Dios que hicieran los profetas? Para explorar este tópico, veremos dos asuntos: primero, los modelos populares de expectativas que muchos intérpretes de la Biblia aplican a los profetas; y segundo, el modelo de pacto que la Biblia misma da como la norma de la expectativa de labor de un profeta.

Modelos Populares

Veamos primero algunos modelos variados que han sido usados para describir lo que Dios esperaba que hicieran sus profetas.

Por toda la historia de la interpretación, tanto los judíos como los cristianos han entendido el papel de los profetas de diferentes maneras. Algunos de estos modelos tocan aspectos de la verdad, pero les falta proporcionar un modelo comprehensivo de lo que Dios quería que fueran sus profetas.

Médiums

Muchos intérpretes han comparado a los profetas del Antiguo Testamento con médiums de otras culturas. De manera similar al Oráculo de Delfi o médiums de otras culturas del Cercano Oriente, los profetas han sido vistos como hombres que ganan acceso a Dios y entregan sus respuestas a preguntas y oraciones personales.

Ahora, pienso que tenemos que admitir que los profetas jugaron este papel en la Biblia de cuando en cuando, pero como veremos, esta perspectiva no es adecuada para un modelo abarcador de lo que se esperaba que debían hacer los profetas.

Adivinos

Otra idea popular de lo que hacían los profetas en el Antiguo Testamento es que eran fundamentalmente personas que predecían el futuro o eran adivinos. Cuando alguien quería saber qué pasaría después iba a algún profeta para saber. Una vez más, hay algo de verdad en esta perspectiva porque frecuentemente los profetas predecían lo que iba a suceder en el futuro. Dios les daba visiones, así que las proclamaban a las personas apropiadas. Sin embargo, debemos de ser cuidadosos en no pensar de la adivinación como el corazón o el centro de la profecía del Antiguo Testamento. Algo mucho más grande y significativo se esperaba de los profetas del Antiguo Testamento. Estos modelos populares para la profecía pueden ayudarnos de algunas maneras, pero también obscurecen la expectativa más fundamental que Dios tenía para Sus profetas.

Modelo del Pacto

El modelo más comprehensivo que el Antiguo Testamento usa para describir la profecía es un modelo de pacto. En tanto comenzamos a explorar el modelo de pacto para la profecía, debemos de recordar que por siglos los judíos y los cristianos han reconocido que el pacto es un concepto central en la Biblia. Pero nuestro entendimiento de la idea bíblica del pacto ha mejorado a través de los años. Así que, debemos comenzar pensando acerca de los entendimientos pasados del pacto y después en los entendimientos más contemporáneos.

Entendimientos Pasados

Los entendimientos pasados del pacto han funcionado bien, pero con muy poca idea fuera del contexto histórico del que creció el concepto de pacto de la Biblia. No hemos sabido mucho acerca de los contextos de los pactos del Antiguo Testamento del antiguo Cercano Oriente hasta recientemente. Así que los teólogos no tuvieron otra elección más que leer sus propias ideas de pacto hacia la Biblia. Generalmente, ellos leen los pactos del Antiguo Testamento en términos de la ley Romana o argumentos legales contemporáneos. Por ejemplo, cuando escuchamos que el pacto es un acuerdo entre dos o más personas, como se dice frecuentemente, esta formulación, u otras formulaciones similares, no están del todo mal, pero son un poco vagas para que nos den mucha ayuda.

En el pasado, los teólogos entendieron el pacto de esta manera general porque ellos no podían hacerlo mejor.

Entendimiento Contemporáneo

Pero nuestro entendimiento contemporáneo del pacto es mucho más completo que estas formulaciones pasadas. En décadas recientes, muchos descubrimientos arqueológicos importantes nos han ayudado a hacer grandes descubrimientos en nuestro entendimiento de los pactos en el Antiguo Testamento. Estos descubrimientos ponen en una mejor posición el entendimiento de cómo el pacto estableció las expectativas de la labor de los profetas del Antiguo Testamento.

Los descubrimientos en el antiguo Cercano Oriente han demostrado que el Antiguo Testamento frecuentemente describe la relación de Dios con Israel en maneras que fueron muy similares a los tratados políticos que existieron en el antiguo mundo. Por todo el antiguo mundo del Medio Oriente, frecuentemente existieron los tratados internacionales entre una nación y otra. Aunque hubo una variedad en la manera en que se formaron estos tratados, también hubo una consistencia, así que la gente de toda la región entendía cómo funcionaban estos tratados. Por esta razón, el Señor relacionó a Israel en pactos que hacían paralelo en muchas maneras a estos tratados en el antiguo Cercano Oriente.

En los tiempos bíblicos, los tratados frecuentemente se establecían entre naciones de estatus igual, y llamamos a estos tratados, tratados de igualdad. Por ejemplo, un tratado entre los imperios Egipcio y Asirio debió haber sido entre iguales en ciertos períodos de la historia. Pero con frecuencia, los tratados en el antiguo mundo eran acuerdos entre un gran emperador y un rey de menor estatus de una nación pequeña.

Por ejemplo, varias veces reyes de los Canaaneos de las ciudades-estados hacían tratados con el gran imperio Egipcio. Estos tipos de tratados son conocidos como tratados de soberano-vasallo. El término soberano quiere decir simplemente el zar o el emperador, y el vasallo quiere decir, claro, los siervos del gran emperador. Los soberanos, o grandes emperadores, establecían las reglas de la relación y proporcionaban protección y cuidado. En pago, los estados vasallos o siervos mostraban lealtad al soberano al pagar impuesto y apoyar sus esfuerzos en la guerra.

Un aspecto importante de estos tratados de soberano-vasallo era el papel especial que daban los emperadores a los representantes o emisarios. Frecuentemente los soberanos enviaban emisarios, o embajadores, quienes recordaban a los vasallos los términos de sus tratados. Estos emisarios actuaban como fiscal del tratado del pacto. Ellos trataban que los estados vasallos cumplieran con los términos de sus arreglos, pero frecuentemente no lo hacían. Ahora, los emperadores eran pacientes con sus naciones vasallas, pero, al final, si los vasallos rehusaban escuchar las palabras del emisario, el gran emperador vendría con sus fuerzas militares para derrotar esas pequeñas naciones.

La función de los emisarios en el antiguo Cercano Oriente proporcionó un modelo para los profetas del Antiguo Testamento. Los profetas sirvieron como emisarios de Dios, o los fiscales de Su pacto. Ellos recibieron mensajes desde el trono del Emperador divino, y el Emperador Divino habló a Su nación vasalla por medio de ellos. Ocasionalmente los profetas elogiaron a Israel por cumplir con su pacto, pero principalmente le advertían que las continuas violaciones traerían el ataque de un Dios colérico.

Sería difícil sobre enfatizar esta intuición de la profecía del Antiguo Testamento. Los profetas fueron los emisarios de Dios. Ellos lo representaban como el gran soberano ante su nación vasalla a Israel. Siempre y cuando recordemos este modelo de pacto básico es que entonces seremos capaces de entender la labor que hicieron los profetas para Dios.

La bien conocida historia de Isaías 6 ilustra la importancia de este modelo emisarial muy claramente. Aunque no se menciona un pacto explícitamente en este capítulo, la idea de que los profetas son fiscales del pacto, los emisarios del gran rey, guía toda la presentación de Isaías capítulo 6. En los primeros cinco versículos, Isaías recibe una visión. En esta visión, él observa a Dios en Su trono celestial. En Isaías capítulo 6, versículo 1, el profeta reportó que vio a Dios

Sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. (Isaías 6:1)

Cuando fue confrontado con la visión, Isaías exclamó, en el versículo 5:

Han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. (Isaías 6:5)

Este pasaje hace explícito cómo el profeta entendía a su Dios. Dios era el rey de Su pueblo, el soberano o el emperador que era alto y sublime como Señor de todo. El profeta tuvo el privilegio de entrar en la presencia de este soberano divino.

Aun así, tenemos que preguntar por qué fue invitado Isaías a ver la Gloria del trono de Dios. El reconoció porqué inmediatamente. Isaías vio el trono de Su soberano y dijo esto, en el capítulo 6, versículo 5:

¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos. (Isaías 6:5)

Isaías había sido llamado a la presencia del Soberano Divino porque se había hecho pecado serio y extenso en la nación vasalla. Ésta es la razón normal del porqué los profetas son llamados en el Antiguo Testamento. El pueblo de Dios deja de ser fiel al Señor del pacto, y Dios llama a Sus profetas para enjuiciar a los violadores del pacto.

En el capítulo 6, versículos 6 y 7, un serafín se acerca a Isaías y le limpia los labios con un carbón encendido. Esta limpieza hace posible que Isaías sirva a Dios como Su portavoz. Entonces en los versículos 8 al 13, Isaías recibe una comisión de enjuiciar a los violadores del pacto. En el capítulo 6, versículo 8, el Señor dice:

¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? (Isaías 6:8)

El Señor quiere a alguien para que sea Su emisario para Israel. E Isaías responde en aquellas bien conocidas palabras:

Heme aquí, envíame a mí. (Isaías 6:8)

Isaías acepta su llamado como uno que es enviado de parte del Gran Soberano a la nación de Israel. El resto del libro de Isaías ilustra cómo el profeta sirvió en esta función. El habló a los reyes y a otros líderes y a la gente. Él condenó las violaciones del pacto, y ofreció la esperanza de las bendiciones del pacto al pueblo de Dios. El modelo ilustrado aquí en Isaías capítulo 6 aparece en todas partes de la profecía del Antiguo Testamento. Los profetas eran emisarios que llevaban mensajes desde el trono del Gran Soberano, a Su nación vasalla Israel.

V. CONCLUSIÓN

En ésta lección hemos explorado la experiencia de los profetas al ver su labor. Hemos visto algunos de los muchos títulos de labor que ellos habían recibido, y hemos explorado también cómo el oficio de profeta se desarrolló y cambió a través de la historia de Israel. Finalmente, hemos visto las expectaciones básicas que gobernaron la labor de un profeta. Hay mucha confusión en el mundo acerca de los profetas del Antiguo Testamento, y podemos evitar mucha de esa confusión si solamente recordamos sus títulos de labor, las transiciones por las que pasaron, y las expectaciones que Dios tenía de los profetas que representarían Sus pactos. Si recordamos estas cosas acerca de los profetas, seremos capaces de aplicar sus palabras a nuestro mundo de hoy en día.

Materiales de la lección

Transcripción