Conferencia

INTRODUCCIÓN

Su nombre es Sofía, bueno, ese no es su nombre real. Es el nombre que usa para esconderse de sus amigos y familiares que trataron de matarla porque cree en Jesús. Sofía viene de un pasado en donde creer en Jesús algunas veces trae persecución. Esto es cierto hoy día en muchas partes del mundo, y también fue cierto en el primer siglo. En los días del apóstol Juan, los judíos creyentes eran echados fuera de las sinagogas por creer que Jesús era el cumplimiento de las antiguas promesas de Dios a sus antepasados. Fueron aislados de sus familias, de su historia y de su religión. Juan escribió para asegurarles a estos creyentes perseguidos que Jesús realmente es el Cristo, el Hijo de Dios. Él quería asegurarse que aun en las circunstancias más duras, se mantendrían fieles a Jesús y disfrutarían vida abundante en él.

Esta es la quinta lección en nuestra serie Los Evangelios. En esta serie, exploraremos el cuarto evangelio de la Biblia que nos cuenta como Jesús trajo el reino y la gloria de Dios a la historia de la tierra. Esta lección se titula “El Evangelio Según San Juan.” En esta lección, estudiaremos el evangelio de Juan de manera que nos ayude, a leerlo con un mayor entendimiento, a amar a Dios más profundamente, y a disfrutar nuestras vidas en Cristo más plenamente.

En nuestra lección, estudiaremos el evangelio de Juan de tres maneras importantes. Primero, consideraremos el trasfondo del evangelio de Juan. Segundo, exploraremos su estructura y contenido. Tercero, observaremos los temas principales del mismo evangelio. Comencemos estudiando el trasfondo del evangelio de Juan.

TRASFONDO

Exploraremos el trasfondo del evangelio de Juan considerando el autor y la ocasión o circunstancias presentes cuando el evangelio fue escrito. Comencemos con la autoría de este evangelio.

AUTOR

A través de la historia de la iglesia, los cristianos constantemente han atribuido este evangelio a Juan el discípulo de Jesús, el hermano de Jacobo e hijo de Zebedeo. Juan fue uno de los compañeros más íntimos de Jesús, y un pilar de la fe en los inicios de la comunidad cristiana. Sus escritos en el Nuevo Testamento incluyen no sólo el cuarto evangelio, sino también las cartas de 1, 2, y 3 Juan, y el libro de Apocalipsis.

Estudiaremos la autoría del evangelio de Juan en dos etapas. Primero, veremos que el punto de vista tradicional que asume que el apóstol Juan escribió este evangelio, es confiable. Y segundo, exploraremos la historia personal de Juan. Comencemos viendo el punto de vista tradicional que el apóstol Juan fue el autor del cuarto evangelio.

Punto de Vista Tradicional

El evangelio de Juan es uno de los libros en la Biblia, que simplemente no dice quien lo escribió. Ahí es donde comenzamos, como cristianos creyentes en la Biblia, sabemos que no tenemos, una afirmación definitiva de quien es el autor del libro. En el segundo siglo, Tertuliano, Ireneo y algunos otros, definitivamente lo atribuían al apóstol Juan. Así que nos tenemos que preguntar, ¿Porqué creyeron eso en ese tiempo en el que tuvieron contacto con algunos de los últimos apóstoles vivos, o con la siguiente generación, para que ellos hicieran esa declaración tan fuerte? Hubo otros que lo hicieron también. Entonces vamos adentro del evangelio. Tenemos que ver la evidencia interna en el libro, y ahí tenemos los relatos testimoniales, de que la persona que escribió el libro, está escribiendo acerca de una historia en la que estuvieron presentes cuando sucedió. Por ejemplo, en la Última Cena, la persona está en la mesa, el discípulo amado está sentado en la mesa con Jesús y eso es algo muy poderoso.

— Dr. Steve Harper

Podemos afirmar que lo más probable es que Juan escribió el cuarto evangelio debido a tres tipos de evidencia temprana. Primero, consideraremos los manuscritos antiguos del evangelio de Juan.

Muchos manuscritos antiguos del cuarto evangelio mencionan el nombre del autor como Juan. Por ejemplo, el Papiro 66 y el Papiro 75, ambos con fecha alrededor del año 200 d. C. le llaman el evangelio euangelion kata Iōannēn, que significa “Evangelio Según Juan.” Y el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano, ambos escritos a mitad del siglo cuarto d. C. lo llaman simplemente kata Iōannēn, que significa “Según Juan.”

Por supuesto, el nombre de Juan era común. Pero está claro por los escritos de la iglesia primitiva que esta atribución hace referencia al “Juan” más importante en las Escrituras, el apóstol Juan.

No sólo los manuscritos antiguos indican que Juan escribió el cuarto evangelio, sino la evidencia interna del evangelio mismo nos dirige hacia la conclusión de que Juan es su autor más probable.

El escritor del evangelio registró debates entre Jesús y los líderes judíos sobre puntos particulares de la ley judía, mostrando que el autor tenía un fuerte entendimiento de la ley judía, así como Juan el apóstol lo hubiera tenido como judío palestino.

Existe fuerte evidencia de que el autor de este evangelio era un judío palestino. El carácter palestino del evangelio se ve en las descripciones del ministerio de Jesús. Por ejemplo, en el 7:15 él señaló la importancia de la formación religiosa a los ojos de los líderes judíos palestinos.

El autor del cuarto evangelio también mencionó temas religiosos y usó vocabulario que era similar a otros escritos del primer siglo del judaísmo palestino. Por ejemplo, un número de académicos han señalado similitudes en el lenguaje entre el evangelio de Juan y los escritos del Qumrán, comúnmente conocidos como Los Rollos del Mar Muerto. Por ejemplo, la expresión “los hijos de luz” aparece en los escritos del Qumrán y en Juan 12:36. Y la frase “la luz de la vida” aparece tanto en los escritos del Qumrán como en Juan 8:12. Similitudes como estas indican que el autor del cuarto evangelio estaba acostumbrado a las conversaciones religiosas de la Palestina del primer siglo.

No sólo el texto del evangelio da la impresión de que fue escrito por un judío palestino, sino también de que fue escrito por un testigo ocular. Esto se ajusta al perfil de Juan el apóstol, porque él mismo fue un testigo ocular de la vida de Jesús. Vemos evidencia de que el escritor era un testigo ocular en muchos lugares. Por ejemplo, después de la muerte de Jesús, Juan 19:35 dice esto:

Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. (Juan 19:35)

Aquí el autor claramente indica que él fue un testigo ocular de la muerte de Jesús. Y encontramos declaraciones similares en Juan 21:20 al 24, donde se identifica a este testigo ocular llamándolo “el discípulo amado” indicando que el escritor tuvo una estrecha relación personal con Jesús.

Pensemos en lo que fue, para Juan, en la Última Cena, cuando recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús. Pensemos en esa cercanía que existía entre estos dos hombres. Incluso en la cruz cuando Jesús está muriendo, Jesús encarga el cuidado de su madre no a sus hermanos o hermanas, sino al apóstol Juan. Una vez más tenía que haber una muy profunda e íntima relación entre estos dos hombres. Y en su auto-descripción, Juan habla de sí mismo, sin arrogancia, sin orgullo, como el discípulo a quien Jesús amaba.

— Rev. Thad James

El discípulo amado se menciona varias veces en el evangelio de Juan. Según Juan 13:23, el discípulo amado se reclinó al lado de Jesús en la Última Cena. En el 19:26 y 27, Jesús habló a este discípulo amado desde la cruz, y le confió el cuidado de su madre. Este mismo discípulo corrió a la tumba con Pedro en la mañana de la resurrección en el 20:2 al 8. Y en el 21:7, fue el primero en reconocer a Jesús en la costa.

El apóstol Juan nunca es mencionado por nombre en el evangelio que él escribió porque prefiere identificarse a sí mismo como aquél a quien Jesús amaba. Y al hacer esto, articula, o revela su humildad en cierto sentido, y celebra la relación con su Señor en otro sentido. Cuando leemos el evangelio, es interesante ver que menciona a todos los otros discípulos, pero nunca menciona su propio nombre.

— Rev. Larry Cockrell

Ni una sola vez en el evangelio, Juan es referido por nombre. Y es sorprendente que una persona que es mencionada tan seguido en los otros evangelios nunca es mencionada en éste. La explicación más probable es que Juan era el discípulo amado que escribió este evangelio, y que por humildad se abstuvo incluso de mencionar su propio nombre. En lugar de eso, se enfocó en el hecho de que él nunca hubiera sido seguidor de Jesús de no haber sido por el increíble amor divino que el Salvador tuvo por él.

No sólo el cuarto evangelio por sí mismo apoya la creencia de que Juan es su más probable autor, sino que también los escritos de la iglesia primitiva confirman esta conclusión.

Para los años 170 al 190 d. C. la convicción de que el cuarto evangelio había sido escrito por el apóstol Juan fue firmemente establecida en la iglesia. Clemente de Alejandría, Tertuliano, e Ireneo todos afirmaron que Juan, el hijo de Zebedeo, fue el autor. Alrededor del año 325 d. C. el historiador de la iglesia Eusebio proveyó la siguiente cita de Ireneo en su obra Historia Eclesiástica, Libro 5, capítulo 8, sección 4:

Luego Juan, el discípulo del Señor, aquel discípulo que se recostara en cierta ocasión sobre su pecho, también publicó el Evangelio, en Éfeso en Asia.

El testimonio de Ireneo es particularmente importante por dos razones. Primero, según Eusebio, Ireneo había sido discípulo de Policarpo, el obispo de Esmirna. Y según una carta de la iglesia de Esmirna referente al martirio del obispo, Policarpo mismo había sido discípulo del apóstol Juan. Por lo cual, Ireneo podría haber aprendido sobre la autoría de Juan de un hombre de confianza que conoció personalmente a Juan. Segundo, Ireneo viajó extensamente en la iglesia antigua, y por lo tanto estaba familiarizado con muchos otros puntos de información que pudieron reforzar su entendimiento de la autoría del cuarto evangelio.

También es significativo que no había realmente oposición a Juan como el autor. En ninguna parte de los escritos de la iglesia antigua existe alguna sugerencia de algún otro autor del evangelio que no sea Juan, el hijo de Zebedeo. De hecho, la historia registra sólo dos grupos que se opusieron al evangelio de Juan: los Alogoi y los Marcionitas. Y aunque ellos rechazaron las enseñanzas del evangelio de Juan, no es totalmente claro que hayan negado su autoría.

Aunque tal vez no sea posible probar más allá de toda duda que este evangelio anónimo fue escrito por Juan, la posición más convincente continúa siendo la antigua tradición de que el apóstol Juan es el autor.

Ahora que hemos considerado el punto de vista tradicional de que Juan escribió el cuarto evangelio, y hemos analizado este punto, veamos la historia personal de Juan.

Historia Personal

En realidad sabemos más de Juan de lo que sabemos de los otros discípulos de Jesús. Juan es mencionado en los evangelios con su hermano Jacobo como “los hijos de Zebedeo.” Juan es mencionado en segundo lugar, implicando que él era el más joven de los dos. Según Marcos 1:14 al 21 el negocio familiar de pesca estaba cerca de Capernaum en el mar de Galilea. Según el versículo 20 el negocio era lo suficientemente próspero como para emplear a otras personas. Después de la muerte de Jesús el negocio seguía siendo lo suficientemente estable, como para regresar a él, según Juan 21:1 al 14.

Una comparación de Marcos 15:40 y Mateo 27:56 indica que la mamá de ellos se llamaba Salomé y que ella también siguió a Jesús por lo menos por algún tiempo. En algún momento ella le pidió a Jesús que le diera a sus hijos un trato preferencial en su reino, según Mateo 20:21. Yendo un paso más allá, una comparación de Juan 19:25 y Mateo 27:56 puede indicar que Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo, era la hermana de María la madre de Jesús. Esto haría a Juan el primo de Jesús. Si esto fuera cierto nos ayudaría a explicar porque Jesús cuando habló desde la cruz en Juan 19:25 al 27 le pidió a Juan que se hiciera cargo de su madre.

En Marcos 3:17, Jacobo y Juan fueron llamados los “hijos del trueno.” Esto parece hacer referencia a su fuerte temperamento. Sólo como un ejemplo, Lucas registró una ocasión cuando Jesús trató de encontrar alojamiento en una ciudad samaritana. Cuando los residentes se reusaron a recibir a Jesús y a sus discípulos, Jacobo y Juan reaccionaron con un gran enojo. Escuchemos lo que dice Lucas 9:54 al 56.

Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió … Y se fueron a otra aldea. (Lucas 9:54-56)

Parece que durante el tiempo que Juan estuvo con Jesús, Juan era muy emocional y estaba a un instante de explotar. Es sorprendente que al final, él se convirtió en el escritor del Nuevo Testamento que más que cualquier otro se enfocó en el amor de Dios y en el amor del pueblo de Dios.

Algunos críticos han pensado que la naturaleza compasiva del cuarto evangelio contradice el retrato de Juan dado en los otros evangelios. Pero dos líneas de pensamiento dejan claro que no hay contradicción. Primero, la historia de Juan es la de un hombre cambiado por el amor de Dios. Ser amado por Jesús, cambió a Juan en el apóstol del amor. Segundo, cuando Dios cambió al intenso y emocional Juan, no lo convirtió en un ser humano sin emociones. Él cambió a Juan en un intensamente emocional predicador del evangelio de amor. Dios redirigió y usó la esencia de su ser, pero no erradicó esa esencia.

En las narraciones de los evangelios, Juan pertenece al círculo íntimo de los discípulos junto con Pedro y Jacobo. Y sólo ellos estuvieron con Jesús en eventos críticos como su transfiguración, y sus oraciones en el Getsemaní en la noche de su arresto. En el libro de Hechos, Pedro y Juan son los dos líderes de los discípulos. Y en Gálatas 2:9. Pablo llamó a Juan uno de los pilares de la iglesia en Jerusalén

En la iglesia primitiva, Ireneo y muchas otras fuentes reportaron el largo ministerio de Juan en Éfeso después de que dejó Jerusalén. Existe una fuerte tradición de que Juan fue eventualmente exiliado a la Isla de Patmos. Según algunas fuentes, después fue liberado del exilio y regresó a Éfeso, muriendo durante el reinado del Emperador Trajano, cerca del final del primer siglo.

Ahora que hemos afirmado el punto de vista tradicional de que Juan escribió el cuarto evangelio y nos hemos familiarizado un poco con la historia personal de Juan, exploraremos la ocasión o circunstancias acerca de la autoría del evangelio de Juan.

OCASIÓN

Exploraremos la ocasión acerca de la autoría del evangelio de Juan de cuatro maneras. Primero, consideraremos la ubicación geográfica tanto de la audiencia como la del escritor. Segundo, observaremos un poco más de cerca la identidad de la audiencia original. Tercero, consideraremos la fecha de la autoría. Y cuarto, pensaremos en el propósito del evangelio. Comencemos observando la ubicación del evangelio de Juan.

Ubicación

Es muy probable que Juan escribió su evangelio mientras estaba en Éfeso, y que lo escribió para una audiencia que vivía fuera de Palestina, tal vez en Asia Menor. No podemos saber esto con certeza, pero hay varios factores que apoyan estas conclusiones. Por ejemplo, los comentarios de Juan acerca de las costumbres judías palestinas apuntan a una audiencia que vivía fuera de Palestina. Escuchemos lo que Juan escribió en Juan 4:9:

La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. (Juan 4:9)

En este versículo, Juan incluyó un comentario para sus lectores acerca de la hostilidad entre los judíos y samaritanos. Esta hostilidad habría sido bien conocida en Palestina, así que el comentario de Juan indica que sus lectores vivían en otro lugar.

Los escritos de la iglesia primitiva también sugieren que el evangelio fue escrito primeramente para la gente fuera de Palestina. Anteriormente citamos a Eusebio quien citó a Ireneo diciendo que Juan escribió este evangelio en Éfeso, en Asía Menor. Casi toda la iglesia antigua estuvo de acuerdo con esta conclusión, incluyendo Ireneo, Polícrates, Clemente de Alejandría, y Justino Mártir Más aun, ninguna fuente antigua jamás sugiere que algún grupo aparte de los residentes de Asia Menor fueran sus destinatarios.

Hay también una cercana conexión entre el evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis. Juan escribió el libro de Apocalipsis, y su audiencia estaba definitivamente en Asia Menor. Las siete iglesias a las que se dirigen las cartas en Apocalipsis 2 y 3 están en Asia Menor. Y los sorprendentes paralelismos entre Juan y Apocalipsis crean una fuerte presunción de una audiencia similar. Por ejemplo, el evangelio de Juan tiene una línea de enseñanza relacionada con el conflicto entre los convertidos al cristianismo y las sinagogas judías. Y el libro de Apocalipsis también reconoce este problema. Escuchemos lo que el Señor dijo a su iglesia en Apocalipsis 2:9 y 3:9.

Yo conozco … la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás… yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. (Apocalipsis 2:9 y 3:9)

Desde una perspectiva diferente, sabemos por Hechos 19:1 al 7 que los seguidores de Juan el Bautista continuaron en Éfeso por lo menos hasta ese tiempo. Si el apóstol Juan escribió para una audiencia que incluía a los seguidores de Juan el Bautista, esto puede explicar el claro énfasis del evangelio al decir que Juan el Bautista se subordinó a Jesús.

Aunque la certeza del asunto es imposible, parece más probable que Juan estaba en Éfeso cuando escribió su evangelio y que fue formado en parte por las circunstancias en Asia Menor.

Ahora que hemos sugerido que la ubicación donde el evangelio fue escrito fue más probablemente en Éfeso, consideremos más de cerca el carácter de la audiencia original a quien Juan escribió.

Audiencia

Como todos los evangelios, hay un sentido en el que el evangelio de Juan fue destinado para toda la iglesia a través de las edades. Esto tiene un valor infinito para todo el pueblo de Dios. Pero también hay partes del evangelio de Juan que parecen haber tenido especial relevancia para la iglesia en algún lugar y tiempo determinado. Por lo menos en algunas partes del evangelio, Juan parece haber tenido en mente a miembros de la comunidad judía quienes habían creído que Jesús era el Mesías, pero quienes continuaban adorando en la sinagoga, o teniendo otros contactos importantes con la comunidad judía. De hecho, casi toda la parte central del evangelio, desde el capítulo 5 hasta el 12, trata con el intenso conflicto entre Jesús y los judíos.

Este conflicto es también resaltado por el uso de Juan de la frase “los judíos” que Juan usa más de 70 veces, pero que aparece menos de 20 veces en los otros tres evangelios combinados. En la mayoría de los casos Juan usó este término para referirse a los líderes religiosos quienes se levantaban en contra de Jesús.

En contraste, cuando Juan habló positivamente acerca del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, típicamente usó palabras como “Israel” o “Israelitas.” Por ejemplo, en Juan 1:47, Jesús llamó a Natanaél “un verdadero Israelita en quien no hay engaño.”

Juan también usó la palabra griega Cristo más seguido que cualquier otro de los evangelistas. El término “Cristo” se traduce de la palabra griega Christos y de la palabra hebrea Mashiach ambas significan “el ungido.” El Cristo era el Redentor ungido de Dios quien iba a rescatar a Israel de sus pecados y liberarlos del dominio extranjero.

El término “Cristo” habría sido especialmente importante para los cristianos judíos porque el enfoque de la diferencia entre la sinagoga y la creciente iglesia cristiana era la creencia de que Jesús era el Cristo, el tan esperado salvador del pueblo de Dios que había sido profetizado en el Antiguo Testamento.

El mesías judío, sólo llegó a ser designado por el término “mesías” tiempo después, pero, la promesa de que la simiente de la mujer vencería al mal –Satanás y su simiente – fue hecha en Génesis 3:15. Así, desde el principio y en adelante, la simiente de la mujer, es más tarde clarificada que será también la simiente de Abraham, y luego se aclaró que sería la simiente de Judá, y se les menciona estas promesas a la serpiente que será juzgada, y a Abraham que a través de su descendencia serán benditas todas las naciones, y a Judá que quienes gobiernen nunca se apartaran de sus pies. Estas promesas son eventualmente entrelazadas en los oráculos de Balaam, y como el plan de Dios está desde el principio, el mesías vencerá al mal y finalmente reabrirá el camino al Jardín del Edén y hará que las tierras secas se cubran de la gloria de Jehová como las aguas cubren el mar.

— Dr. James Hamilton

Los temas abordados por Juan y la forma en la que se dirige a ellos muestra que sus principales lectores fueron los judíos cristianos que estaban luchando como seguidores de Jesús. Pero como todas las Escrituras, el Espíritu Santo también dirigió el libro de Juan para ser usado por toda la iglesia a través de las edades. Y de hecho, en Juan 1:41 y 4:25, Juan incluso tradujo el término hebreo “Mesías” para los gentiles en su audiencia. Y por supuesto, la historia ha demostrado que el evangelio de Juan es de gran valor tanto para los creyentes judíos como gentiles.

Ahora que hemos visto tanto la ubicación como la audiencia del evangelio, consideremos la fecha de su composición.

Fecha

En general, podemos decir que Juan probablemente escribió entre los años 85 y 90 d. C. varios factores hacen probable que el evangelio no fuera escrito antes del año 85 d. C. Primero, Juan es el único evangelio que no incluye predicciones de la destrucción de Jerusalén y del templo, lo que tuvo lugar en al año 70 d. C. esto es probablemente porque un importante período de tiempo había pasado desde ese terrible evento.

Segundo, el evangelio refleja una época cuando la división entre la iglesia y la sinagoga era más amarga. Después de la caída de Jerusalén, el judaísmo vino a ser más rígido. Defendiéndose a sí mismo contra las herejías, las oraciones diarias en la sinagoga fueron cambiadas para incluir una maldición sobre herejías como aquellas que creían que Jesús era Hijo de Dios; y la excomunión formal vino a ser más frecuente. Esta tensión esta prefigurada en pasajes como Juan 9, donde Juan reportó la excomunión del hombre ciego que había sido sanado por Jesús. Escuchemos el comentario de Juan sobre esta situación en Juan 9:22:

Los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. (Juan 9:22)

En este pasaje, ser expulsado de la sinagoga significaba ser excomulgado, excluido de la comunidad judía.

Tercero, parece que el evangelio de Juan fue escrito después que los otros tres evangelios. Este punto de vista es compartido por el historiador del cuarto siglo Eusebio. Según él, Juan dirigió su evangelio para complementar a los otros evangelios especialmente con información del ministerio de Jesús antes del arresto de Juan el Bautista. Escuchemos lo que Eusebio escribió en Historia Eclesiástica, Libro 3 capítulo 24, sección 12:

Así pues, Juan expone en su Evangelio escrito las obras anteriores al encarcelamiento del Bautista, pero los tres evangelistas restantes mencionan las que llevó a cabo después de que él fuera encarcelado.

— Eusebius, Ecclesiastical History

Cualquiera que lea los cuatro evangelios inmediatamente se encontrará con el hecho de que hay tres evangelios: Mateo, Marcos y Lucas, que se ven muy similares entre ellos; con muchas historias iguales, la misma estructura básica en términos del ministerio de Jesús, luego tenemos el cuarto evangelio, el evangelio de Juan, que es radicalmente diferente. El evangelio de Juan parece ser escrito bastante tarde en el primer siglo, cuando la iglesia estaba enfrentando nuevos desafíos del mundo exterior; de sus oponentes judíos; de oponentes seculares también. Y todos estos desafíos estaban ciertamente relacionados en cierto sentido con la persona de Jesús, quien era él. La deidad de Jesús estaba claramente bajo fuego porque el evangelio de Juan enfatiza firmemente que Jesús es divino. Los evangelios sinópticos – no fueron gran problema porque evidentemente no estaban siendo desafiados. La otra cosa es que hay falsas enseñanzas levantándose en la iglesia, y el evangelio de Juan parece abordar esta cuestión de las falsas enseñanzas. La otra cosa la tercera son los oponentes judíos. Realmente había una clara ruptura en ese tiempo entre los cristianos y los judíos; una ruptura que todavía no vemos realmente cumplida en los evangelios sinópticos, en Mateo, Marcos y Lucas.

— Dr. Mark Strauss

Todo esto nos guía a la conclusión de que la antigua tradición de la iglesia era probablemente correcta y de que el evangelio fue escrito al final de la vida de Juan, probablemente después del año 85 d. C.

Si Juan, el hijo de Zebedeo, es el autor de este evangelio entonces la última fecha posible para el evangelio de Juan está determinada por su vida útil. Juan era un joven cuando comenzó a seguir a Jesús, probablemente alrededor del año 30 d. C. Aun si Juan hubiera estado al final de su adolescencia en ese tiempo, el podría haber tenido casi 80 años de edad alrededor del año 90 d. C. Vivir mucho más que eso sería muy dudoso.

El 85 ó 90 d. C. es la última fecha posible para que Juan escribiera el evangelio de acuerdo con la evidencia de los manuscritos. El manuscrito más antiguo que contiene una porción del Nuevo Testamento es llamado el Papiro 52, también llamado el Papiro Rylands. Este fragmento contiene una parte de Juan 18.

El Papiro 52 está fechado entre los años 100 y 150 d. C. Asumiendo que este pequeño fragmento era originalmente una parte original del evangelio completo, indica que el evangelio fue escrito lo suficientemente temprano como para ser distribuido muy ampliamente en la primera parte del segundo siglo.

Otros manuscritos del evangelio, escritos a finales del segundo siglo también han sido encontrados. Esos manuscritos son todos de origen egipcio, y representan diferentes tradiciones de manuscritos. Es dudoso que esta transportación geográfica de Asia Menor a Egipto, como la diversificación de la tradición manuscrita, pudiera haberse dado en menos de 40 o 50 años, por lo tanto, parece razonable determinar como fecha última para la escritura del evangelio de Juan alrededor de los años 90 ó 100 d. C.

Ahora que hemos considerado la ubicación, audiencia, y fecha del evangelio de Juan, enfoquémonos en el propósito de Juan para escribir su evangelio.

Propósito

Todos los libros de tamaño considerable en el Nuevo Testamento tienen propósitos complejos, y el evangelio de Juan no es diferente. Así como Jesús trata con un número de temas importantes durante su ministerio, el registro de Juan del ministerio de Jesús también trata varios temas. Pero aun así es posible describir estos propósitos de manera unificada. De hecho, Juan mismo resume su propósito para nosotros. Específicamente, dijo que él quería confirmar la creencia de que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios. Escuchemos lo que Juan escribió en Juan 20:30 y 31.

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:30-31)

En pocas palabras, Juan escribió así para que su audiencia pudiera creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, para que ellos pudieran recibir los beneficios que vienen con la creencia del mensaje del evangelio.

Bueno, Juan es bastante explícito respecto a la razón de la autoría del evangelio. En Juan capítulo 20 versículo 31, establece que estas cosas fueron escritas para que nosotros supiéramos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo tengamos vida eterna en él. Es un doble propósito declarado ahí. Primero tiene que ver con su evangelio siendo naturalmente evangelístico. Obviamente ha escrito así para que sus lectores puedan ejercitar en cualquier momento, cuando el Señor les señale, fe en sí mismo. Segundo, es naturalmente apologético. Él también quería convencer a sus lectores que Jesús realmente era el Dios-hombre encarnado.

— Rev. Larry Cockrell

Así, Juan dice, yo escribí éste evangelio para que puedan conocer la identidad de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios y él explica quien es el Hijo de Dios, que es el Verbo, que estaba con el Padre y se hizo carne, que Jesús es el Mesías prometido, y esto no es sólo una información abstracta que asentamos, sino él dice, quiero que tengan la verdadera confianza sobre esto, de que ustedes tienen la vida que el Padre libremente les ha dado a través de él.

— Dr. Robert Plummer

A través de su evangelio, el propósito de Juan está centrado en promover la creencia en Jesús como Mesías y como el Hijo de Dios. Estos eran los dos puntos en los que los judíos cristianos necesitaban el mayor apoyo para sus conflictos en la sinagoga. Ellos tenían que creer en Jesús como el Cristo y el Hijo de Dios, y necesitaban perseverar en su creencia si iban a recibir las bendiciones de la salvación.

Por supuesto hay un sentido en el que el evangelio de Juan es para todos los creyentes, Por ejemplo, en los capítulos 13 al 17 Juan trató de nutrir la fe de todos los creyentes destacando que a pesar de que Jesús ya no andaba en la tierra, era una realidad presente en las vidas de su pueblo a través del Espíritu Santo. Todas las enseñanzas de Jesús tenían como meta enriquecer la vida de todos los creyentes.

Estudiosos han dicho que el evangelio de Juan es “una alberca en la que los bebés juguetean y los elefantes nadan.” Su mensaje básico es simple y claro: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Pero los detalles de este mensaje básico continúan desafiando a los intérpretes quienes han estudiado el evangelio por años.

Los primeros cristianos que leyeron este evangelio habrían sido profundamente alentados por éste, el cual les enseñaría a perseverar en su fe cristiana a pesar de sus conflictos con sus oponentes. Y les desafiaría a crecer en su amor y admiración por el Cristo que era su única fuente de vida abundante. Y el evangelio de Juan ofrece los mismos estímulos y desafíos para los cristianos modernos también.

Ahora que hemos estudiado el trasfondo del evangelio de Juan, vayamos a la estructura y contenido.

ESTRUCTURA Y CONTENIDO

Los académicos han descrito la estructura del evangelio de Juan en una variedad de formas. En esta lección, seguiremos a los que han sugerido una conexión entre el resumen introductorio de Juan sobre la vida y el ministerio de Jesús y el contenido del libro de Juan. Escuchemos estas palabras de Juan 1:10 al 14:

Jesús En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios … (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:10-14)

Este pasaje se enfoca en cuatro ideas principales: Jesús vino al mundo; él vino y fue rechazado por su propio pueblo, llamado Israel; Aquellos quienes lo recibieron y creyeron en él vinieron a ser hijos de Dios; y entonces aquellos creyentes se convirtieron en testigos de Jesús.

Siguiendo cuatro ideas principales, veremos el evangelio de Juan de esta manera:

•Primero, Juan inició su evangelio con una breve introducción que describe la encarnación de Jesús en el 1:1 al 18.

•Segundo, Juan registró el ministerio público de Jesús en el 1:19 al 12:50, donde él mostró que Jesús vino a su creación y fue rechazado por la raza humana a la que había venido a salvar.

•Tercero, Juan incluyó una descripción del ministerio privado de Jesús para aquellos que habían recibido y creído en él en el 13:1 al 20:31.

•Y cuarto, en la conclusión del evangelio de Juan, en el 21:1 al 25, Juan remarcó el rol de los apóstoles y otros discípulos como testigos de la gloria de Jesús.

Veremos cada una de estas partes del “Evangelio Según San Juan,” comenzando con su introducción.

INTRODUCCIÓN

En el 1:1 al 18, Juan resume todo el evangelio de manera hermosa y poderosa. Él enseñó que Jesús es la Palabra de Dios quien creó todas las cosas y es la fuente de toda vida. Y más que eso, Jesús vino al mundo como un ser humano de carne y hueso. Y como Dios encarnado, reveló la gloria del Padre al mundo que había creado.

Juan describió esto en Juan 1:4 y 5 diciendo que Jesús es la luz que vino a un mundo en tinieblas. Él conquistó esa oscuridad siendo la completa revelación de la gracia de Dios. Y mientras la Biblia algunas veces habla acerca de la gloria de Jesús estando velada durante su encarnación, Juan remarcó el hecho de que la encarnación de Jesús realmente dio a conocer su gloria de manera importante. Y lejos de oscurecer la gloria de Jesús, su encarnación como ser humano realmente reveló su gloria. Juan escribió en Juan 1:14:

Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)

MINISTERIO PÚBLICO DE JESÚS

Siguiendo la introducción, Juan registró el ministerio público de Jesús en Juan capítulo 1:19 al capítulo 12:50. En esta sección, Juan se enfocó en el hecho de que Jesús vino a su propio pueblo, la nación de Israel, y que la gente de Israel rechazó a Jesús como su Cristo y Señor. Como vimos en Juan 1:11, Juan dijo que,

Jesús A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. (Juan 1:11)

Aunque hay excepciones importantes a este resumen, esa es generalmente la forma en la que la nación de Israel respondió al ministerio público de Jesús en el evangelio de Juan.

Nuestra investigación del ministerio público de Jesús se dividirá en siete partes, comenzando con la preparación del ministerio, y continuando con eventos que rodean seis diferentes fiestas judías. Veamos primero la preparación del ministerio de Jesús en Juan 1:19 al 2:12.

Preparación Para el Ministerio

La sección sobre la preparación del ministerio de Jesús comienza con el ministerio de Juan el Bautista en Juan 1:19 al 36, en este pasaje, Juan destacó que Juan el Bautista era un testigo importante al hecho de que Jesús era el Hijo de Dios, y que Jesús sería el cordero sacrificado de Dios quien quitaría el pecado del mundo.

Siguiendo esto, Juan registró el llamado de Jesús a sus primeros discípulos en Juan 1:37 al 51. Como con el relato de Juan el Bautista, el énfasis en esta sección es en la identidad de Jesús. Sus discípulos se refirieron a él como “Rabí,” lo que significa maestro, en el versículo 38; “Mesías” que significa Cristo, en el versículo 41; “De quien Moisés escribió” que es una referencia a lo que el profeta Moisés había predicho, en el versículo 45; y “el Hijo de Dios” y su término paralelo “El Rey de Israel,” en el versículo 49. Finalmente en el versículo 51 Jesús se identificó a sí mismo como el “Hijo del Hombre” quien fue enviado para proveer el acceso a la presencia de Dios.

La última parte de la preparación de Jesús para el ministerio fue su primer milagro, registrado por Juan en Juan 2:1 al 12, ésta fue la ocasión cuando Jesús convirtió el agua en vino. Pero el enfoque no estaba en el milagro mismo. Escuchemos lo que Juan escribió en Juan 2:11:

Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. (Juan 2:11)

Uno de los puntos principales que Juan señaló fue que este milagro era una señal que revelaba la gloria de Jesús, y que causó que sus discípulos creyeran en él.

El término “señales” es usado en el libro de Éxodo, en referencia a los milagros que Moisés realizó, supongo específicamente las plagas. Y así las señales son, o el término “señales” es ya usado para referirse a los milagros y pienso que, no sólo Juan hace ésto porque frecuentemente compara a Jesús con Moisés, sino que de hecho, también tiene el mismo interés que el autor del libro de Éxodo en mostrar que los milagros fueron dados para mostrar algo a la gente, para darles algo, podríamos decir, información que ellos esperaban para actuar, y específicamente que Dios estaba diciendo a la gente algo, y la gente necesitaba responder.

— Dr. David Redelings

Juan es el único entre los evangelios en mencionar consistentemente los milagros de Jesús, semeion, “señales” como usualmente es traducido. Los milagros no tenían la intención de llamar la atención hacia ellos mismos, sino para apuntar más allá de sí mismos a Jesús. Particularmente identificaron a Jesús como el Cristo” y “el Hijo de Dios,” en línea con el propósito del libro que Juan resumió en Juan 20:30 y 31.

Muchas personas se beneficiaron de los milagros de Jesús, pero aquellos a quienes les fueron abiertos los ojos, vieron, la identidad de Cristo. Juan usa una palabra que habla de esa clase de milagros, no sólo como grandes acontecimientos milagrosos, sino como apuntando mas allá de sí mismos a la identidad de Cristo. Juan dice que por esto lo escribió, para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, y tengan vida en su nombre, y las señales realizan esa función.

— Dr. Simon Vibert

Las señales son algo que Jesús hace, que apunta a su verdadera identidad. Y si simplemente lo entendemos como un milagro en el nivel material, entonces nos perdimos el punto. Ya se trate de cambiar el agua en vino, o de alimentar a una multitud con pan milagrosamente, o de la curación del ciego, a través del evangelio, Juan se da cuenta que estos no son únicamente milagros, sino estas son cosas que sí vemos a través de ellas como Dios manda, veremos la verdadera revelación de la identidad de Jesús; “que él es el pan de vida”, “que él es el que vino a darnos la vista,” “que él trae el vino nuevo de la era venidera” y nosotros celebramos eso.

— Dr. Robert Plummer

Primera Pascua

La segunda sección que trata con el ministerio público de Jesús se orienta en torno a la celebración de la pascua en Jerusalén. Nos referimos a esto como la primera pascua porque específicamente esta es la primera vez que se menciona en el evangelio de Juan. Esta sección se extiende desde Juan 2:13 hasta el 4:54.

Comienza con el relato de Juan cuando Jesús purificó el templo sacando a los mercaderes en Juan 2 versículos13 al 25 Y otra vez, el enfoque estaba en la identidad de Jesús. Escuchemos lo que los judíos le preguntaron a Jesús en Juan 2:18:

¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? (Juan 2:18)

Jesús respondió prediciendo su propia muerte y resurrección, lo que sería la mayor señal en todo su ministerio de que él era el Hijo de Dios.

En su comentario después de este reporte, encontramos en el 2:21 al 25, que Juan menciona que Jesús realizó también muchas otras señales, y como resultado muchas personas creyeron en su nombre, por lo menos superficialmente.

En seguida, Juan reportó la sorprendente conversación de Jesús con Nicodemo, un miembro del concilio judío, en el 3:1 al 21. Y otra vez, el énfasis estaba en la identidad de Jesús, como el “Hijo del Hombre” y “el Hijo de Dios,” y también en su papel de salvador para el que fue enviado.

En Juan 3:22 al 36, encontramos otro relato de Juan el Bautista, en éste, Juan insistió que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Y dijo que Jesús había venido para testificar acerca de Dios y la salvación, pero que casi nadie lo recibía en fe.

En Juan 4:1 al 42, Juan reportó el encuentro de Jesús con una mujer samaritana en un pozo en Samaria. Otra vez, el énfasis estaba en identificar a Jesús como el Mesías, también llamado el Cristo – aquél que podía venir y explicar todas las cosas a su pueblo. Insistiendo que la salvación vendría a través de los judíos y particularmente a través de sí mismo, Jesús retó su manera de pensar, y la llamó a que encontrara en él la vida y la realidad de Dios que ella siempre había anhelado. Y muchos samaritanos respondieron a su enseñanza creyendo en Jesús.

Finalmente, en Juan 4:43 al 54, Juan registró una segunda señal milagrosa de Jesús. Como la primera señal, esta también tuvo lugar en Caná. Pero esta vez Jesús sanó a un niño sin ni siquiera tocarlo o verlo. Y no es sorpresa que el énfasis en esta historia es sobre el hecho de que el milagro tenía la intención de validar la autoridad de Jesús, y esto llevó a la fe a aquellos que atestiguaron esto.

Un tema importante en esta sección que trata con la primera pascua es la fe. Juan registró en el 2:11 que después de esta primera señal, los discípulos creyeron en Jesús. En el 4:42, Los samaritanos creyeron por la enseñanza de Jesús. Y en el 4:53, la familia del niño sanado creyó. Después, en Juan 7:50 y el 19:39, encontramos razones para pensar que Nicodemo también se convirtió en creyente en Jesús. Las señales de Jesús y sus profundas enseñanzas fueron testimonios poderosos de su identidad y de la salvación que él ofreció, y muchos depositaron su fe en él.

Sin duda uno de los temas principales en el evangelio de Juan es la fe salvadora. Creer es el énfasis en todo el evangelio. Y ese énfasis se ejerce en dos áreas – Primero, creer, o convertirse en hijos de Dios, es una obra de Dios mismo. Segundo se trata de una acción, por decirlo así, tomada de la parte del individuo. La fe salvadora se entiende ciertamente como un regalo. Es la gracia de Dios en nuestra vida lo que creemos – pero está basada en algo que hacemos, y tiene que haber un aspecto del conocimiento. Tiene que haber un entendimiento de que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados. Y tiene que haber un sentido de reconocimiento de que estamos de acuerdo con eso. Pero esto va más allá que solamente reconocer y aceptar. Hay un sentido de confianza y ese es un aspecto crucial de la fe. Es la mano vacía de la persona buscando y recibiendo todo lo que Dios ha hecho a través de su Hijo Cristo.

— Dr. Jeff Lowman

Una de las cosas más frustrantes sobre el mundo que nos rodea es que la palabra “fe” es usada ligera e inconscientemente. Hay muchas personas que básicamente hablan de la fe como si ellos tuvieran fe en la fe. Esa no es la manera en la que los cristianos hablan de la fe. Hay muchas clases de fe. Estoy sentado en una silla justo ahora. Me siento bastante confiado de que me va a sostener. Yo tengo fe en esta silla. Sin embargo, no tengo fe en esta silla para hacer algo más que sostenerme. No sirve para otro propósito. Cuando hablamos de fe que salva, es una fe en Cristo. Es creer y descansar en la confianza de que Cristo ha hecho todo lo necesario para nuestra salvación. La fe que salva es una fe que es fe en Cristo, sabiendo que es Cristo quien pagó el castigo de nuestro pecado, sabiendo que es Cristo quien compró nuestra salvación, sabiendo que es Cristo quien ha hecho completa expiación de nuestros pecados, sabiendo que en él, tenemos perdón completo de nuestros pecados. La fe que salva es simplemente la confianza para descansar y creer en Cristo, sabiendo que él ha hecho esto por nosotros, que no hay nada más que se pueda hacer, y que él mantiene a aquellos quienes vienen a él en fe, por siempre. La fe salvadora, la fe que salva, es una fe que es definida por el hecho de que en su solitario, significado más esencial, creemos en Cristo. No tendríamos nada más, no desearíamos nada más. Sabemos que Cristo es suficiente para nuestra salvación.

— Dr. R. Albert Mohler, Jr.

Tristemente, no todos respondieron creyendo en Jesús. En el 2:12 al 20, Jesús sacó a aquellos que estaban contaminando el templo. En el 2:24 y 25, Jesús no se confió de la gente, porque él sabía que ellos no tenían una verdadera fe. En el 3:18 al 21, leemos acerca del juicio que vendrá en contra de los que se rehúsan a creer.

Fiesta Sin Nombre

La tercera sección del ministerio público de Jesús está asociado con una fiesta sin nombre, y está registrada en Juan 5:1 al 47.

En los versículos 1 al 15, Jesús sanó a un hombre que había estado inválido por 38 años. Pero como este día era un día de reposo, Jesús fue acosado por los judíos por violar la ley del trabajo en el día de reposo. Juan en 5:16 al 47 registró la respuesta de Jesús, donde declaró ser el dador de vida eterna a todos los que creen en él.

Segunda Pascua

La cuarta sección del ministerio público de Jesús nos habla sobre el cumplimiento de una segunda celebración de pascua en Juan 6:1 al 71.

La pascua era una fiesta donde los judíos celebraban el éxodo de Egipto. Así que no nos debe sorprender que esta sección contenga muchas referencias al éxodo. En el 6:1 al 15, Jesús milagrosamente realizó la alimentación de cinco mil personas con sólo 5 piezas de pan y dos peces. Este hecho remarcó la provisión que hace Dios de maná a la nación de Israel después de que fueron liberados de la esclavitud de Egipto.

En Juan 6:16 al 24, Jesús caminó sobre el agua, mostrando sobre este elemento un dominio mayor, que el que Moisés tuvo cuando abrió el Mar Rojo. Entonces, en el 6:25 al 71, después de cruzar el mar, Jesús se presentó a sí mismo como el “verdadero pan de vida,” lo cual superó por mucho al maná que Dios proveyó en los días del éxodo. Como el verdadero pan, Jesús cumplió la fiesta de la pascua como el proveedor de vida verdadera para todos los creyentes.

Fiesta de los Tabernáculos

La quinta sección del ministerio público de Jesús se enfoca en la fiesta de los tabernáculos en Juan 7:1 al 10:21.

En Juan 7:1 al 52, Juan registró como Jesús observó y cumplió la fiesta de los tabernáculos. Dicha fiesta se realizaba en conmemoración de la liberación que Dios realizó del pueblo de Israel de Egipto, y de su provisión de agua en el desierto. También celebraba la continua provisión de Dios de lluvia para la cosecha. Y esperaba con interés la liberación final que haría Dios de su pueblo. Durante esta fiesta, el predicador ilustraba la gracia de la provisión de Dios derramando agua sobre altar del templo. Usando esta imagen del agua, Jesús audazmente clamó que él era el único que puede dar “agua viva.”

En Juan 8:12 al 59, Jesús habló de su verdadera identidad llamándose a sí mismo el Hijo de Dios. Jesús se llamó a sí mismo el Hijo de Dios, incluso negando que los judíos incrédulos fueran hijos legítimos de Abraham.

En el 9:1 al 41, Jesús sanó a un hombre que había estado ciego desde su nacimiento. En respuesta, los fariseos desconfiados investigaron cuidadosamente lo que Jesús había hecho. Su incredulidad impulsó a Jesús a decir que los fariseos eran en realidad los que estaban ciegos, aun y cuando ellos decían que veían.

Jesús se presentó a sí mismo como el Buen Pastor en el 10:1 al 21. En comparación con los fariseos, Jesús era el Buen Pastor porque él estaba dispuesto a dar la vida por sus ovejas.

Fiesta de la Dedicación

La sexta sección del ministerio público de Jesús registra los eventos referentes a la celebración de la fiesta de la dedicación en Juan 10:22 al 11:57.

Juan 10:22 al 40 reporta que Jesús observó y cumplió con la fiesta de la dedicación. La fiesta no fue instituida en el Antiguo Testamento. Esta celebración comenzó en al año 165 a. C., después de que la familia sacerdotal de los Macabeos dirigió una exitosa revuelta contra el rey griego Antíoco Epífanes. Antíoco había tomado el título Epífanes y creía que él mismo era una manifestación de Dios. Él masacró a muchos en Jerusalén, profanó el templo, y ordenó la adoración de Zeus por los judíos. Por lo tanto la fiesta de la dedicación celebra la purificación del templo al reconsagrarlo después de haber sido reclamado por los Macabeos. Hoy, la fiesta es mejor conocida por su nombre hebreo, Hanukkah que significa “dedicación.”

Este pasaje implícitamente contrapone a Jesús con Antíoco. Por un lado, Antíoco falsamente proclamó ser divino mientras masacró al pueblo de Dios y profanó el templo. Por otro lado, Jesús realmente es el Hijo de Dios quien fielmente hizo el trabajo del Padre, incluyendo el dar vida eterna a su pueblo. En Juan 10:36, Jesús proclamó que él había sido apartado – o como algunas traducciones lo ponen “consagrado” – y enviado al mundo. Y este lenguaje remarca la consagración del templo en la fiesta de la dedicación. Y por supuesto, Jesús ya había comparado la reconstrucción del templo con la resurrección de su cuerpo en Juan 2:19 al 21.

Estos temas se desarrollan en la historia de la resurrección de Lázaro en Juan 11:1 al 57, donde se demuestra el divino poder de Jesús sobre la muerte. Y la resurrección de Lázaro de la muerte también anuncia la propia resurrección de Jesús al final del evangelio, cuando todas las esperanzas de la fiesta de la dedicación sean finalmente cumplidas.

Tercera Pascua

La séptima sección del ministerio público de Jesús está centrada alrededor de la preparación del la tercera pascua en Juan 12:1 al 50.

La preparación de Jesús comenzó al ser ungido para la sepultura en el 12 versículos 1 al 11. En los versículos 12 al 19, Juan registró la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. En Juan 12:20 al 50, Jesús anunció públicamente que era tiempo de que él fuera glorificado a través de su muerte y su resurrección. Jesús llamó a todo aquel que le escuchara a creer en él. E incluso después de realizar milagros frente a ellos, muchos judíos creyeron y muchos otros no creyeron.

Otra parte importante en el evangelio de Juan trata acerca de el ministerio privado de Jesús para los que lo recibieron y creyeron en él. Abarca desde Juan 13:1 hasta el 20:31.

MINISTERIO PRIVADO DE JESÚS

Esta sección del evangelio contiene los relatos de Juan sobre la última cena de Jesús con sus discípulos, su arresto, crucifixión y resurrección. Es la historia de cómo Jesús reveló su gloria a su pueblo especial. Juan enseñó que Jesús ministró íntimamente a aquellos que creyeron en él, y voluntariamente dio su vida por ellos. A través de estos eventos, Jesús reveló la gloria de Dios de una manera que nunca antes se había visto.

Esta sección del evangelio de Juan contiene el pensamiento que Juan expresó en Juan 1:11 y 12, donde él escribió estas palabras:

[Jesús] a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:11-12)

En los primeros doce capítulos del evangelio de Juan, Jesús ministró al mundo, pero aun los suyos no lo recibieron. Entonces, comenzando en el 13, Jesús se concentró en aquellos en quienes lo recibieron: sus discípulos.

Veremos esta sección del evangelio de Juan en dos partes. Primero, consideraremos los eventos de la Última Cena. Segundo, veremos la hora de la mayor gloria de Jesús, es decir, su muerte y resurrección. Comenzaremos con los eventos alrededor de la Última Cena.

Última Cena

Jesus’ ministry to his disciples at the Last Supper is described in four distinct parts. In the first part, Jesus served them by washing their feet in John 13:1-30.

Jesús simbolizó todo su ministerio terrenal cuando el humildemente lavó los pies de sus discípulos. Este evento dramáticamente proyectó su encarnación y su sacrificio salvador en la cruz. El Creador del universo se postró delante de su propio pueblo y les sirvió lavando sus pies cansados y sucios. Esto fue un servicio que alcanzaría su clímax al día siguiente en la cruz cuando él lavaría sus almas sucias y cansadas con su sangre purificadora. Después de lavar sus pies, Jesús anunció que uno de sus discípulos lo traicionaría. Entonces, después de que Satanás entró en Judas, Judas salió de la habitación para llevar a cabo la traición.

Después de servir a sus discípulos lavando sus pies, Jesús los consoló en Juan 13:31 al 14:31.

Después de que Judas salió, Jesús comenzó lo que generalmente es llamado su “discurso de despedida,” en el que preparó a sus fieles discípulos para el hecho de que pronto les dejaría.

Aunque los apóstoles son su audiencia, de seguro existe una razón por la cual se necesitaba preservar estas palabras para futuras generaciones del ministerio apostólico. En otras palabras, debe haber conceptos transferibles para cada persona que quiera vivir como un apóstol y un aprendiz y como uno que está aprendiendo y uno que entiende que es enviado al mundo. Si se tiene el conocimiento vocacional de uno mismo, entonces encontrará gran cantidad de maravillosas enseñanzas en el discurso del aposento alto. Yo creo que hay aplicaciones específicas para los líderes en este pasaje. Pienso que esos capítulos pueden leerse con gran provecho para los hombres y mujeres que han sido llamados a posiciones de liderazgo en el cuerpo de Cristo. Pero lo que normalmente opino es que toda la motivación cristiana está realmente personificada por Jesús en Juan 17, porque él divide la oración, ora por los apóstoles, pero también dice: “No oro sólo por ellos, sino por aquellos que creerán por causa de su testimonio.” Así que toda esta sección en Juan 14, 15, 16 y 17 es de ida y vuelta entre los doce y aquellos que servirán en roles similares después de que los doce se hayan ido. Así que yo veo esto como una sección para todos los creyentes.

— Dr. Steve Harper

Jesús comenzó su discurso de despedida diciendo que el tiempo había llegado para que él fuera glorificado – refiriéndose a que iba a morir, resucitar de la muerte, y ascender a su Padre en los cielos. Sus discípulos tendrían que vivir sin la presencia de su cuerpo caminando, hablando y viviendo entre ellos. Él también predijo que Pedro lo negaría tres veces. Jesús sabía que estas noticias complicadas preocuparon a sus discípulos, así que él los consoló, y les aseguró que finalmente los llevaría al Padre, también. Y les dijo que no los dejaría solos; el enviaría al Espíritu Santo para ministrarles en su lugar. Escuchemos la promesa de Jesús en Juan 14:26.

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:26)

Jesús prometió que sus discípulos nunca estarían solos. Serían llevados a juicio y perseguidos por el mundo, pero nunca necesitarían defender solos el nombre de Jesús y el de ellos mismos. El Espíritu de verdad les daría poder para hablar y para escribir infalible y autoritativamente en nombre de Jesús. Después de consolar a sus discípulos, Jesús los preparó para su partida y para sus futuros ministerios en Juan 15:1 al 16:33.

Al final de la sección anterior, Jesús y sus discípulos dejaron el lugar donde habían estado, y Jesús comenzó una nueva sección de su discurso. Él comenzó describiéndose a sí mismo como la vid verdadera en Juan 15:1 al 8. Esta metáfora apela al Salmo 80:8 y a Isaías 5:1 al 7, donde la nación de Israel fue descrita como una viña gloriosa. Debido al fracaso y al pecado de Israel más tarde fue llamada una “vid, degenerada y extraña” (NVI) en Jeremías 2:21 (NVI.) Sin embargo Jesús usó esta imagen para asegurar a sus discípulos que él mismo estaba reconstituyendo a Israel como una nación fiel y verdadera y que ellos eran parte de este gran plan. Escuchemos lo que Jesús dijo en Juan 15:1 al 5:

Yo soy la vid verdadera, Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:1-5)

Al decir que era la vid verdadera, Jesús estaba diciendo que en un sentido importante, él mismo era Israel. Jesús representó a Israel, y cumplió el destino de Israel. Israel no había podido establecer el reino de Dios en la tierra, pero Jesús tuvo éxito. Y sus discípulos eran las ramas de su vid. Ellos eran parte del pueblo de Dios, y los instrumentos a través de los cuales Dios llevaría a cabo su plan para la historia.

Pero Jesús también sabía que el mundo odiaría a sus discípulos, porque ya lo odiaban a él. Así que, les aseguró que estaba abriendo la puerta de la oración al Padre por ellos. Ellos eran sus embajadores, sus representantes autorizados en la tierra. Y por esto el Padre prestaría atención a sus oraciones como si Jesús mismo hubiera orado por ellos. Como les dijo en Juan 16:23 y 24:

De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan 16:23-24)

Después de preparar a sus discípulos, Jesús oró por ellos en Juan 17:1 al 26. La oración de Jesús en Juan 17 es generalmente llamada su oración sacerdotal, porque intercede por sus seguidores de manera sacerdotal. En particular, Jesús oró para que el Padre protegiera a sus discípulos y de esta manera muchos otros pudieran venir a la fe a través de ellos. El oró para que ellos y sus propios discípulos fueran protegidos de las fuerzas del mundo, que su unidad los fortaleciera, y que sus vidas glorificaran a Dios.

Jesús sabía que su tiempo se acercaba, él mismo dijo que era su momento para regresar y estar con el Padre como cuando eran uno antes del comienzo del mundo. Y en este tiempo, Jesús dijo: “Yo cuidé a todos los que me diste, excepto el hijo de perdición, para que las Escrituras se cumplieran.” Vemos que Jesús realmente está orando al Padre por sus discípulos. Él dijo, trabajé con ellos de 3 a 3 años y medio para santificarlos, para traerlos a este punto. Pero ahora, no estaré aquí con ellos. Así que Padre, por favor, guárdalos, continua este proceso de santificación porque ellos van a enfrentar grandes retos y gran persecución y ahora como van a superar esto. Es una oración a Dios, para que tenga cuidado de sus discípulos que están en preparación para el trabajo y los retos, la persecución, el martirio que vendrá ante ellos, las cosas que van a tener que sacrificar para difundir el mensaje del evangelio de Jesucristo.

— Rev. Thad James

Después de describir la Última Cena, Juan reportó la muerte y resurrección de Jesús en Juan 18:1 al 20:31.

Muerte y Resurrección

En el evangelio de Juan, la muerte y resurrección de Jesús, y sus eventos asociados, son generalmente descritos como: “La hora de la gloria de Jesús”. En el Antiguo Testamento, la palabra “gloria” generalmente se refiere a la presencia de Dios en su pueblo. Durante la historia de Israel, la gloria de Dios los acompañó, su gloria estaba en la nube que los dirigió durante su peregrinación por el desierto en Éxodo 16:10. Estaba en el tabernáculo de Dios en Éxodo 40:34 y 35 y la gloria de Dios habitaba en el templo de Salomón en 1 Reyes 8:11. De acuerdo a esta definición cuando el evangelio de Juan usa la palabra “gloria” se refiere a Jesús como Dios encarnado que habita entre su pueblo. Pero cuando Jesús se refiere a “la hora de su gloria,” él usualmente se refiere al momento particular en su vida en el que su gloria sería demostrada al mundo de la manera más profunda posible. En otras palabras se estaba refiriendo a su muerte y resurrección.

Normalmente no pensamos de la muerte como gloriosa. Pero la muerte y resurrección de Jesús compraron la reconciliación del pueblo de Dios. Su sacrificio voluntario y su resurrección trajeron salvación y vida a todo aquel que creyó en él y le recibió como Mesías. Esto reveló el amor y el poder de Dios para nosotros de maneras que de lo contrario, nunca nos hubiéramos dado cuenta. Fueron trágicas, pero hermosas. Y trajeron inmenso honor y alabanza a Dios. En definitiva, fueron los eventos más gloriosos que han sucedido en la historia de la humanidad.

El relato de la muerte y resurrección de Jesús se divide en tres grandes partes, comenzando con el arresto y juicio de Jesús en el 18:1 al 19:16.

Primero leemos del arresto de Jesús en el 18:1 al 11. Después que Judas traicionó a Jesús entregándolo a las autoridades, soldados, y oficiales de parte de los sumos sacerdotes y los fariseos vinieron y arrestaron a Jesús. En el 18:12 al 27, Jesús fue traído a Caifás el sumo sacerdote para ser cuestionado. Durante este tiempo, Pedro negó a Jesús tres veces, justo como Jesús lo había profetizado.

En seguida, Jesús fue llevado ante el gobernador romano Pilato en el 18:28 al 19:16. Pilato concluyó que Jesús era inocente, pero no lo liberó por temor a los judíos. Sin embargo el verdadero poder detrás del arresto y juicio de Jesús era Dios mismo. Ni Pilato ni Caifás estaban realmente en control. Cada cosa que pasó fue de acuerdo al plan de Dios. Como leemos en Juan 19:10 y 11:

Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas?¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba. (Juan 9:10-11)

La segunda parte importante del relato de Juan sobre la muerte y resurrección de Jesús es la crucifixión en Juan 19:16 al 37.

En el relato de la muerte de Jesús, Juan explica como los eventos particulares de la crucifixión cumplieron con varias expectativas sobre el Mesías escritas en el Antiguo Testamento. Estos datos demuestran que Jesús no fue tomado por sorpresa; cada cosa tomó su lugar de acuerdo al plan de Dios.

Durante su arresto, juicio y crucifixión, Jesús mantuvo silenciosamente su dignidad erguida. El Hijo de Dios dio su vida por su pueblo, y haciendo eso reveló la gloria de Dios de una manera que nunca antes se había revelado. ¿Hasta dónde llegaría Dios para liberar a su pueblo? ¡Por todo el camino hasta la cruz!

La Biblia dice que Jesús fue a la cruz por el gozo puesto frente a él. La cruz ha sido la cosa más difícil que alguien haya hecho. Nunca ha habido un sufrimiento más grande que aquel, que, el Hijo de Dios experimentó en la cruz, ya que no sólo murió una muerte física brutalmente difícil, sino que tuvo que soportar la imposición de nuestros pecados sobre él, y la ira de Dios sobre sus hombros. Fue la cosa más difícil que alguien haya hecho, pero Jesús lo hizo por el gozo, puesto frente a él. ¿Por qué haría ésto? Lo hizo porque él sabía el resultado. Esto produciría una muestra de la gloria de Dios. Una muestra de su amor, su justicia, su ira, su santidad, su compasión, su misericordia, todo bellamente cubierto en la cruz de una manera en que lo veríamos a él como él es, y seríamos capaces de adorarlo por toda la eternidad al reunirnos alrededor del cordero que fue inmolado. Su trono es donde nosotros le adoramos. Dios ha mostrado su carácter, su gloria, y nos ha mostrado quien es él en la cruz, y nosotros le adoramos. Él trae muchos hijos a la gloria en esta cruz. Así que por eso era capaz de hacer esto con gozo, por el producto final.

— Dr. K. Erik Thoennes

Tercero, el reporte de la muerte y resurrección de Jesús termina con la resurrección en Juan 20:1 al 31.

De acuerdo a Juan 20:1 al 9, la tumba de Jesús fue un hecho histórico. María, Pedro y el mismo Juan vieron que Jesús no estaba ahí. En el 20:10 al 31, Jesús se apareció a María Magdalena, los discípulos y a Tomás. Estos reportes indican que los seguidores de Jesús eran algo escépticos y no eran fácilmente engañados.

En particular, Tomás no había estado presente la primera vez que Jesús apareció a sus discípulos. Y Tomás era escéptico. Él quería evidencias. Él no iba a creer la historia tan perturbada de una resurrección. Y su confesión en el versículo 28 es el clímax de la narración de Juan, donde Tomás reconoce a Jesús con las palabras “Mi señor y mi Dios.”

Es bastante sorprendente que cuando, Tomás escuchó de los otros discípulos, a quienes conocía personalmente, había viajado con ellos por todo ese tiempo —él conocía a estos hombres. Y ellos le dijeron que habían visto a Jesús resucitado, él no podía aceptarlo. No es como si algún extraño le estuviera diciendo esto, y todos estuvieran de acuerdo. Él sólo no podía convencerse. Pienso, y sospecho que esta situación tiene que ver con su incapacidad para arriesgarse a creer y a ser decepcionado otra vez. Pienso que tenía miedo de ser decepcionado nuevamente.

— Dr. David Redelings

Tenemos el relato de Tomás dudando, diciendo las famosas palabras, “a menos que ponga mis dedos en las marcas de los clavos en el costado de Jesús, no creeré.” Y a menudo Tomás es catalogado como “Tomás el incrédulo” porque no le creyó a Jesús, pero pienso que deberíamos ser un poco menos duros con Tomás. En primera instancia, Juan nos dice que Tomás no estaba ahí con los 12 cuando Jesús vino entre ellos y se les reveló a sí mismo. Y en segundo lugar, si creemos que los discípulos fueron seleccionados para ser testigos oculares de la resurrección de Jesús, entonces había un sentido en el que Tomas tenía que ver para poder creer. Y tercero, deberíamos decir que cuando Jesús se paró entre ellos revelándose a Tomás, Tomás hizo la más remarcada y clara profesión de fe en todo el evangelio. Él llamó a Jesús “Mi Señor y mi Dios,” y así Juan explica, al final de Juan capítulo 20, que Jesús dijo: “Porque has visto has creído, pero de ahora en adelante, bienaventurados aquellos que no vieron y han creído. Hay un sentido en el que Tomás tuvo que ver para creer. Pero también hay un sentido en el que tú y yo podemos ver, no mediante la observación de Jesús delante de nosotros, sino mediante el llegar a apreciar y entender todo lo que ellos vieron y llegar a creerlo por nosotros mismos. Creo que algunas veces somos un poco injustos con Tomás porque él tenía un papel único y porque es un gran ejemplo de alguien que cuando ve a Jesús por quien él es, expresa una fe maravillosa en él. Realmente es un modelo para nosotros, así que cuando llegamos a comprender quien es Jesús, nosotros también debemos caer de rodillas y adorarlo.

— Dr. Simon Vibert

La última parte del evangelio es la conclusión a su relato de la vida y ministerio terrenal de Jesús, registrado en Juan 21:1 al 25.

Conclusión

Esta conclusión toma temas de todo el evangelio y dirige a los lectores hacia el futuro. Al igual que el capítulo anterior, se reporta una aparición de Jesús resucitado en los versículos 1 al 14. Pero el énfasis de la narrativa no está en el hecho de la aparición. En ambos versículos el 1 y el 14, Juan habló de esta aparición como una revelación, usando la misma palabra que en el 2:11 cuando él dijo que Jesús “manifestó su gloria.” Por lo tanto en lugar de usar esta aparición como una simple prueba de la resurrección, Juan quiso que se leyera este relato como una conclusión de la revelación de Jesús y su gloria que se había iniciado en el primer capítulo de su evangelio y había continuado a través de todos sus reportes.

Más aun, la conclusión también confirma la autoridad de los apóstoles y otros discípulos para dar testimonio de Jesús, a pesar de que el destacado apóstol Pedro lo negó tres veces. En Juan 21:15 al 23, Jesús contrarresta la negación de Pedro, perdonándolo, y restaurándolo tres veces por separado. Y en estas restauraciones, Jesús comisionó a Pedro a cuidar el rebaño de Dios. Jesús mismo era el Buen Pastor. Pero ahora él designó a Pedro para seguir cuidando al pueblo de Dios.

Cada uno de los otros evangelios termina con alguna forma de la Gran Comisión – Jesús mandó a sus apóstoles y a otros discípulos a construir la iglesia. Y esta historia de la restauración de Pedro es la manera en la que Juan ve el futuro de la iglesia. Jesús ha prometido estar con su pueblo para siempre. Y él tomó este momento para dejar en claro que una manera en la que él siempre estará con su pueblo es a través de otros pastores, como Pedro. Como Pedro mismo después escribió en 1 Pedro 5:1 y 2:

Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros. (1 Pedro 5:1-2)

La mayoría de los estudiosos creen que el evangelio de Juan fue escrito cuando los últimos apóstoles estaban muriendo. Juan incluso pudo haber sido el último apóstol vivo en ese momento. Así que, este hecho hizo que fuera más importante para el pueblo de Dios, el oír que Jesús estaba todavía presente a través de los pastores de su rebaño. Finalmente no fue Pedro o ningún otro apóstol quien dirigió la iglesia. Era Jesús mientras ellos lo seguían. Ellos sirvieron sólo como sus embajadores y ayudantes. Y Jesús prometió regresar por su pueblo, corporal y permanentemente, para dirigirlos en el futuro.

Ahora que hemos visto tanto el trasfondo como la estructura y contenido del evangelio de Juan, estamos listos para considerar algunos de los temas principales que Juan enfatizó.

TEMAS PRINCIPALES

Juan enlista varios temas importantes en su declaración de propósito en Juan 20:30 y 31, donde leemos estas palabras:

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:30-31)

En esta parte de nuestra lección, nos enfocaremos en cuatro temas relacionados que provienen de la declaración que Juan nos dio: El hecho de creer, la identidad de Jesús como el Cristo, su identidad paralela como el Hijo de Dios, y la bendición de vida que él ofrece. Comencemos con el énfasis de Juan en el hecho de creer.

CREYENDO

Juan usó la palabra griega pisteuo, que significa “creer” 106 veces, los otros tres evangelios juntos usan esta palabra 34 veces, sólo un tercio del total de veces que Juan la usó. Esta diferencia en el énfasis muestra cuán importante es la idea de creer en la narrativa de Juan.

En el evangelio de Juan, el concepto de creer está relacionado a otros conceptos como “recibir” “venir a” y “conocer”. Así que para creer en Jesús hay que recibirle, venir a él y conocerlo en el sentido de una experiencia personal.

Esta forma de creer, recibir, conocer y venir a Jesús generalmente comienza como un momento de decisión personal para confiar y seguir a Cristo – lo mismo que los cristianos modernos llaman “conversión.” Cuando la conversión es genuina, esto nos lleva a una participación en la obra de Dios y a recibir sus bendiciones en una variedad de formas. En esta parte del evangelio, Juan se refiere a la conversión con términos como convertirnos en hijos de Dios, y obtener la vida eterna. Escuchemos la descripción que hace Juan del significado de creer en Juan 1:12:

Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)

Y encontramos un lenguaje similar en Juan 3:36, donde leemos estas palabras:

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no vera la vida. (Juan 3:36)

En pasajes como estos, creer es un sincero, sentimiento en el corazón. Un acto de confianza y compromiso con Jesús que nos une a él. Este nos hace parte de la obra de Dios en la historia. Y llegará a su plenitud cuando Jesús se revele en toda su gloria.

Es importante reconocer que Juan no siempre usa la palabra “creer” en el mismo sentido. En algunos pasajes, Juan usó la palabra “creer” para señalar una fe superficial – lo que los teólogos generalmente han llamado una fe “temporal” o “hipócrita.”

Por ejemplo, escuchemos Juan 2:23 y 24:

Estando Jesús en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos. (Juan 2:23-24)

Jesús no se fiaba de estas personas porque su creencia era sólo superficial. No era la creencia sincera que los teólogos generalmente llaman “fe salvadora.”

Podemos decir que a partir de los contextos donde Juan cuando habla de “creer,” que él solía tener en mente la verdadera fe salvadora – verdadera confianza en Jesús como Salvador y Señor. Para Juan, Jesús – el objeto de nuestra fe –hace toda la diferencia. No es el poder de nuestra fe lo que nos salva, sino el poder de aquél en quien creemos.

Una vez que hemos observado el tema de creer en Jesús, vayamos a una de las cosas principales que Juan nos quiere hacer reflexionar, y es que Jesús es el Cristo, el Mesías, el cumplimiento de las antiguas promesas de Dios para el pueblo de Israel.

CRISTO

Al llamar a Jesús “Cristo”, Juan claramente lo identifica como el Rey de Israel. Después de todo, en el primer siglo el término “Cristo” o “Mesías” se había convertido en el equivalente a “rey de Israel.” Esto es lo que el Cristo era. El hecho de que Jesús era el rey de Israel tenía muchas implicaciones y Juan dirigió su atención a varias de ellas.

Por ejemplo, Juan enfatizó que como el rey de Israel y de Judá en el Antiguo Testamento, Jesús personificó al pueblo que gobernaba. Jesús se convirtió en todo lo que Israel había dejado de ser, y con ello recibió todas las bendiciones que Israel previamente fracasó en obtener. Como Rey de Israel, Jesús representó a su pueblo en toda su capacidad, y sirvió tanto como su substituto y como el conducto de las bendiciones de Dios para Israel.

En Juan 15:1 al 8, Juan demostró esta verdad acerca de Jesús reportando que él era la vid verdadera, y que sus seguidores eran los pámpanos en él. Escuchemos lo que Jesús dijo en Juan 15:5 y 8:

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto … En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan 15:5-8)

A través del Antiguo Testamento, Israel ha sido descrito como la viña de Dios. Encontramos esta imagen en lugares como el Salmo 80 Jeremías 2, Ezequiel 17, y Oseas 10. Más aun, la familia real de David, y el futuro gran Mesías, fueron representados como la rama de donde el pueblo de Dios crecería. Vemos esto en lugares como Isaías 11:1 así que, con estos antecedentes cuando Jesús proclama ser la vid verdadera y el único camino para agradar y glorificar a Dios, sus discípulos habrán comprendido que Jesús era el rey verdadero de Israel quien representa y encarna a su pueblo.

Pero, ¿Cuáles son las implicaciones en la idea de qué como rey, Jesús es el verdadero Israel? Por un lado, esto significa que Jesús estaba cumpliendo con todo lo que Israel fue llamado a ser. Israel había fallado en lograr ser y hacer lo que Dios le había ordenado. Pero donde Israel falló por causa de su pecado, Jesús lo logró perfectamente. Él cumplió el destino de Israel. En su propia persona, Jesús resumió siglos de la historia del Antiguo Testamento y reveló la realidad de la gloriosa presencia de Dios como sólo él lo podía hacer. Y a causa de esto, el verdadero pueblo de Israel no es identificado por su membrecía en la nación de Israel, en su lugar, ellos son el pueblo, las ramas de la vid verdadera – creyentes en Cristo, unidos en él por medio de la fe.

Nuestra discusión del rol que Jesús representa como el Cristo se enfoca básicamente en tres maneras en las que Jesús cumple con las expectativas que tiene el Antiguo Testamento del Mesías, quien fue particularmente importante en el evangelio de Juan. Primero, Jesús cumplió con la expectativa del templo. Segundo, cumplió las expectativas creadas por las fiestas de Israel. Y tercero, cumplió con la ley de Dios. Veremos cada una de estas ideas, comenzando con la manera en la que Jesús cumplió con la expectativa del templo.

Templo

Una de las razones por las que el templo era importante en las Escrituras es que este era el lugar donde Dios había prometido estar presente con su pueblo de manera especial. Por supuesto, sabemos que Dios es omnipresente; él está en todas partes en todo tiempo. Pero cuando hablamos acerca de la especial presencia de Dios, tenemos en mente las manifestaciones de su presencia – los momentos en los que Dios concentra su presencia en lugares particulares, de una manera en la que él era visualmente glorioso.

La presencia de Dios en el tabernáculo y en el templo es importante porque, el tabernáculo y el templo son el universo en miniatura. Son microcosmos representando al mundo, ahí la presencia de Dios realmente representa su presencia en el mundo. El mundo es el templo que Dios hizo en el cual tendría comunión con su pueblo. Y entonces, cuando Adán se rebela, Dios eligió esta dinastía de personas quienes eventualmente se convierten en la nación de Israel, se instala entre ellos, y el lugar en el que habita es ésta réplica en miniatura de lo que es el universo. Su presencia es única porque ahí es donde Israel va a estar en la presencia de Dios, en el tabernáculo y después en el templo, esto es también un adelanto de lo que Dios va ha hacer en todo el mundo. Cuando Dios llena el tabernáculo en su consagración, cuando está completo al final del Éxodo, y después cuando llena el templo, cuando es terminado en 1 de Reyes capítulo 8, realmente estamos recibiendo un anticipo de lo que sucederá en el universo cuando la gloria de Dios se conozca totalmente.

— Dr. James Hamilton

El tema de la presencia especial de Dios entre su pueblo se cumple en muchas etapas en la historia bíblica. Al principio el Jardín de Edén fue el lugar santificado en la tierra donde la presencia central y especial de Dios podía ser encontrada. Sirviendo como la sala del trono en la tierra, de donde la humanidad santificaría toda la tierra, convirtiendo al mundo entero en el reino santo de Dios.

Después, cuando Dios estableció a Israel como su sacerdote real, primero relacionó su presencia especial con el tabernáculo y después con el templo. La decoración y mobiliario tanto del tabernáculo como del templo fueron diseñados siguiendo el modelo del Jardín del Edén, y ambos, hacían la función del Jardín. Las Escrituras confirman esta conexión señalando que el tabernáculo y el templo eran la sala del trono real de Dios en la tierra – los lugares en donde Dios habitaba gloriosamente en medio de su pueblo. Este hecho se expresa claramente en lugares como 1 Crónicas 28:2, Salmo 11:4 e Isaías 6:1. Estos fueron los lugares más sagrados en la tierra, en donde las bendiciones de Dios podían ser directamente obtenidas por su pueblo. Y de la misma manera que el Jardín del Edén, eran el centro de su reino, donde su pueblo santificaba a la tierra como su reino. De acuerdo con el evangelio de Juan, una manera fundamental para entender la importancia de Jesús es considerar que él cumple con lo establecido en el Antiguo Testamento acerca del tabernáculo y del templo de Dios. Escuchemos lo que Juan escribió en Juan 1:14:

Y aquél Verbo [Jesús] fue hecho carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)

Cuando Juan dijo que Jesús “habitó entre nosotros”, usó el verbo griego skenoō, relacionado con el sustantivo skēnē, que significa tienda o tabernáculo. De hecho, éste mismo sustantivo es usado para referirse al tabernáculo sagrado de Dios en la Septuaginta – la traducción griega del Antiguo Testamento. Mediante el uso de éste verbo y asociándolo con la “gloria” de la presencia de Dios, Juan deja claro que Jesús ahora proveía el mismo acceso a la presencia especial de Dios que la que había sido previamente disponible en el tabernáculo.

Y Juan hizo el mismo señalamiento sobre el templo en Juan 2:19 al 21, donde leemos éste relato:

Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Más él hablaba del templo de su cuerpo. (Juan 2:19-21)

Aquí, Juan dejó claro que Jesús estaba cumpliendo con el templo también.

Juan también explicó claramente que aún después de que Jesús no estuviera físicamente presente en la tierra, sus seguidores disfrutarían de la presencia especial de Dios. Esto es porque, en Juan 4:21, Jesús le dijo a la mujer samaritana que venía el día cuando ni en el templo de Jerusalén ni en el santo lugar de Samaria tendrían especial prioridad en la adoración a Dios. Como Jesús dijo en Juan 4:23 y 24:

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad … Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23-24)

Las palabras de Jesús a la mujer samaritana deberían ser una gran motivación para la iglesia moderna, porque vivimos en el tiempo del que Jesús estaba hablando. En nuestros días, Jesús no está presente físicamente en la tierra. De acuerdo a Hebreos 8:2, y 9:11 y 12, él reside físicamente en el tabernáculo de Dios en el cielo. Pero está presente con nosotros espiritualmente, especialmente cuando nos reunimos en la iglesia. Vemos esto en lugares como Mateo 18:20 y 1 Pedro 2:4 al 9. Y porque Jesús está presente con nosotros, ahora somos el templo sagrado de la presencia especial de Dios en la tierra.

Pero aun éste maravilloso cumplimiento del templo en Cristo será sobrepasado cuando Jesús regrese en gloria. Pasajes como Apocalipsis 21:1 al 5 enseñan que cuando Cristo regrese, el transformará la creación entera en la morada de Dios. En ese tiempo, Cristo y el Padre siempre estarán presentes con nosotros, y la tierra entera será llena de la gloria de Dios.

Una segunda manera en la que Jesús cumplió con las expectativas mesiánicas del Antiguo Testamento en el evangelio de Juan fue cumpliendo con el significado de las fiestas de Israel.

Fiestas

Como mencionamos anteriormente, gran parte del evangelio de Juan puede describirse en torno a varias fiestas que Jesús atendió. Entre estas fiestas hubo varias celebraciones de pascua, tabernáculos y dedicación. Dios estableció estas fiestas para identificar a Israel como su real sacerdocio, y para darles maneras regulares de disfrutar las bendiciones de su presencia especial en el tabernáculo y el templo. Y en su evangelio, Juan dejó claro que Jesús cumplió con el significado de estas fiestas.

La fiesta de la pascua era una de las tres fiestas principales de Israel celebradas anualmente. Ésta celebraba el Éxodo de Israel de Egipto. En resumen, Jesús cumplió con esta fiesta porque él representaba al cordero pascual, quien sería muerto y comido en la pascua y cuya sangre era el símbolo de la liberación de Israel de Egipto. Los cuatro escritores de los evangelios identificaron a Jesús como el verdadero cordero pascual. Pero sólo Juan remarcó éste hecho registrando las palabras de Juan el Bautista, quien dijo, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” en Juan 1:29. En Juan 19:33, Juan también reportó que cuando Jesús murió, los soldados “no quebraron sus piernas” cumpliendo el requerimiento de Éxodo 12:46 que dice que los huesos de los corderos escogidos para la fiesta de la pascua no deberían ser quebrados. En esta y muchas otras maneras, Juan mostró que Jesús cumplió con el simbolismo y el significado de la pascua.

En Juan 7:2 y 37, Juan también reportó la celebración de Jesús de otra de las tres fiestas anuales de Israel: la fiesta de los tabernáculos. Uno de los más importantes rituales de la fiesta era verter agua en memoria de la manera en la que Dios proveyó agua a Israel en el desierto, y de la manera en la que Dios proveía lluvia para los cultivos de Israel año tras año; así como en anticipación de la forma en la que Dios derramaría corrientes de bendición sobre su pueblo en los últimos días. Juan trazó una fuerte conexión entre esta ceremonia y Jesús señalando que él es el conducto de todas las bendiciones que Dios derramará en el clímax de la historia. Específicamente, Juan reportó que en los últimos días de la fiesta de los tabernáculos Jesús anunciaría su poder para distribuir las bendiciones de Dios. Escuchemos lo que Jesús dijo a las multitudes en Juan 7:37:

Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (Juan 7:37)

Juan registró que las corrientes de agua viva de la bendición de Dios fluyen de Jesús. Todas las bendiciones pasadas, presentes y futuras, vienen a través de él. En este sentido, Jesús es el cumplimiento de todas las esperanzas de las bendiciones de Dios que fueron representadas en la fiesta de los tabernáculos.

Finalmente, en Juan 10:22 al 39, Jesús celebró la fiesta de la dedicación o Hanukkah. La fiesta de la dedicación no era una de las fiestas principales establecidas en el Antiguo Testamento. Pero era importante para la vida de Israel en el primer siglo porque celebraba la victoria de Israel sobre sus opositores griegos en el año 165 a. C., así como la re-dedicación del altar y del templo que tomó lugar después de esta victoria. En Juan 10:30, mientras Jesús estaba celebrando la fiesta de la dedicación, el hizo la sorprendente afirmación.

Yo y el Padre uno somos. (Juan 10:30)

Los judíos entendieron que él estaba proclamando ser Dios, y respondieron tratando de apedrearlo. Entonces Jesús se defendió en Juan 10:36 refiriéndose a sí mismo como: Al que el Padre santificó.

Cuando Jesús dijo que él era “santificado” el usó el termino griego hagiazō, que las Escrituras usan para referirse a la dedicación y a la consagración en las ceremonias del templo. En este contexto, hagiazō tiene un sinónimo cercano con el término griego ἐγκαίνια (egkainia) – que se traduce como “dedicación” en la expresión “fiesta de la dedicación.”

De esta manera, Juan estrechamente asoció a Jesús con la celebración de la dedicación o consagración del templo. La fiesta celebraba que el templo era preparado para la presencia de Dios. Y de manera similar, Jesús fue apartado como el cumplimiento de la presencia especial de Dios en la tierra.

Además de mostrar que Jesús cumplió con las expectativas del templo y de las fiestas, Juan también demostró que Jesús cumplió con la ley de Dios.

Ley

Aunque los cristianos estamos acostumbrados a pensar en la ley de Dios de manera negativa – como algo que nos condena –también necesitamos recordar que la ley fue dada para los verdaderos creyentes como una guía hacia las bendiciones de Dios.

Cuando vemos la ley en la Biblia, es claro que las personas que la leían no solo creían que simplemente estaban leyendo una lista de reglas o reglamentos. Esto era una guía de vida. Y así podían leerla sabiendo que si guardaban la ley, serían bendecidos al cumplirla. Pienso que hay varias razones para esto. Primero es que la ley es la revelación de Dios. La ley nos dice cómo Dios quiere que vivamos. Y el Salmo 40 versículo 8 dice, “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” Así que cuando nos alineamos con la voluntad de Dios, cuando entendemos cual es su voluntad encontramos gran regocijo y bendición en hacer cualquier cosa que se supone que debemos hacer, o en no hacer lo que se nos ha dicho no hacer. El simple hecho de que es una revelación es un signo de la bendición de Dios, un signo del favor de Dios. Pero más aún, yo pienso que es una bendición porque en realidad… la ley es una invitación para que participemos en lo que Dios quiere traer a la tierra.

— Dr. Steve Harper

El uso predominante de la ley en el Antiguo Testamento es positivo porque la ley de Dios es un reflejo del carácter de Dios. Y así los Salmos, por ejemplo, hablan de la ley de Dios como una luz para nuestro camino y una lámpara a nuestros pies. David en los Salmos la describe como más dulce que el panal de miel, más preciosa que el oro, mantenerla es una advertencia para su siervo y hay una gran recompensa en ella. De hecho, todos los Salmos comienzan de esa manera – Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; pero se deleita en la ley de Dios – entonces el Salmo 1 dibuja una imagen del que teme a Dios y mantiene sus mandamientos es como el árbol plantado junto a corrientes que nunca deja de dar fruto. Y por lo tanto la ley es un lugar de bendición. Pero es un lugar de bendición únicamente para aquellos a quienes Dios ha concedido su perdón, ese perdón que viene a través de Cristo. La ley es entonces una guía de cómo vivir la vida en Cristo como una vida de bendición. Y quien ama a Cristo cumple la ley, Pablo dijo, que Cristo es la meta o el propósito de la ley. La ley nos muestra nuestro pecado, pero también nos muestra lo que Jesús ha hecho por nosotros y finalmente nos provee una guía para vivir. Así que toda la ley, Jesús dijo, se resume en dos mandamientos: Amar a Dios con todo el corazón, el alma, las fuerzas y el entendimiento y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así que cualquiera que conoce a alguien que ama a Dios con todo el corazón, el alma, las fuerzas y el entendimiento, conoce la bendición de ese tipo de persona. Y cualquiera que ha conocido a alguien que ama a su prójimo como se ama a sí mismo, saben que hay una gran bendición en eso. Hay generosidad, misericordia, provisión, bendiciones, hay felicidad en estar cerca y en presencia de aquellos que son fieles a los mandamientos de Dios.

— Rev. Michael Glodo

En el Antiguo Testamento, la ley de Dios era presentada como un regalo especial para su pueblo. El Salmo 119 y muchos otros pasajes celebran la ley como la guía de bendiciones de Dios para Israel. Y en el Nuevo Testamento, Santiago llama a la ley de Dios la perfecta ley que da libertad en Santiago 1:25, y Pablo la llama la ley de Cristo en 1 Corintios 9:21. Y Jesús mismo afirmó la importancia y el valor de la ley en Juan 10:35 cuando dijo:

La Escritura no puede ser quebrantada (Juan 10:35)

Aquí Jesús enseñó que todo el Antiguo Testamento, incluyendo la ley, es la perpetua y permanente palabra de Dios para su pueblo.

A pesar de eso, Juan dejó claro que la ley no era un fin en sí mismo. En un sentido importante, ésta siempre apunta más allá de sí misma, apunta a Jesús. En Juan 5:46 y 47 Jesús les dijo a los judíos incrédulos.

Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5:46-47)

Juan enfatizó éste punto a través de su evangelio. La ley del Antiguo Testamento apuntó hacía Jesús. Así que, rechazar a Jesús era también rechazar la ley que lo había anunciado.

Una de las maneras en las que Juan enfatizó esto fue atribuyéndole a Jesús títulos, características y acciones que el judaísmo ya le había dado a la ley. Por ejemplo, el judaísmo había dicho: Debes alimentar a tu enemigo hambriento con “el pan del Torá” y en Juan 6:35, Jesús es llamado “el pan de vida”. El judaísmo había dicho que las “palabras del Torá son vida para el mundo” y en Juan 4:11, Jesús es el dador del agua viva. El judaísmo también habló de “la luz de la ley que fue dada para alumbrar a cada hombre” y Juan 1:9 llama a Jesús “la luz verdadera que alumbra a todo hombre” estos son sólo unos pocos de los muchos ejemplos en el evangelio de Juan que muestran que Jesús encarnó la ley de Dios. Jesús y sus enseñanzas continúan siendo la fuente de vida y la luz para todo aquel que lo siga.

Juan quería entrañablemente que sus lectores entendieran lo que significaba para Jesús ser el Cristo. Él quería que ellos tuvieran confianza en el conocimiento de que Jesús no abandonaría a su iglesia, sino que siempre estaría con ella. Él quería que confiaran en Jesús, para que recibieran las bendiciones de Dios a través de él. Y quería que obedecieran la palabra de Dios, para que glorificaran al Señor como su reino de sacerdotes.

Ahora que hemos visto los temas principales de creer en Jesús, y la identidad de Jesús como el Cristo, debemos considerar su identidad paralela como el Hijo de Dios.

HIJO DE DIOS

La identidad de Jesús como el Hijo de Dios es paralela a su identidad como el Cristo porque ambos términos se refieren al hecho de que él es el Rey del reino de Dios en la tierra. Pero vale la pena discutir estos temas separadamente porque cada uno tiene diferentes matices.

En el evangelio de Juan el término Hijo de Dios se refiere a el divino rey mesiánico. Por un lado, éste se refiere al concepto del hijo divino quien bajó del cielo a la tierra, como en Juan 10:22 al 40. Por otro lado, puede ser sinónimo del Rey de Israel o Cristo, el descendiente humano de David quien era el justo Rey de Israel, como lo vemos en Juan 1:49 al 11:27.

Para tener un mejor entendimiento de que significa para Jesús ser el Hijo de Dios en el evangelio de Juan, nos ayudará ver como Juan destacó el gran misterio de que Jesús es totalmente divino y totalmente humano. Veamos primero la idea de que Jesús es totalmente divino.

Divino

Una manera en la que Juan proyectó la divinidad del Hijo fue a través de la relación entre Jesús el Hijo y Dios el Padre. Hay muchos pasajes que demuestran que esta relación es cualitativamente diferente a las relaciones que el Padre tiene con sus hijos humanos, como los creyentes. Escuchemos éste intercambio entre Jesús y los judíos en Juan 10:30 al 33:

[Jesús dijo,] Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. (Juan 10:30-33)

Los judíos directamente entendieron que Jesús proclamaba una unidad en su relación con Dios el Padre, de hecho, proclamaba que Jesús realmente era Dios.

Por otra parte, de acuerdo a Juan 14:9, Jesús es el único Hijo de Dios que reveló el Padre como ningún otro podría hacerlo. Aunque en el 1:18 no se usa la palabra “hijo” la enseñanza es exactamente la misma. Jesús reveló perfectamente a su Padre al pueblo. De hecho, de acuerdo a Jesús, en Juan 14:9, ver a Jesús es ver al Padre.

Y más allá de estos asuntos de revelación, Jesús también posee total autoridad divina sobre cosas como la vida y la muerte, y el juicio final. Como leemos en Juan 5:21 y 22:

Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo. (Juan 5:21-22)

Juan dejó claro que Jesús era Dios encarnado. Él era Dios mismo, con ilimitada autoridad para llevar a cabo la obra de Dios en la tierra.

Otra forma en la que Juan proyectó la divinidad o deidad del Hijo fue a través de la descripción de Jesús como el “YO SOY.” En Éxodo 3:14, Dios reveló su nombre de pacto a Moisés diciendo, “YO SOY EL QUE SOY.” Esto fue la base del divino nombre que ha sido representado en español como “El Señor.” Se pensaba que el nombre de Dios era tan santo que los judíos de los días de Jesús rehusaban pronunciarlo. Pero Jesús lo aplicó a sí mismo.

El evangelio de Juan, tiene declaraciones del “Yo Soy” que demuestra más de 24 cosas que Jesús dijo. Tiene más declaraciones que cualquier otro evangelio y cerca de la mitad de todo el Nuevo Testamento. La importancia, es que es una manera de identificar a Jesús con el Dios del Antiguo Testamento. Siete de estas afirmaciones son una forma de revelar al “Yo Soy” y, por lo menos en una de estas ocasiones en Juan 8:58 y 59 cuando él lo dice, ellos recogieron piedras para tratar de ejecutarlo por declarar ser el Dios del Antiguo Testamento. El resto de las afirmaciones son “Yo Soy” conectadas con algo como, “Yo soy el pan”; “Yo soy la Luz”; “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Aquí tenemos a Jesús proclamando ser Dios, pero Dios relacionado a la vida humana, debemos leer todas las afirmaciones juntas, pues Juan está poniendo delante de nosotros algo que Jesús ha hecho al decir: “Este hombre existió antes en el tiempo porque él es Dios” Cuando él hace la proclamación: “ Antes que Abraham fuese, yo era” en Juan 8:58, no sólo está proclamando que vivió dos mil años antes, esta proclamando ser el Dios que interactuó con Abraham, y el Dios eterno.

— Dr. John McKinley

En Juan 8:12 al 59 Jesús y los líderes judíos estaban involucrados en una confrontación explosiva. La controversia tiene que ver con la proclamación de Jesús de su condición de hijo, y la proclamación de sus oponentes de que son hijos de Abraham. En el versículo 44, Jesús les dijo que su verdadero padre era el demonio. A cambio ellos lo retaron preguntándole si él era más grande que Abraham. Entonces Jesús finalizó el argumento con estas palabras en Juan 8:58:

Antes que Abraham fuese, yo soy. (Juan 8:58)

Jesús no dijo, “Yo era,” como hubiera sido lo natural si él quisiera decir que era más viejo que Abraham. Él dijo, “Yo soy” proclamando no sólo ser más viejo y grande que Abraham, sino ser el eterno Dios de Israel mismo.

Habiendo considerado la divinidad de Jesús, veamos el tratado de Juan del hecho de que como Hijo de Dios, Jesús era también totalmente humano.

Humano

Desde el tiempo de David, el término, “Hijo de Dios” era usado para referirse al rey humano quien se sentaba en el trono de David como Rey de Israel. Podemos ver esto en lugares como Salmo 2:7 y 2 Samuel 7:14. Juan 7:42 también muestra que los judíos tenían la expectativa de que el Cristo viniera de la familia de David. Y en Juan 1:49, el término “Hijo de Dios” es usado como un sinónimo para “Rey de Israel.”

En muchos otros pasajes en el evangelio de Juan también se identifica a Jesús como el Rey de los judíos, como en el 12:13 al 15 el 18:33 al 40, y el 19:1 al 21. En resumen, cuando Juan identificó a Jesús como el Hijo de Dios, parte de lo que él quería decir era que Jesús era un perfecto humano descendiente de David que gobernaría sobre Israel para siempre.

El evangelio de Juan hace hincapié en que, como Hijo de Dios, Jesús posee una realeza divina completa y una realeza humana completa. Cada esperanza que el Antiguo Testamento puso en el reinado de Dios sobre el universo, y cada esperanza que el Antiguo Testamento estableció para el gobierno del Mesías Davídico, fue cumplida en el reinado de Jesús.

Hasta ahora, hemos visto los principales temas del hecho de creer en Jesús, la identidad paralela de Jesús como el Cristo y como el Hijo de Dios. Ahora estamos listos para estudiar las bendiciones de vida que vienen a aquellos que creen en Cristo.

VIDA

Juan usó la palabra “vida” 36 veces en su evangelio. Los otros tres evangelistas la usaron en total 16 veces. Pero no sólo es por el gran número de veces que se utilizó esta palabra, lo que le da importancia al evangelio. Sino el rol que la palabra “vida” juega en el mensaje del evangelio. En Juan 17:3, Jesús definió la palabra “vida” de esta manera.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3)

Por supuesto, que éste conocimiento es mucho más que el simple conocimiento intelectual de Dios. Este incluye una medida de conocimiento racional acerca de Dios. Pero aun más importante, es que es una relación con él – una experiencia personal de su presencia y participación en nuestras vidas. Esta comunión con nuestro creador es una de las principales metas de la existencia humana.

De acuerdo a Juan 3:16, esta vida puede también ser llamada “eterna” significando que nunca terminará. Pero Juan deja claro que no tenemos que morir para obtener esta vida eterna. De hecho, los creyentes ya poseen la vida eterna. Como Jesús dijo en Juan 5:24.

El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. (Juan 5:24)

La vida es el regalo de Dios para aquellos que creen en Jesús.

Las palabras, vida eterna vienen juntas a nosotros con mucha facilidad porque las encontramos frecuentemente en las Escrituras. Sabemos que uno de los regalos de nuestra salvación a través de Cristo es la vida eterna. Pero también somos creaturas cronológicas. Pensamos en términos de segundos, minutos, horas, días, meses y años, y por eso es fácil para nosotros pensar que la vida eterna es la vida que conocemos ahora, como un calendario que nunca termina. Esa no es realmente la noción bíblica de la vida eterna, el primer significado de vida eterna en las Escrituras, es que hay vida en Dios. Es Dios quien es eterno. La diferencia entre Dios y nosotros que somos criaturas humanas es que nosotros somos temporales. Sentimos el tiempo. Pero Dios es eterno. Y por la expiación que Cristo ha logrado por nosotros, aquellos que están en Cristo entran en la vida eterna de Dios. Y así la vida eterna significa que estamos vivos en Cristo con Dios por siempre. No es únicamente un calendario del que nunca pasan sus páginas. Es un estado de existencia que está basado en Dios mismo, y en el hecho de que él es eterno. La segunda palabra que es realmente importante, es la palabra “vida” porque en las Escrituras hay contraste entre la vida y la muerte. Y después del juicio, hay contraste entre la vida eterna y la segunda muerte. La vida eterna también es una afirmación de que en Cristo, aquellos quienes sus pecados son perdonados, conoceremos la vida con Dios y Cristo para siempre. Estaremos para siempre en la presencia de Dios, entraremos en un estado de existencia que es sin fin, eterno, que tiene que ver con la gloria de Dios y el consuelo y gozo y regocijo de estar en la presencia de Dios alabándolo por siempre. El contraste de esto es el infierno, definido como una segunda muerte. Así que lo que estamos hablando aquí con la vida eterna no es sólo la longitud de la eternidad. Es la riqueza de estar con Cristo teniendo comunión con Dios, en lugar de la eternidad en el infierno.

— Dr. R. Albert Mohler, Jr.

La vida eterna es un regalo de la liberación del juicio divino en interminable paz y alegría. Está sólo puede obtenerse de Dios por creer en su Hijo Jesús. Y el evangelio de Juan enfatiza por lo menos dos razones para esto. Primero, Jesús es el creador y proveedor de la vida, como leemos en lugares como Juan 1:1 al 5, 5:26, 11:25 y 14:6. Y por lo tanto, Jesús tiene el derecho a conceder la vida a aquellos a los que él desee. De hecho Jesús hizo esto explícitamente en Juan 5:21.

La segunda razón nos enseña que la vida eterna sólo puede ser obtenida a través de Jesús, sólo Jesús posee las palabras de vida, que son, el mensaje del evangelio que dirige a la gente a un conocimiento salvador de Dios. Jesús explicó esto en lugares como Juan 6:63 y el 12:49 y 50. Y Pedro lo confirmó en Juan 6:68.

Jesús es el unigénito; o como es llamado en Juan 1:18, el unigénito Hijo. Nadie más ha revelado al Padre Celestial como Jesús, porque nadie más vino del Padre como Jesús lo hizo. El rol único de Jesús como el revelador de Dios se basa en su identidad como “el unigénito de Dios” quien vino a mostrarnos al Padre y darnos vida eterna.

Y así a través de todo el evangelio de Juan, Jesús es el dador de la vida a todo aquel que cree. Aquellos que no creen no entienden sus palabras, y rechazan la vida que él ofrece. Pero aquellos quienes creen reciben vida eterna justo ahora, y las bendiciones sin medida de la era por venir.

CONCLUSIÓN

En esta lección, exploramos el trasfondo del “Evangelio Según San Juan” en términos de su autor y ocasión para escribir; estudiamos su estructura y contenido; y consideramos los temas principales de: creer, la identidad de Jesús como Cristo y como Hijo de Dios, y las bendiciones de vida en su nombre.

El evangelio de Juan nos muestra que Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de bendición de Dios. Jesús es el Cristo. Él puede y mantendrá cada gloriosa promesa que Dios ha hecho porque Jesús es el Hijo Salvador de Dios. Y esas promesas y salvación incluyen el maravilloso regalo de la vida eterna. Si nos aferramos a estas esperanzas al leer el evangelio de Juan, estaremos mejor preparados para entenderlas y para aplicarlas a nuestras vidas. Y si las mantenemos en nuestros corazones al vivir, estaremos mejor preparados para glorificar a Dios, y disfrutar la vida eterna que Él nos a dado a través de su Hijo, Jesús.

Materiales de la lección

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