El salmista oró: «Dame entendimiento para seguir tu ley, y la cumpliré de todo corazón» (Salmos 119:34 NVI). En la Lección 5 exploraremos cómo convertimos nuestras observaciones en interpretaciones que nos ayudan a entender cómo podemos obedecer la Palabra de Dios.
Los tres entendimientos de la interpretación
Mucho de la Biblia es claro para nosotros si hemos observado adecuadamente su contenido. Pero hay algunos pasajes que nos obligan a batallar con su significado. Cuando interpretamos las Escrituras debemos entender simultáneamente tres cosas:
Debemos entender al intérprete
Todos llegamos a la Biblia con convicciones de las que debemos estar conscientes porque influyen en cómo la interpretamos. Como intérpretes debemos examinar nuestra:
1. Información que tenemos acerca de un texto antes de estudiarlo
2. Actitudes que llevamos a un tema que encontramos en el texto
3. Una convicción teológica que «sabemos que es cierta» y esperamos que un texto la apoye.
4. Una lectura o método de estudio que le da forma a nuestra habilidad de entender objetivamente un texto.
Debemos entender la Biblia
La Biblia es la Palabra eterna de Dios, escrita por autores humanos en un marco histórico y cultural particular. Su mensaje original estaba destinado a dirigirse a sus lectores originales en sus propios entornos específicos. Los lectores de hoy día tienen que interpretar el mensaje de Dios tanto como el escritor quiso que su lector original o interpretara, y en nuestro propio entorno actual.
El odio de Jonás hacia la gente de Nínive (Jon 4), o la demanda de Pablo de que los funcionarios romanos lo acompañaran para salir de Filipos (Hch 16) solo se pueden interpretar a la luz de la historia y cultura en la que ocurrieron. Pero también debemos interpretar apropiadamente lo que esos mensajes históricos significan para nosotros en nuestro propio tiempo y cultura. Entonces, al interpretar un pasaje de la Biblia, debemos tener en cuenta ambos entornos, y eso puede llegar a ser confuso cuando intentamos hacer los dos al mismo tiempo. Para evitar esa confusión, separamos nuestro proceso de interpretación en dos pasos.
La primera meta de la interpretación bíblica es entender el mensaje de Dios a sus lectores originales. Para hacer eso, tenemos que cruzar algunas barreras que existen entre los lectores modernos y los tiempos antiguos en los que se escribieron estos textos bíblicos.
Cuando interpretamos la Biblia, nuestra creencia en la inspiración divina descarta la opción (1). Nuestro Dios omnisciente sabía lo que él quería comunicar. Y (2) se descarta porque Dios inspiró a sus escritores para que la declararan claramente. Debido a que somos lectores humanos, la opción (3) siempre está en función y tenemos que usar nuestras mejores habilidades de estudio bíblico para que entendamos de manera acertada y clara la verdad que Dios comunica en las Escrituras.
Debemos entender cómo funciona la interpretación
Debido a que estos obstáculos de interpretación son reales, Gordon Fee y Douglas Stuart en Lectura eficaz de la Biblia, sugieren que dividamos el proceso de interpretación en dos tareas relacionadas, pero separadas.
Un principio fundamental que une los dos pasos de interpretación de exégesis y hermenéutica es:
Un texto bíblico nunca puede significar lo que nunca significó.
Dividir la interpretación en estos dos pasos no deja espacio para dos significados distintos. Cuando aplicamos la hermenéutica a nuestro texto no preguntamos: «¿Qué significa hoy día que sea distinto a lo que significó cuando Dios lo reveló?» La hermenéutica solamente pregunta si y cómo ese mensaje original es pertinente para nuestras circunstancias actuales. Cuando apliquemos el paso de la aplicación en la Lección 6, descubriremos que puede haber más de una aplicación de un texto, pero nunca más de un significado de un texto.
¿Qué hacemos cuando HACEMOS la interpretación?
Después de que hayamos observado los detalles del texto usando los pasos de macro y microobservación descritos en las Lecciones 3 y 4 de nuestro curso, resumimos esas observaciones en una declaración de lo que significa el texto que hemos observado.
Debido a que la meta de interpretación es identificar el significado deseado del autor, el primer paso de la interpretación es simplemente preguntar qué esperaba el autor que sus lectores entendieran cuando leyeran lo que él había escrito en la página. Resumimos nuestras observaciones y las convertimos en una declaración que represente más acertadamente lo que el autor quería que sus lectores leyeran, sintieran e hicieran.
Pero en este punto es importante recordar los dos pasos de la interpretación y mantenerlos en su secuencia correcta. Podemos sentirnos tentados a preguntar de inmediato qué nos dice el autor a nosotros, los lectores actuales, y, por lo tanto, pasar por alto el primer paso de preguntar qué es lo que el escritor le estaba diciendo a su lector original. Por eso es que usamos el proceso de dos pasos para hacer exégesis (¿cuál era el mensaje para el lector original?) primero, y solo entonces hacemos la hermenéutica (¿cuál es el mensaje imperecedero para todos los lectores?).
Por lo que el primer paso de la interpretación es declarar el significado del pasaje en su forma exegética.
Lo que eso significa es que en el nivel exegético escribimos nuestra interpretación en el idioma de su marco original. Por ejemplo, la declaración exegética de la petición de Pablo a Timoteo en 2 Timoteo 4:9-13 es:
«Pablo le pidió a Timoteo que lo visite en Roma y que lleve a Marcos, su capa y sus pergaminos».
Podemos crear problemas si primero tratamos de interpretar ese párrafo como un mensaje para nuestra generación. Nuestro primer paso debe ser declarar lo que el escritor original quiso que su(s) lector(es) original(es) entendiera(n).
Si estamos estudiando Isaías 1:2-3, escribiríamos nuestra interpretación exegética como:
«Dios le dijo a Israel que los animales muestran más apreciación por su dueño que Israel por el Dios que los adoptó como sus hijos».
Podemos pensar en una cantidad de formas para aplicar ese pasaje al cristianismo contemporáneo, pero primero debemos entender lo que Isaías en realidad dijo cuando proclamó su mensaje a Israel en el siglo VII a. C. Desarrolle el hábito de leer primero un pasaje en su forma exegética, luego en su forma hermenéutica.
En la Lección 6, donde aprendemos cómo aplicamos el paso hermenéutico a nuestra interpretación, trataremos con la pertinencia del pasaje y el mensaje para la vida en nuestro tiempo. Pero el primer paso es declarar una interpretación clara y acertada de lo que el escritor original comunicó al (los) lector(es) original(es). Y lo hacemos de mejor manera cuando la declaramos primero en su idioma exegético que incluya los nombres del escritor y lector originales. Eso nos ayuda a identificar claramente lo que este escritor comunicó originalmente a su audiencia original.
Si tratamos de hacer hermenéutica al interpretar un pasaje como si se hubiera escrito directamente a nosotros en nuestra época, aumentamos el riesgo de que malinterpretemos lo que el escritor quiso que su primer lector entendiera.
En nuestro proceso de estudio bíblico, tenemos que regresar a nuestra declaración exegética e investigar cómo debemos aplicarla a nuestra situación. Ese segundo paso se llama hermenéutica y es importante que no tratemos de hacer ambas, la exégesis y la hermenéutica, como una sola actividad.
Segundo, probamos nuestra interpretación exegética al colocarla en sus diversos contextos para ver si tiene sentido en cada contexto. Nuestra interpretación debe encajar en su:
Tercero, consultamos con otros. Si están a disposición, revisamos nuestra interpretación con un comentario, o unos cuantos comentarios. Si nuestra interpretación no coincide con ninguna otra, debemos ver más de cerca nuestra interpretación. Si es posible, debemos estudiar nuestra Biblia con otros que toman la Biblia en serio. Al estudiar con otros disminuimos el peligro de leer nuestros propio «entendimiento previo» de un texto bíblico.
Conclusión
Ore con el salmista que Dios nos dé entendimiento, para que podamos guardar su ley y obedecerla con todo nuestro corazón. A través de la oración diligente y el esfuerzo diligente, podemos entender y obedecer la Palabra de Dios.