Conferencia
I. INTRODUCCIÓN
La gente que ha vivido en más de un país a menudo me cuenta cuán difícil es adaptarse a las nuevas culturas. Cada país tiene sus propias costumbres, leyes y valores. Y lo que es apropiado en una nación, no es necesariamente apropiado en las demás. La gente de negocios, los turistas, e incluso los misioneros tienen que invertir mucho de tiempo en aprender las formas del nuevo país en el que están de visita.
En muchos aspectos, sucede lo mismo en la vida cristiana. Todos nacimos fuera de Cristo, separados de su reino. Muchos de nosotros pasamos años aprendiendo y siguiendo las formas del reino de las tinieblas. Y esto nos plantea grandes desafíos cuando tratamos de vivir de acuerdo a las formas de nuestro nuevo país, nuestro nuevo reino: el reino de la luz de Cristo.
Este desafío no es algo nuevo. Aun en el primer siglo, los cristianos tenían que convertirse de las religiones paganas. Antes de que llegaran a la fe en Cristo, habían pasado gran parte de sus vidas siguiendo las formas de Satanás. Y ellos hallaban muy difícil cambiar las formas que habían aprendido, sentido y practicado. De modo que, cuando el apóstol escribió la carta a los Efesios, se refirió específicamente a este desafío al pintar un retrato impresionante y cósmico de la vida en el reino de Dios en Cristo.
Esta es la tercera lección de nuestra serie “Las Epístolas de Pablo en Prisión.” Y hemos llamado a esta lección “Pablo y los Efesios.” En esta lección vamos a examinar le epístola de Pablo a la iglesia en Efeso, concentrándonos especialmente en la forma en que él diseñó esta carta para enseñar a los cristianos cómo edificar, mantener y hacer crecer sanamente el reino de Dios. Nuestro análisis de la epístola de Pablo a los Efesios se dividirá en tres partes. Primero, examinaremos el trasfondo de la carta de Pablo a los Efesios. En segundo lugar, observaremos la estructura y el contenido de Efesios. Y tercero, discutiremos la aplicación contemporánea de esta carta. Comencemos con el trasfondo de la epístola de Pablo a los Efesios.
II. TRASFONDO
El trabajo de Pablo como apóstol consistía en proveer a la iglesia de enseñanza y liderazgo con autoridad. En parte, él cumplió con esto escribiendo cartas. Sin embargo, Pablo no sólo quería extender la sana doctrina, o preservarla para la posteridad. Antes que nada, su deseo era servir a la iglesia, aplicando la sana doctrina. Sus cartas fueron pastorales y cariñosas, y apuntaban directamente a los problemas que la iglesia enfrentaba en el primer siglo.
Esto significa que al estudiar la carta de Pablo a los Efesios, es útil comenzar con preguntas como: ¿A quién fue dirigida esta carta? Y, ¿qué hechos significativos estaban enfrentando en sus vidas? El conocer las respuestas a preguntas como estas nos ayudará a comprender mejor las enseñanzas de Pablo.
A medida que analicemos el trasfondo de la carta de Pablo a los Efesios, nos concentraremos en tres aspectos. Primero, trataremos la autoría de Pablo de la carta; segundo, identificaremos la audiencia original de la carta; y tercero, observaremos el propósito de Pablo al escribirles a ellos. Comencemos analizando la autoría de Pablo de la carta a los Efesios.
Autoría
Cierto número de estudiosos modernos ha sugerido que Pablo realmente no escribió esta carta. Por el contrario, han argumentado que Efesios fue escrita por uno de los alumnos de Pablo para continuar con el legado de Pablo y aplicar sus enseñanzas en nuevas formas. Pero hay grandes razones para rechazar esta noción. La carta establece que fue escrita por Pablo. Escuchemos las palabras de Efesios capítulo 1 versículo 1
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso. (Efesios 1:1)
Claramente, la carta afirma proceder de Pablo. Ahora, es cierto que en la iglesia primitiva algunos falsos maestros producían cartas falsas bajo la firma de otra gente. Pero cada vez que la iglesia descubría que una carta era falsa, la rechazaba. Escuchemos la enseñanza de Pablo sobre este asunto en 2 de Tesalonicenses capítulo 2 versículos 1 al 3:
Os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra... Nadie os engañe en ninguna manera.
(2 Tesalonicenses 2:1 – 3)
Simplemente, es muy difícil creer que un admirador o un alumno de Pablo hubieran contradicho la propia enseñanza de Pablo, falsificando su nombre de esta manera.
Además, tanto en doctrina como en lenguaje, Efesios es semejante a todas las demás cartas de Pablo. Hay puntos de conexión especialmente fuertes con Colosenses, lo que no debería sorprendernos, puesto que Pablo probablemente escribió ambas cartas más o menos en el mismo tiempo. Estos puntos de conexión son tan poderosos y naturales que incluso, si Pablo no hubiese puesto su nombre en la carta, sería muy difícil imaginar a la iglesia atribuyéndola otra persona.
Finalmente, según Hechos, capítulos 19 al 21, Pablo había plantado la iglesia en Efeso, y había vivido dos años en Efeso, y aún después de ese tiempo, había conservado una estrecha relación con sus ancianos. Es simplemente inimaginable que los efesios no hubieran reconocido esta carta como falsa. Así como también es inimaginable la idea de que la iglesia primitiva no hubiera eliminado una carta falsa, supuestamente enviada por un apóstol tan prominente a una iglesia tan prominente.
Después de analizar la autoría de Pablo, tenemos que centrar nuestra atención en la audiencia original de la carta de Pablo a los Efesios.
Audiencia
Vamos a investigar la audiencia de Pablo en dos partes, partiendo con su audiencia primigenia, es decir, la iglesia en Efeso, y luego con su audiencia secundaria, especialmente las iglesias del Valle de Licia. Comencemos echando una mirada a la iglesia en Efeso, su audiencia primigenia.
Audiencia Principal
Veamos nuevamente las palabras de Efesios capítulo 1 versículo 1:
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso. (Efesios 1:1)
En el saludo de esta carta, Pablo identifica a la iglesia en Efeso como su audiencia.
Efeso era la ciudad capital de la provincia romana de Asia que, más o menos, corresponde a la región actual de Asia menor. Durante el primer siglo, era una de las ciudades más populosas e importantes del Imperio Romano, y que servía como vía de acceso entre los mundos del oriente y occidente. Efeso era una gran ciudad puerto y un gran centro de comercio. Geográficamente, yacía en la costa del Mar Egeo no muy lejos al norte del río Meander.
Algunos estudiosos creen que esta carta no fue enviada originalmente a los efesios. Hay una variedad de razones para sus dudas, pero todas tienen un fundamento muy débil. Apuntan al hecho de que algunos manuscritos antiguos de esta carta no tienen las palabras “en Efeso” en Efesios capítulo 1 versículo 1. Aunque esto es cierto, la mayoría de los manuscritos sí contienen dichas palabras, y ningún manuscrito conocido nombra otra audiencia.
Además, muchos detalles de la carta habrían sido particularmente relevantes para los efesios. Consideremos sólo dos ejemplos:
Primero, sabemos por Hechos capítulo19 que durante su tiempo en Efeso, Pablo se había enfrentado con adoradores de la diosa pagana Artemisia y con muchas prácticas de ocultismo. Al mismo tiempo, en Efesios capítulo 5 versículo 11, él enseñó fuertemente contra las obras infructuosos de las tinieblas y en Efesios capítulo 6 versículos 11 y 12, insistió en que los cristianos tienen que batallar contra los falsos dioses paganos.
Segundo, sabemos por la investigación arqueológica que a la ciudad de Efeso se le consideraba como la “nodriza” de Artemisa, y se decía que Artemisa había hecho de Efeso la ciudad más “gloriosa” de la provincia de Asia Menor. En relación con esto, en Efesios capítulo 5 versículos 27 al 29, Pablo habló de cómo Cristo “alimenta” o “nutre” a la iglesia, y habló de cómo Cristo está trasformando a la iglesia en su radiante y “gloriosa” esposa.
Estos y otros detalles parecen haber sido diseñados para armonizar con la iglesia en Efeso.
Finalmente, varios padres de la iglesia primitiva dieron testimonio de que esta carta fue enviada por Pablo a los efesios. Por ejemplo, Clemente de Alejandría, quien escribió las siguientes palabras, casi al final del segundo siglo, en el capítulo 5 de su obra El Instructor:
Y escribiendo a los efesios, [Pablo] ha develado en forma muy clara el asunto en cuestión, hablando con el siguiente propósito.
Luego de este prefacio, Clemente continuó con el texto completo de Efesios capítulo 4 versículos 12 al 15.
Del mismo modo, Tertuliano, quien escribió muy al comienzo del siglo tercero, dijo lo siguiente en su obra Contra Marción, libro 5, capítulo 17:
Tenemos, según la verdadera tradición de la iglesia, que esta epístola fue enviada a los efesios, no a los de Laodicea.
Según Tertuliano, toda la tradición de la iglesia, anterior a ese tiempo, afirmaba que esta carta había sido enviada a Efeso. Y ningún testigo de la iglesia primitiva contradice a Tertuliano en este punto. En resumen, a pesar de la negación de algunos eruditos modernos, hay evidencia poderosa para creer que la intención de Pablo era que esta carta fuera leída por la iglesia en Efeso.
Ahora que hemos revisado la evidencia de que la iglesia en Efeso fue la audiencia primigenia de Pablo, debemos centrar nuestra atención en su audiencia secundaria, particularmente en las iglesias del Valle de Licia.
Audiencia Secundaria
Hubo un número de iglesias que en el primer siglo creció en el Valle de Licia. Sabemos que hubo iglesias en las ciudades de Colosas y Laodicea, y tenemos buenas razones para suponer que también hubo una iglesia en Hierápolis. El Valle de Licia yacía al oriente de Efeso, a lo largo de uno de los tributarios del Meander, y se conectaba con Efeso a través de una serie de caminos. Aun cuando no se menciona a estas iglesias en la carta de Pablo a los Efesios, hay buenas razones para sospechar que Pablo al escribir las tenía en mente.
Consideraremos dos tipos de evidencias que apuntan a las iglesias del Valle de Licia como audiencia secundaria de Pablo. Primero, la evidencia de que Pablo le escribió a una audiencia que no le era familiar; y segundo, la importancia de esta carta para las iglesias del Valle de Licia. Comencemos observando algunos detalles que sugieren que la audiencia de Pablo no le era familiar.
Consideren las primeras palabras de Pablo en Efesios capítulo 1 versículo 15:
Yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos. (Efesios 1:15)
Aparentemente, Pablo sólo había oído sobre la fe de su audiencia, no la conocía de primera mano. Había una parte importante de su audiencia cuya fe él no había conocido de primera mano.
Sus palabras en Efesios capítulo 3 versículos 2 y 3 sugieren lo mismo:
Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente. (Efesios 3:2-3)
Pablo afirmaba que su audiencia sabía de su evangelio, no porque él se lo había enseñado anteriormente, sino porque había escrito acerca de esto en los primeros capítulos de esta misma carta. Pero por supuesto que Pablo se lo había enseñado personalmente a los efesios.
Otra indicación de que Pablo le escribió a una audiencia compuesta por mucha gente que no le era familiar, es que su carta no contiene referencias personales. En todas sus otras cartas canónicas, Pablo indica que conocía a sus lectores personalmente, al incluir cosas como:
- los nombres de los individuos de su audiencia que él conocía;
- saludos a gente específica;
- menciones sobre el tiempo que él había pasado con sus lectores;
- términos familiares para dirigirse a los lectores, como “hermanos;”
- expresiones del amor por sus lectores; y
- su descripción de sí mismo como el “padre espiritual” de sus lectores.
De hecho, la carta de Pablo a los Efesios es su única carta canónica que no contiene referencias personales. Y esto, a pesar del hecho que tenía una relación muy íntima con la iglesia en Efeso. Esto indica que Pablo quería que su carta circulara por varias iglesias, comenzando con la iglesia en Efeso, pero continuando con las iglesias con las que no estaba familiarizado.
Luego de haber visto que la audiencia de Pablo incluía iglesias que no le eran familiares, estamos listos para examinar la evidencia de que él escribió a las iglesias en el Valle de Licia, incluyendo las de Colosas, Laodicea y Hierápolis.
Podemos hallar una conexión con el Valle de Licia en el amigo de Pablo, Tíquico. Según Efesios capítulo 6 versículos 21 al 22, y Colosenses capítulo 4 versículos 7 y 8, Tíquico entregó por lo menos dos cartas de parte de Pablo: una para la iglesia en Efeso, y una para la iglesia en Colosas. Y es muy probable que las haya entregado durante un mismo viaje. Además, Pablo al mismo tiempo le escribió una carta a la iglesia en Laodicea, aunque esta carta no sobrevivió.
Pablo mencionó su carta a los laodicenses en Colosenses capítulo 4 versículo 16, al escribir estas palabras:
Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros. (Colosenses 4:16)
Es razonable asumir que Tíquico también entregó la carta que Pablo le escribió a la iglesia en Laodicea. Este habría sido el mejor método para asegurarse de que ambas iglesias leyeran ambas cartas. Y, si Tíquico quería asegurarse de que los colosenses y los laodicenses compartieran sus cartas, es razonable pensar que también llevó copias de la carta a los Efesios para ellos, para que también las leyeran.
Otra razón para pensar que Pablo trató de que las iglesias del Valle de Licia leyeran Efesios es que estas iglesias fueron muy importantes para Pablo durante su tiempo prisión.
Escuchemos sus palabras en Colosenses capítulo 2 versículo 1:
Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro. (Colosenses 2:1)
Pablo estaba preocupado por las falsas enseñanzas en Colosas, y al parecer creía que en Laodicea tenían los mismos problemas, y quizá también en otras iglesias de la región.
Por ejemplo, Pablo menciona la ciudad de Hierápolis en Colosenses capítulo 4 versículos 12 y 13, escribiendo:
Epafras... siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones... doy testimonio de que tiene gran solicitud por vosotros, y por los que están en Laodicea, y los que están en Hierápolis.
(Colosenses 4:12-13)
El hecho de que Pablo mencione a Hierápolis probablemente indica que allí había una iglesia organizada. La implicación parece ser que las iglesias del Valle de Licia estaban financiando en común la estadía de Epafras con Pablo, haciendo de Epafras un recordatorio de las iglesias a las que representaba.
En todo caso, la preocupación de Pablo por las iglesias del Valle de Licia sugiere que él no habría perdido la oportunidad de ministrarlas, especialmente si esto sólo requería el hacer una copia extra de una carta que Tíquico tenía que llevar.
Un tercer factor que debería llevarnos a pensar que Efesios fue escrita para las iglesias del Valle de Licia es que las cartas de Pablo a los Efesios y a los Colosenses se refieren a problemas similares. Esto es evidente a causa de los muchos paralelos entre las cartas de Pablo a estas dos iglesias, e indica que la epístola a los Efesios también habría sido relevante y apropiada para las iglesias del Valle de Licia. Mencionaremos sólo un ejemplo a modo de ilustración.
Tal como lo vimos en la lección anterior, los colosenses estaban luchando contra los falsos maestros que adoraban y veneraban a los demonios. Pablo contrarrestó sus herejías enfatizando la supereminente grandeza de Jesucristo por sobre todo el cosmos, especialmente sobre los demonios.
Por ejemplo, en Colosenses capítulo 1 versículo 16, Pablo describe a Jesús con estas palabras:
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. (Colosenses 1:16)
Compare esto con Efesios capítulo 1 versículos 20 al 22, donde Pablo describió a Jesús en estos términos:
Sentándole... [a Cristo]... sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra... y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia.
(Efesios 1:20-22)
En este pasaje, tal como en el de Colosenses, que leímos recién, Pablo usó las palabras griegas avrch y evxousia, aquí traducidas como principado y autoridad. Estas dos palabras se refieren principalmente a los seres espirituales. También repite su uso de la palabra kurio.thj, que puede referirse tanto a líderes humanos como a seres espirituales como ángeles y demonios. Finalmente, Pablo emplea la palabra griega dunami aquí traducida como señorío. Aun cuando dumani se usa a menudo para significar una “fuerza” o “habilidad” simple, el judaísmo del primer siglo solía aplicar este término a los demonios que se alineaban con Satanás para luchar contra Dios.
Ahora, nunca debemos olvidar que cada una de las epístolas de Pablo desde la prisión tenía cualidades distintas. Sin embargo, el rol de Tíquico como mensajero de Pablo, la especial preocupación que Pablo tenía por las iglesias del Valle de Licia, y los temas similares de Efesios y Colosenses sugieren con mucha fuerza que Pablo también tenía en mente a las iglesias del Valle de Licia cuando escribió Efesios.
Ahora que hemos visto que la audiencia original de Pablo probablemente incluía tanto a la iglesia en Efeso como a las iglesias del Valle de Licia, estamos en condiciones de observar con mayor detenimiento su propósito al escribir. ¿Por qué Pablo sintió la necesidad de enviar esta carta? ¿De qué manera esta epístola apunta a los problemas de estas iglesias?
Propósito
Pablo diseñaba sus cartas para apuntar a problemas específicos de un grupo de gente relativamente localizado, a quienes él conocía directa o personalmente. Pero en Efesios, él hizo algo distinto: respondió a los problemas de varias iglesias de distintos lugares, en muchas de las cuales nunca había estado.
Ahora, el propósito de Pablo al escribir esta carta fue tratar los problemas de todas estas iglesias. Sin embargo, su estrategia no fue tratar cada caso individualmente.
Nuestra discusión sobre el propósito de Pablo se dividirá en dos secciones. Primero, consideraremos el tema del reino de Dios en la carta de Pablo a los Efesios. Segundo, veremos cómo Pablo trata los diversos desafíos de la iglesia en el contexto del reino de Dios. Veamos primero el tema del reino de Dios.
Reino de Dios
La mayoría de los cristianos asocia la expresión reino de Dios con los evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. Pero el reino de Dios también fue un tema muy importante para Pablo. En sus cartas, él se refirió dieciséis veces en forma explícita al reino de Dios, y usó otras expresiones similares con similar profusión.
En las lecciones anteriores, enfatizamos que la escatología de Pablo, su doctrina sobre los últimos días, era central en su pensamiento. Pablo entendía que Cristo estaba trayendo a la historia a su gran clímax, comenzando con su ministerio en la tierra, continuando con la era de la iglesia y, finalmente, hallando su consumación en el retorno triunfal de Cristo. Pablo a menudo hablaba de la obra de Cristo en términos del traslape entre la era presente de pecado y de muerte, y la era venidera en que Dios derramará sus bendiciones y maldiciones finales.
Pero cuando Jesús y los escritores de los evangelios hablaron de la era venidera, generalmente la describieron en términos del reino de Dios. Ellos la veían como el tiempo en que el reino de Dios se manifestaría tanto en la tierra como en el cielo y, por supuesto, Pablo creía eso también.
Desde esta perspectiva, sería difícil exagerar la importancia del reino de Dios en el pensamiento de Pablo. De hecho, según el amigo y compañero de viajes de Pablo, Lucas, la predicación sobre el reino de Dios constituía la esencia del ministerio apostólico de Pablo.
Escuchemos las palabras de Lucas en Hechos capítulo 28 versículos 30 y 31:
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento. (Hechos 28:30-31)
En ese tiempo en cuestión, Pablo estaba preso en Roma, probablemente en el mismo lugar y en el mismo tiempo en que escribió su epístola a los Efesios. Nótese cómo Lucas describe el ministerio de Pablo allí. En vez de decir que Pablo predicaba “el evangelio,” Lucas dice que Pablo predicaba “el reino de Dios.”
En la iglesia moderna, la gente a menudo asocia el “evangelio” o “las buenas nuevas” con cosas como el perdón de los pecados de un individuo, y la promesa de una vida eterna individual. Y estos son aspectos maravillosos de nuestra esperanza.
Sin embargo, en la Biblia el evangelio tiene una dimensión cósmica. Es el mensaje de que nuestro Rey divino está usando su poder y autoridad para someter a sus enemigos y vencer el pecado, para redimir a su pueblo de su esclavitud y establecerlo como gobernante de la Nueva Tierra. Es por eso que Jesús y los escritores de los evangelios a menudo hablaban del “evangelio del reino.” Entonces es correcto decir que cuando Pablo instruyó a los efesios con respecto a la naturaleza del reino de Dios, les presentó un gran cuadro del evangelio.
Aun cuando Pablo menciona en forma explícita el reino de Dios sólo unas pocas veces en Efesios, frecuentemente hace referencias a él. A menudo, su vocabulario menciona al reino de Israel del Antiguo Testamento y al Imperio Romano contemporáneo. Estas dos asociaciones le recuerdan a los lectores de Pablo que su evangelio era sobre un reino, específicamente, el reino de Dios.
Consideremos seis formas en que Pablo dirige la atención al reino de Dios en Efesios, comenzando con el concepto de ciudadanía, que Pablo menciona en Efesios capítulo 2 versículos 12 y 19. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios estaba organizado como un reino, específicamente, el reino de Israel. Dios era su rey y ellos eran los ciudadanos de su reino. Del mismo modo, la ciudadanía más valiosa y conocida en los días de Pablo era la ciudadanía del Imperio Romano. Por estas razones, cuando Pablo hablaba de los cristianos como “ciudadanos,” su audiencia debe haber comprendido que ellos eran ciudadanos de un reino.
Lo mismo sucede con el concepto de herencia, que Pablo menciona en Efesios capítulo 1 versículos 14 y 18, igual que en el capítulo 5 versículo 5. En el Antiguo Testamento, sólo a los ciudadanos del reino de Israel se les dio una herencia en la tierra prometida. En otras palabras, los derechos de herencia sólo estaban disponibles para los ciudadanos de los reinos. De hecho, Pablo asoció explícitamente nuestra herencia con el reino de Dios en Efesios capítulo 5 versículo 5.
Consideremos también el servicio militar, que Pablo menciona en Efesios capítulo 6 versículos 10 al 18. La guerra estaba asociada muy directamente con el concepto de los reinos. En el Antiguo Testamento, todos los ciudadanos varones físicamente aptos del reino tenían la obligación de cumplir con el servicio militar. De modo que, la insistencia de Pablo en que los cristianos se involucren en la batalla espiritual también implica la ciudadanía en el reino de Dios.
Más aun, el dominio sobre la creación, mencionado en lugares como Efesios capítulo 1 versículo 20 al capítulo 2 versículo 6, está asociado con el reino de Dios. En el Antiguo Testamento, uno de los principales objetivos de Israel era expandir sus dominios sobre la tierra. Lo mismo era cierto respecto del Imperio Romano. De manera que, cuando Pablo enseñó que los creyentes están sentados con Cristo en posiciones de autoridad sobre toda la creación, estaba indicando que Cristo es un rey, y que los creyentes son tanto ciudadanos como autoridades dentro de su reino.
Incluso la referencia, en Efesios capítulo 3 versículo 15, a la fuente de nuestros nombres tiene una asociación real. En el Antiguo Testamento, al pueblo de Dios se le llamaba por su nombre porque era parte de su reino.
Por ejemplo, escuchemos las palabras de Amós capítulo 9 versículos 11 y 12:
En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David... para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace esto. (Amós 9:11-12)
Cuando Dios habló de restaurar el tabernáculo de David, estaba diciendo que restauraría el reino de Israel, bajo el reinado de los descendientes de David, como parte del desenlace de la historia de la humanidad. Y aquellos que han sido agregados a este reino restaurado han sido llamados por el nombre de Dios.
En el Imperio Romano, el dar un nombre establecía además una conexión con el reino. Específicamente, era común que aquellos a quienes se les otorgaba la nacionalidad en el Imperio tomaran el nombre de quien los auspició en su obtención de la ciudadanía, o el nombre del emperador que les otorgó la ciudadanía. En todo caso, tomar el nombre de otro era parte del proceso de unirse al imperio.
Finalmente, en Efesios capítulo 6 versículo 20, Pablo habla de sí mismo como embajador de Dios. Tanto en el Antiguo Testamento como en las instancias romanas, un embajador era un representante oficial del rey o del emperador.
En esta y en muchas otras formas, Pablo revela que su gran preocupación en esta carta está directamente relacionada con este concepto del reino de Dios.
Ahora que ya hemos observado el tema del reino de Dios en la carta de Pablo a los Efesios, estamos listos para enfocarnos en los desafíos del reino de Dios a los que Pablo se refiere.
Desafíos
Pablo menciona muchos desafíos que enfrentaron las iglesias de Efeso y del Valle de Licia, pero en honor al tiempo sólo mencionaremos tres: “el viejo hombre” o la naturaleza pecaminosa que lucha contra el “nuevo hombre” dentro de cada creyente, animándonos a pecar; las tensiones raciales entre los cristianos judíos y los gentiles; y las fuerzas demoníacas. Primero, cuando Pablo escribió acerca de nuestra naturaleza pecaminosa y nuestros hábitos pecaminosos, él apeló al lenguaje del reino, enseñando que el pecado no debe caracterizar a los ciudadanos del reino de Dios.
Por ejemplo, en Efesios capítulo 5 versículo 5, Pablo escribe estas palabras:
Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. (Efesios 5:5)
Los ciudadanos del reino de Dios pueden obedecer o desobedecer a Cristo. Si obedecen, siendo fieles a su rey, ellos heredarán las bendiciones del pacto, incluyendo cosas como el perdón de los pecados y la vida eterna. Estas bendiciones son otorgadas a todos los creyentes, porque en Cristo son contados como que cumplieron con el pacto en forma perfecta. Pero un ciudadano que rechaza a Cristo, rebelándose en contra del rey y la salvación que ofrece, esa persona no tiene herencia en el reino de Cristo.
Segundo, Pablo usó la figura del reino de Dios para referirse al tema de la tensión étnica o racial entre judíos y gentiles en la iglesia. Escuchemos sus palabras en Efesios capítulo 2 versículos 11 al 13:
Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión... estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa...Pero ahora en Cristo Jesús... habéis sido hechos cercanos. (Efesios 2: 11-13)
Aquí, Pablo contrasta la condición de sus lectores gentiles “incircuncisos” antes de que llegaran a la fe en Cristo con su condición después de que llegaran a la fe. Antes de que llegaran a la fe, eran extranjeros en vez de ciudadanos de Israel, el reino de Dios en la tierra. Pero una vez que los gentiles llegaron a la fe, se transformaron en ciudadanos legítimos del reino.
Pablo dice también que entonces los gentiles aún estaban ajenos a los pactos de la promesa. Los pactos del Antiguo Testamento eran nacionales, eran tratados teocráticos entre Dios e Israel. Eran los acuerdos legales por medio de los cuales Dios administraba su reino en la tierra. Una vez que Cristo insertó a los gentiles en el reino de Dios, ellos quedaron bajo la autoridad de estos pactos nacionales. Y como resultado de esto, se les hizo merecedores de las bendiciones del pacto.
La discusión de Pablo sobre la iglesia, en términos de la ciudadanía y los pactos, indica que Pablo estaba hablando de la iglesia como el reino de Dios. En resumen, Pablo enseñó que los judíos y los gentiles se han reconciliado, en parte, porque ahora son ciudadanos del mismo reino.
Finalmente, Pablo usa el lenguaje del reino para referirse al asunto de las fuerzas demoníacas que desafían a la Iglesia.
Tal como lo vimos en la lección anterior, las iglesias del Valle de Licia estaban atribuladas con los falsos maestros. Estos falsos maestros tomaban elementos de la religión griega e interpretaciones erróneas de la ley judía con el fin de persuadir a los cristianos, para que adoraran a los diversos poderes espirituales, incluyendo los demonios y los elementos fundamentales del universo: la tierra, el aire, el agua y el fuego. Pablo caracteriza a estos demonios y a estos elementos fundamentales de numerosas formas en consonancia con su teología del reino de Dios.
Pero su afirmación más explícita al respecto aparece en Efesios capítulo 2 versículos 1 y 2.
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. (Efesios 2:1-2)
Pablo dice que los demonios tienen su propio reino, al que denomina el reino del aire. Este reino tiene un gobernante o rey que lo gobierna. Tal como vemos en el resto de las Escrituras, el espíritu malo es Satanás. No es de sorprenderse que Pablo más tarde describa la oposición entre la iglesia y el reino de Satanás como una guerra entre reinos.
Escuchen sus palabras en Efesios capítulo 6 versículo 12:
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
(Efesios 6:12)
La iglesia como el reino de Dios está en una batalla cósmica contra el reino de las tinieblas, que es gobernado por Satanás y sus demonios.
La audiencia original de Pablo tenía una gran variedad de problemas, desde el pecado personal a la tensión racial, al paganismo y a los demonios. Y Pablo determinó que la mejor forma de referirse a estos diversos problemas era relacionándolos todos en un tema común. De modo que los reunió todos a la luz de la amplia realidad cósmica del reino de Dios en Cristo, presentando a sus lectores el gran cuadro de lo que Dios estaba llevando a cabo.
El Señor había creado de nuevo a su pueblo, dándole la ciudadanía en su reino, de modo que ya no fueran esclavos de sus naturalezas pecaminosas o del reino de Satanás. El los había llamado y les había dado el poder de vivir en armonía el uno con el otro, compartiendo las bendiciones de su reino, y los había armado contra sus enemigos demoníacos.
Al apelar de esta manera al tema del reino de Dios, Pablo les dio a estas congregaciones de la iglesia primitiva una manera de concebir la vida cristiana como un todo, y de animarlas a vivirla con amor y dedicación.
Ahora que hemos explorado el trasfondo de la epístola de Pablo a los Efesios, estamos en posición de analizar la estructura y el contenido de la carta de Pablo a la iglesia en Efeso.
III. ESTRUCTURA Y CONTENIDO
La epístola a los Efesios se puede dividir en cinco secciones principales: Incluye una salutación en el capítulo 1, versículos 1 y 2; adoración a Dios en el capítulo 1, versículos 3 al 14; una explicación de la constante oración de Pablo por los efesios en el capítulo 1, versículos 15 al 23; el cuerpo principal que contrasta los reinos de la luz y de las tinieblas desde el capítulo 2, versículo 1 al capítulo 6, versículo 20; y los saludos finales en el capítulo 6, versículo 21 al 24.
Salutación
La salutación aparece en el capítulo 1, versículos 1 y 2. Establece que la carta proviene del apóstol Pablo, y menciona que su apostolado es por “la voluntad de Dios.” Esta referencia a la voluntad de Dios identifica a Pablo como un oficial representante de Dios, de modo que las palabras de Pablo conllevan una autoridad divina. La salutación concluye con un tipo de saludo en la forma de una breve bendición.
Adoración
Luego viene a continuación una sección de adoración a Dios, en el capítulo 1 versículos 3 al 14. Esta es la única carta canónica de Pablo en que la salutación es seguida por una sección de adoración a Dios como esta. Típicamente, después de su salutación, Pablo continuaba con una referencia personal o con saludos personales. Pero, tal como lo hemos visto, no hay referencias personales de ningún tipo en la epístola a los Efesios.
No sabemos con certeza por qué Pablo decidió no incluir ningún saludo personal. Puede que haya pensado que una sección de adoración funcionaría mejor en una carta circular. O puede que haya querido preparar el camino para las secciones doctrinales siguientes. Algunos han visto esta sección como el comienzo de un diálogo de oración que se extiende por los primeros tres capítulos. Otros han apuntado que en el mundo antiguo las doxologías al rey eran comunes en los escritos oficiales. En todo caso, las razones de Pablo para estructurar la carta de esta manera fueron complejas.
Puede que sea difícil imaginarse cuáles fueron los motivos de Pablo para incluir esta adoración, pero no es difícil reconocer su contenido. Podemos concentrarnos en cosas como: su fuerte teología trinitaria a través de estos versículos, honrando explícitamente la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; o su énfasis en la salvación a través del sacrificio de Jesucristo en el versículo 7; o la revelación del misterio del evangelio en el versículo 9; o la promesa de nuestra gloria futura, asegurada por el don del Espíritu Santo, en los versículos 11 al 14. Todas estas ideas son dignas de atención.
Pero hay una idea más amplia que no sólo incluye todos estos hilos de la adoración de Pablo, sino que además explica muchos más detalles mencionados en este pasaje. Y no es de sorprenderse que esta idea sea el reino de Dios.
Por ejemplo, en los versículos 4 y 5, Pablo honra a Dios por su gobierno soberano, adorándolo por predestinar a ciertos individuos para ser un pueblo especial. En los versículos 9 y 10, Pablo además alaba Dios por su gobierno soberano sobre toda la creación que eventualmente pondrá todas las cosas bajo el dominio de Cristo.
Más allá de esto, en los versículos 5 al 7, Pablo adora la gracia de Dios para con su pueblo. Dios ha demostrado su misericordia adoptando, redimiendo y perdonando a su pueblo. Era común en la antigüedad que los reyes ejercieran grandes actos de misericordia con sus pueblos, aun cuando los actos de misericordia de Dios claramente exceden a cualquiera ofrecido por gobernantes meramente humanos.
Y en el versículo 14, Pablo adora a Dios por nuestra herencia en Cristo. Esto se refiere al reino de Dios porque, en el capítulo 5, versículo 5, Pablo identifica nuestra herencia como una “herencia en el reino de Cristo y de Dios, “y porque los derechos de herencia sólo pertenecen a los ciudadanos del reino.”
Oración
Luego de esta adoración introductoria, la próxima sección es una oración por los lectores de Pablo, que se halla en Efesios capítulo 1 versículos 15 al 23.
La oración de Pablo consiste esencialmente en tres partes: su gratitud por los creyentes a quienes les escribe; una doble petición de que el Espíritu Santo los ilumine; y una explicación explayada sobre esa iluminación.
La oración de Pablo repite los mismos elementos que vemos en la sección anterior de alabanza. Incluye una fuerte teología trinitaria, honra explícitamente la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el versículo 17. Enfatiza que la salvación viene a través del sacrificio de Jesucristo en los versículos 19 al 20. Su principal petición es, en los versículos 17 al 19, por una mayor revelación del evangelio, en la forma de una iluminación que permita a los creyentes comprender las bendiciones que han recibido. Y habla, en el versículo 18, de la esperanza de nuestra gloria futura.
Y tal como en la sección de adoración, la idea principal del reino de Dios provee el contexto en el que se mencionan todas estas otras ideas.
Al explorar el tema del reino de Dios en la adoración de Pablo, nos concentramos en tres detalles: Dios gobernante soberano, que incluye su poder y su autoridad; la gracia de Dios, que consiste en las cosas buenas que él libremente nos da; y nuestra herencia en Cristo, que incluye todas las bendiciones del pacto de Dios con su pueblo. Y no es de sorprenderse de que estos tres elementos del reino también estén presentes en su oración.
Pablo menciona la soberanía de Dios cuando habla de la “supereminente grandeza del poder” y del “poder de la fuerza” del Padre en el versículo 19 y cuando habla de Cristo siendo entronizado por sobre todas las otras autoridades en el versículo 21.
Y habla de la gracia de Dios cuando menciona que el poder de Dios es “para nosotros los que creemos” en el versículo 19, como cuando dice que Cristo gobierna como rey en beneficio de la iglesia en los versículos 22 y 23.
Y finalmente, en el versículo 18, Pablo habla directamente de la “gloriosa herencia de Cristo en los santos”, que es la esperanza a la que los creyentes somos llamados. Pablo puede hablar de la herencia de Cristo como nuestra esperanza porque, tal como lo enseña en el cuerpo de la carta, Cristo comparte su herencia con nosotros, de modo que su herencia es nuestra herencia también. Simultáneamente, esto alude a la idea común del Antiguo Testamento, que hayamos por ejemplo en Deuteronomio capítulo 9 versículos 26 al 29, de que la gente del reino fue grandemente bendecida por este acuerdo.
Cuerpo
Luego de ver la centralidad del reino en la adoración y en la petición de Pablo, tenemos que ir al cuerpo principal de esta epístola, que se halla en el capítulo 2, versículo1 al capítulo 6, versículo 20. El cuerpo se concentra en el contraste entre el reino justo de Dios, por una parte, y el reino pecaminoso de los demonios y de la humanidad caída, por la otra.
Hay muchas formas de bosquejar el cuerpo principal de la epístola de Pablo a los Efesios. Pero en concordancia con nuestro enfoque de esta lección, nuestro bosquejo enfatizará cómo los temas del cuerpo principal se relacionan con el tópico del reino de Dios. Dividiremos el cuerpo en tres secciones principales: primero, la enseñanza de Pablo sobre la ciudadanía en el reino, en el capítulo 2 versículos 1 al 22; segundo, su explicación de la administración del reino, en el capítulo 3 versículos 1 al 21; y tercero, un código de vida dentro del reino de Dios, que hayamos desde el capítulo 4 versículos 1 al capítulo 6 versículo 20. Observaremos con mayor detalle cada una de estas secciones. Comencemos entonces observando la ciudadanía en el reino de luz, en el capítulo 2 versículos 1 al 22.
Ciudadanía
La enseñanza de Pablo sobre la ciudadanía en el reino de luz de Dios se puede dividir en tres secciones. Primero, Efesios capítulo 2 versículos 1 al 3 se concentra en el hecho de que los seres humanos caídos nacen en el reino de las tinieblas, y son enemigos de Dios por naturaleza. Segundo, Efesios capítulo 2 versículos 4 al 10 detalla la forma en que Dios nos concede la ciudadanía en su reino, transfiriéndonos desde el reino de las tinieblas al reino de la luz. Tercero, Efesios capítulo 2 versículos 11 al 22 trata sobre la naturaleza de nuestra ciudadanía en el reino de la luz.
Primero, Pablo recuerda a sus lectores que la raza humana es pecaminosa y caída. Estamos espiritualmente muertos; tenemos naturalezas perversas; servimos a los enemigos de Dios; y como resultado de esto, somos responsables de caer bajo la ira de Dios en el día del juicio.
Escuchen la forma en que él describe a la humanidad caída en Efesios capítulo 2 versículos 1 al 3:
Vosotros estabais muertos en vuestros delitos y pecados... siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire... todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Efesios 2:1-3)
Los seres humanos caídos son enemigos de Dios. Antes de que Dios nos salve, nosotros voluntariamente obedecemos a nuestras naturalezas pecaminosas, y servimos a Satanás, el gobernador del reino del aire.
Pero, tal como lo vimos anteriormente en esta lección, Dios ha decretado soberanamente que algunas personas hereden la salvación. Entonces, en Efesios capítulo 2 versículos 4 al 10, Pablo se concentra en el hecho de que Dios usa su prerrogativa real para transferirlos desde el reino de las tinieblas al reino de la luz. Como parte de este proceso, él renueva nuestros espíritus, de modo que estemos espiritualmente vivos. Y nos recrea en Cristo, para que tengamos nuevas naturalezas que aman a Dios. El además predestina buenas obras para que nosotros las realicemos, y así sirvamos a Dios y no a sus enemigos. Y como resultado de esto, esperamos incomparables riquezas en la era venidera, en vez de la ira y el juicio de Dios.
El último tópico que Pablo trata en esta sección es la forma en que Dios ahora ha cumplido el ideal del Antiguo Testamento de reunir a judíos y gentiles en un sólo reino bajo el gobierno soberano de Dios. A través de todo el Antiguo Testamento se menciona este ideal.
Por ejemplo, en el Salmo 22 versículos 27 y 28, David describe esta visión de la naturaleza del reino de Dios:
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones. (Salmo 22:27-28)
Sin embargo, en los días de Pablo el estatus de los cristianos gentiles era un tema de mucha controversia. Los cristianos judíos generalmente no objetaban la conversión de los gentiles. Pero algunos de ellos sentían que los gentiles eran cristianos de segunda clase.
Antes de que Cristo viniera, los judíos ciertamente recibían un trato preferencial en el reino de Dios. El pueblo del pacto de Dios consistía principalmente en la nación de Israel, y todas las bendiciones del pacto pertenecían a los judíos hombres y libres. Pablo conocía esta verdad del la fe del Antiguo Testamento. Pero a través de los apóstoles, el Nuevo Testamento enseña que todos los creyentes, sean judíos o gentiles, hombres o mujeres, esclavos o libres, reciben las bendiciones eternas del pacto únicamente a través de la unión con Cristo. En Cristo, a cada creyente se le cuenta como si él o ella fuera Jesús mismo: el judío hombre y libre que guarda perfectamente el pacto de Dios y hereda todas las bendiciones del pacto.
Como resultado, las viejas diferencias entre judíos y gentiles en el reino de Dios son obsoletas. Porque cada uno obtiene la salvación de la misma forma, el nuevo estándar consiste en un estatus y un tratamiento semejante para cada ciudadano, independientemente de su origen étnico. Y a causa de esto, todos los ciudadanos del reino de la luz son ciudadanos plenos con los mismos derechos y privilegios, incluyendo el libre acceso a Dios. Tal como Pablo escribe en Efesios capítulo 2 versículos 13 al 19:
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos... porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:13-19)
Ahora que hemos visto la idea de la ciudadanía en el reino de luz de Dios, tenemos que ir a las enseñanzas de Pablo sobre la administración del reino y que él presenta en Efesios capítulo 3 versículos 1 al 21.
Administración
Todo reino necesita de algún tipo de estructura administrativa. Los reinos no pueden funcionar si sólo tienen un rey y la ciudadanía. Tiene que haber otros oficios de gobierno, a través de los cuales el rey administra su reino. En los gobiernos humanos típicos, esto incluye diversos niveles y tipos de liderazgo, tales como aquellos que hacen las leyes, aquellos que ejecutan las leyes, y aquellos que juzgan la violación de las leyes. Lo mismo sucede en el reino de luz de Dios, especialmente como se manifiesta en la iglesia. La Biblia enseña que la iglesia debe ser gobernada por ancianos que son responsables unos frente a otros y frente a Dios.
En los días de Pablo, los falsos maestros estaban desafiando la estructura de autoridad de la iglesia. De hecho, poco antes de ser arrestado en Jerusalén, Pablo había advertido a los ancianos de Efeso que desde sus propias líneas se levantarían falsos maestros.
En Hechos capítulo 20 versículos 28 al 30, Lucas registra estas palabras que Pablo pronunció frente los ancianos de Efeso:
Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos... yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. (Hechos 20:28-30)
Pablo sabía que se levantarían falsos maestros, y que desordenarían a la iglesia. De modo que él instruyó a los ancianos para que hicieran guardia contra esos falsos maestros.
Pero, ¿qué le dio a Pablo la autoridad para asignar esta tarea a los ancianos, y condenar a los falsos maestros? Bueno, en los días de Pablo había otro oficio eclesiástico, por medio del cual Dios administraba su reino, y que existió como un oficio fundacional, pero que ya no existe hoy. Y éste fue el oficio de apóstol. Fue ejercido por aquellos a quienes Dios mismo eligió y entrenó, y que estuvieron personalmente con el Señor Jesucristo resucitado. Hombres como Pablo. Los apóstoles fueron investidos con la autoridad de Dios, y gobernaron en forma infalible sobre toda la iglesia, incluyendo a los ancianos.
En Efesios capítulo 3 versículos 2 al 7, Pablo describe su autoridad apostólica en relación a la administración del reino de Dios. Escuchemos sus palabras ahí:
Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio... que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu...yo fui hecho ministro (de este evangelio) por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder.
(Efesios 3:2-7)
Los apóstoles poseyeron una gracia especial de Dios que les dio el poder y la autoridad para su ministerio, y la revelación especial de Dios que les enseñó la verdad infalible. Y a ellos Dios les asignó la tarea de enseñar esta revelación a la iglesia. Entonces, como un apóstol, Pablo tenía la obligación y el derecho de explicar las reglas del reino de Dios a sus ciudadanos, y de condenar a aquellos que se levantaban en su contra.
Dios nombró a Pablo como su representante oficial en la tierra, su apóstol. Y este apostolado hizo que la palabra de Pablo fuera autoritativa, como si hubiera sido pronunciada por Dios mismo. Pero, ¿por qué era tan importante la autoridad de Pablo en este punto de su epístola a los Efesios? Para ponerlo en forma simple, la iglesia necesita saber en quién confiar. Si hemos de agradar a Dios, tenemos que estar informados. Tenemos que saber lo que Dios requiere de nosotros. Pero en los días de Pablo, había tantos falsos maestros circulando que era difícil saber cuáles eran realmente los requerimientos de Dios. Los falsos maestros decían una cosa y el liderazgo establecido de la iglesia decía otra.
Pablo resolvió este problema haciendo uso de su autoridad apostólica. Les recordó a sus lectores que, dado que él era un apóstol, su autoridad y su discernimiento eran mayores que los de los demás. Ningún falso maestro podía alegar ser un apóstol. Y, por lo tanto, ningún falso maestro podía tener el discernimiento de Pablo, o hablar con autoridad divina. Pablo, por otra parte, pronunció las palabras de Dios al pueblo de Dios para liderarlos en la verdad.
Muy sabiamente, la enseñanza de Pablo sobre la administración del reino no terminó con su afirmación de autoridad, sino con una oración que hallamos en Efesios capítulo 3 versículos 14 al 21. Pablo había sido misionero, pastor y apóstol por suficiente tiempo como para saber que la gente no reconoce o acepta la verdad sólo porque la oyen. El sabía que él tenía las palabras de vida, pero también sabía que él no podía hacer que la gente caída creyera en ellas. Entonces, oró para que el Espíritu Santo iluminara sus mentes, para que ellos aceptaran su autoridad y su enseñanza. Y oró para que, como consecuencia, ellos vivieran en una manera que edificara el reino de Dios y bendijera a sus ciudadanos.
Ahora que hemos revisado las ideas de ciudadanía y administración en relación con el reino de Dios, debemos ir al código de vida en el reino de luz, registrado en el capítulo 4 versículo 1 al capítulo 6 versículo 20.
Código de Vida
Este código de vida del reino contiene muchas y diferentes instrucciones sobre el comportamiento cristiano. Pero puede resumirse de la siguiente forma:
Leemos sobre el orden eclesiástico en el reino en Efesios, capítulo 4, versículos 1 al 16; la purificación del reino en el capítulo 4, versículo 17 al capítulo 5, versículo 20; el orden doméstico en el reino en el capítulo 5, versículo 21 al capítulo 6, versículo 9; y finalmente, la lucha del reino en el capítulo 6, versículos 10 al 20.
La sección sobre el orden eclesiástico del reino, que se halla en Efesios capítulo 4, versículos 1 al 16, se concentra principalmente en las posiciones de liderazgo, influencia y autoridad en la iglesia. Y la enseñanza de Pablo enfatiza las formas en que estos roles operan en conjunto por el bien de todos. Los ciudadanos no deben ser envidiosos de los demás, sino apreciar las contribuciones hechas por sus hermanos y hermanas. Cuando cada persona realiza las tareas que le asignaron, beneficia a Cristo. Y porque beneficia a Cristo, beneficia a todo el reino.
Consideren a este respecto las palabras de Pablo en Efesios capítulo 4 versículo 8:
Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. (Efesios 4:8)
En este pasaje, Pablo hace referencia al Salmo 68 versículo 18, que presenta al Señor como un rey victorioso que regresa de la batalla. En el Salmo 68, el Señor recibe los despojos de guerra de sus enemigos vencidos. Pablo, sin embargo, se concentra en lo que el Señor hace con estos regalos. Tal como los reyes antiguos, él los comparte con su ejército. Entonces, en un sentido muy real, estos dones no sólo benefician a Cristo, sino a la gente de su reino. Pablo describe algunos de estos dones en Efesios capítulo 4 versículos 7 al 12:
Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo... Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:7-12)
Cristo ha repartido sus dones de forma que permitan a los ciudadanos de su reino el servicio de los unos a los otros. Y por medio de este servicio, el reino de Cristo crece y se fortalece.
Desde el capítulo 4 versículo 17 al capítulo 5 versículo 20 se explica el tema de la purificación del reino de luz de la corrupción que hay dentro de él. Esta corrupción, o pecado, se originó y se alimentó dentro de nosotros cuando éramos ciudadanos del reino del reino de las tinieblas de Satanás. Es el producto de nuestra vieja naturaleza pecaminosa, que aún conservamos como ciudadanos del reino de la luz. Pero aquellos que son ciudadanos del reino de la luz que son creyentes tienen además una nueva naturaleza en la que pueden confiar para superar su pecado. Tal como escribe Pablo en Efesios capítulo 4 versículos 22 al 24:
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)
El reino de Dios debe ser lo más moralmente puro posible; tiene que reflejar el carácter de su rey. Y esto en beneficio de todo el reino. Después de todo, Dios bendice y recompensa la pureza moral. Entonces, evitando el pecado y realizando buenas obras, los ciudadanos incrementan la santidad del reino, y aseguran su herencia en él.
El tema del orden doméstico en el reino de luz es tratado en Efesios capítulo 5 versículo 21 al capítulo 6 versículo 9. Esta sección habla de mantener las estructuras de poder apropiadas que existen en nuestros hogares, y de la forma en que cada parte dentro de las relaciones de autoridad debe relacionarse con los demás.
En muchas maneras, esta sección es similar a la enseñanza de Pablo sobre el orden eclesiástico que hallamos en Efesios capítulo 4 versículos 1 al 16. En esa sección, Pablo enseña que todos deben honrar y respetar a quienes sustentan posiciones de liderazgo, influencia y autoridad en la iglesia, y enseña que aquellos que están en una posición de liderazgo trabajan por el beneficio de todos.
En esta sección sobre el orden doméstico, Pablo afirma las estructuras de autoridad entre esposos y esposas, padres e hijos, y amos y esclavos. Y enseña a cada parte de estas relaciones a funcionar en formas que honren y beneficien a todas las partes. Y nuevamente, la razón es que estas estructuras optimizan la vida en el reino de Dios.
Finalmente, en el capítulo 6 versículos 10 al 20 Pablo habla de la guerra entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas. Aquí, Pablo habla del hecho de que en el reino de la luz todos son llamados a servir en el ejército de Dios, y a pelear la guerra espiritual contra el reino de las tinieblas.
Pablo resume esta sección final del cuerpo de la carta en Efesios capítulo 6 versículos 11 y 12, donde escribe estas palabras:
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:11-12)
El diablo y su reino pelean contra la iglesia y el reino de la luz, y nuestro reino divino exige nuestra lealtad en esta batalla. Para asegurarnos de que podremos permanecer firmes contra nuestros enemigos, él nos viste con su armadura y nos arma con su palabra.
Saludos Finales
La última sección de la epístola de Pablo a los Efesios es la conclusión, y se encuentra en Efesios capítulo 6 versículos 21 al 24. En este breve pasaje, Pablo ofrece una oración de bendición, e indica que Tíquico había de entregar esta carta.
Ahora que hemos investigado el trasfondo de la epístola de Pablo a los Efesios, y hemos explorado su estructura y contenido, estamos listos para referirnos a la aplicación contemporánea de la enseñanza de Pablo dirigida originalmente a los efesios.
IV. APLICACIÓN CONTEMPORÁNEA
Nuestra aplicación de la carta de Pablo a los Efesios se dividirá en tres partes, moviéndonos de los aspectos más concisos a los aspectos más amplios del reino de Dios. Primero, hablaremos acerca de honrar al Rey. Segundo, discutiremos la edificación del reino. Y tercero, nos referiremos al tópico de conquistar el cosmos. Comencemos con el tema de honrar al rey.
Honrar al Rey
Tal como lo vimos, la epístola de Pablo a los Efesios apela a la idea de que Dios es el rey divino sobre toda la creación, especialmente sobre el reino de su pueblo. Y nuestro rey divino ha hecho tantas maravillas por nosotros que tenemos que responder honrándole con entusiasmo, especialmente con gratitud, obediencia y lealtad.
Preservando la forma en que las sociedades antiguas hablaban acerca de los reyes y su pueblo, Pablo describe la gracia real de Dios para con nosotros en términos del “amor.” Y describe nuestras obligaciones para con él de la misma forma. Por ejemplo, escuchen las palabras de Pablo en Efesios capítulo 2 versículos 4 al 7:
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales... para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:4-7)
Este pasaje es parte del argumento más amplio de Pablo que explica cómo Dios nos hace ciudadanos de su reino. Y su punto en estos versículos es que Dios demuestra su amor cuando nos regenera, nos transfiere a su reino, nos sitúa en una posición de honor y de autoridad, y nos entrega nuestra herencia.
En el mundo antiguo, los reyes a menudo expresaban amor por sus súbditos, y también exigían que sus súbditos los amasen a ellos. En este contexto nacional, la palabra “amor” describe fidelidad y devoción, tal como incluso hoy nosotros hablamos de amar a nuestros países. Y esto se expresaba principalmente con benevolencia y protección por parte del rey, y con obediencia y lealtad por parte de sus súbditos.
Y esto es lo que vemos precisamente en la descripción que Pablo hace del amor de Dios por su pueblo. Los hechos históricos del evangelio prueban que Dios está comprometido con la gente de su reino, y que nos valora en gran manera. Su fidelidad para con nosotros se demuestra a través de su benevolencia y protección, las que se expresan en hechos como nuestra predestinación, la muerte de Cristo por nosotros, la regeneración de nuestros espíritus, nuestra ciudadanía en el reino de Dios, nuestra unión con Cristo el rey celestial, y la gloria que heredaremos en el futuro. Y dado que Dios ha hecho todo esto tan maravilloso por nosotros, estamos obligados a honrarlo en retribución.
Escuchen la oración de Pablo en Efesios capítulo 3 versículo 17 al capítulo 4 versículo 1:
Para que... seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento... a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados. (Efesios 3:17 - 4:1)
En este pasaje, Pablo extrae dos aplicaciones del amor de Dios. Primero, honra a Dios en una adoración doxológica, dándole la gloria a él. Segundo, Pablo exhorta a sus lectores a honrar a Dios con su obediencia, viviendo una vida digna.
Veamos con más detalle estas dos formas en que hemos de honrar a Dios, comenzando con la alabanza y la adoración que hemos de rendirle, para luego concentrarnos en nuestras vidas de obediencia para con él. Vayamos primero a la alabanza y la adoración.
Alabanza y Adoración
En Efesios capítulo 5 versículos 19 y 20, Pablo instruye explícitamente a sus lectores a que honren a Dios con alabanza y adoración, escribiendo estas palabras:
Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:19-20)
Los cristianos tienen que estar agradecidos por las bendiciones de Dios. Y nuestra gratitud sincera hemos de expresarla con salmos, con himnos, con canciones espirituales y con música en nuestros corazones. Estas son las formas de alabanza y adoración, sea que las expresemos externamente a los demás, o internamente solos con el Señor.
Además de instruirnos para alabar a Dios, Pablo incluye varios modelos de alabanza para nosotros, incluyendo su alabanza introductoria en Efesios capítulo 1 versículos 3 al 14, y su oración doxológica en Efesios capítulo 3 versículos 14 al 21. Ambos pasajes nos muestran cómo honrar a Dios con una alabanza y una doxología similares.
Tal como lo vimos en ambas secciones, Pablo se concentra en la obra de cada persona de la Trinidad, el sacrificio de Jesús, la revelación de Dios para nosotros y la gloria futura que Dios ha preparado para nosotros. Y él menciona estas cosas en el contexto de honrar a Dios por su reinado sobre nosotros, hablando del gobierno soberano de Dios, su gracia para con nosotros y nuestra herencia en Cristo.
Ahora, estas no son las únicas formas aceptables de honrar a Dios como rey. Por el contrario, tal como Pablo lo enseña en Efesios capítulo 5 versículos 19 y 20, tenemos que honrar a Dios por todo, no sólo por estas pocas cosas. Sin embargo, es importante reconocer que cuando honramos a Dios en alabanza y adoración, es correcto reconocer cosas específicas que él ha hecho.
Además de alabar y adorar a Dios, Pablo nos enseña a rendirle obediencia a nuestro rey divino como una forma de honrarlo.
Obediencia
Una forma en la que hemos de expresar nuestra obediencia a Dios es permaneciendo ferviente y persistentemente leales a él, dejando los poderes y los principados.
Tal como lo describe Pablo en Efesios capítulo 5 versículos 8 al 10:
Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz... comprobando lo que es agradable al Señor. (Efesios 5:8-10)
Nosotros éramos ciudadanos del reino de las tinieblas de Satanás. Pero ahora nuestras lealtades han cambiado. Dado que Dios nos ha salvado, le debemos obediencia; le debemos a él el dejar atrás nuestras formas pecaminosas del reino de las tinieblas, y vivir de una forma que agrade a nuestro nuevo Señor y Rey.
Pablo escribe nuevamente sobre esta lealtad en Efesios capítulo 6 versículo 24, donde pronuncia esta bendición condicional:
La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. (Efesios 6:24)
Nuestro amor por el Señor debe ser “inalterable,” es decir, permanente, devoto, persistente y que nunca se acaba.
Dios quiere y exige nuestra completa dedicación y devoción. No funcionará simplemente agregarlo a un panteón de dioses que adoramos; él insiste en nuestra lealtad exclusiva. Y no sólo quiere nuestra lealtad pasiva, como si nos volviéramos de los falsos dioses para entonces simplemente descansar en las bendiciones de su reino. Él quiere que obedezcamos todos sus mandamientos, no sólo dejando los otros dioses, sino realizando activamente las muchas buenas obras que él ha preparado para nosotros.
Las palabras de Pablo en Efesios capítulo 2 versículos 8 al 10 aportan mayor claridad al respecto:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios... Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:8 – 10)
Dios no nos salvó sólo para evitar que perezcamos, o para que disfrutemos de una vida cómoda en su reino. Más bien, Dios nos ha creado nuevamente en Cristo para que seamos ciudadanos productivos en su reino, haciendo las buenas obras que él nos ha asignado.
En el reino de Dios, las buenas obras juegan un rol específico: son las herramientas con las que Dios extiende y purifica su reino, recibe gloria y sirve a su pueblo. Y según Pablo, el propósito de Dios de salvarnos fue asegurarse de que haríamos esas buenas obras. De modo que la repuesta apropiada a la gracia de Dios es aceptar nuestra designación de siervos y ministros. Es adoptar su objetivo como nuestro objetivo, su propósito como nuestro propósito. Es por eso que Pablo con tanta frecuencia anima a sus lectores a vivir de una manera digna, que refleje el carácter del rey y de su reino.
Ahora que hemos considerado algunas maneras de honrar al Rey, debemos ir a la estrategia de Pablo para edificar el reino. Así como Dios exige nuestra alabanza y adoración en amor, él también exige que le ayudemos a extender y a hacer crecer su reino en la tierra.
Edificar el Reino
Para ayudarnos a comprender cómo edificar el reino de Dios en la tierra, Pablo emplea algunas metáforas. Cada una ofrece una profundización sobre cómo los ciudadanos del reino de Dios deben relacionarse unos con otros y con Cristo, así como la forma en que debemos cooperar con el crecimiento del reino de Dios.
Mencionaremos dos de esas metáforas, comenzando con la forma en que Pablo compara el reino con el templo de Dios.
Escuchen las palabras de Pablo a los cristianos gentiles en Efesios capítulo 2 versículos 19 al 22:
Sois... miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:19 – 22)
Pablo enseña que los cristianos gentiles eran ciudadanos legítimos del reino de Dios, con el mismo estatus que los ciudadanos cristianos judíos. Y para enfatizar este hecho, describe el reino de Dios como un edificio, en el que cada cristiano es una piedra en su estructura.
En esta metáfora, Cristo tiene la posición de preeminencia, siendo la piedra fundacional de la construcción, sobre la cual descansan todas las demás piedras, en quien todo el edificio se une. Los apóstoles y los profetas tuvieron posiciones de gran autoridad debajo de Cristo, siendo llamados especialmente sus representantes. Todos los demás cristianos somos piedras en la estructura, sin distinción entre nosotros.
Ahora, el objetivo de este edificio es llegar a ser la morada de Dios, para que Dios pueda habitar en medio de su pueblo. La nación de Israel experimentó una bendición como esta en el Antiguo Testamento, especialmente con el Templo en Jerusalén, tal como lo proclamó Salomón en 2 de Crónicas capítulo 6. Pero el Antiguo Testamento enseñaba además que los gentiles en el futuro habrían de vivir también en la presencia de Dios. Escuchen, por ejemplo, las palabras de Dios en Isaías capítulo 66 versículos 19 y 20:
Publicarán mi gloria entre las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones... a mi santo monte de Jerusalén... al modo que los hijos de Israel traen la ofrenda en utensilios limpios a la casa de Jehová. (Isaías 66:19-20)
En este pasaje, Dios enseña que, cuando él restaure el reino de Israel, lo que comenzó a hacer en el Nuevo Testamento a través de Jesús, los israelitas volverán al Templo en Jerusalén para adorar a Dios. Y, sorprendentemente, los gentiles vendrán con ellos, de hecho, trayendo a los israelitas a Dios como una ofrenda santa de las naciones.
De manera que, cuando Pablo enseñaba que tanto judíos como gentiles vivirían en la presencia de Dios como su Templo, estaba diciendo que el reino de Dios se estaba moviendo hacia su meta final. Esto significa que las bendiciones del reino de Dios se estaban extendiendo a todas las razas. Pero, ¿por qué Pablo usa esta metáfora en particular? La usa muy apropiadamente para promover la reconciliación racial entre los judíos y los gentiles en la iglesia.
En los días de Pablo, algunos cristianos judíos aún conservaban la idea de que los judíos eran superiores a los gentiles porque eran el pueblo elegido de Dios. Ellos habían recibido un trato preferencial de parte de Dios por tanto tiempo, que habían comenzado a pensar que lo merecían.
Pero lo cierto es que toda la humanidad, tanto judíos como gentiles, están perdidos sin Cristo. Ninguno de nosotros merece la más mínima bendición. Afortunadamente, y porque estamos unidos a él, Dios nos considera merecedores de sus bendiciones también. Como resultado, a causa de Cristo, el pueblo judío ya no tiene un estatus especial para Dios.
De modo que a medida que construimos el reino de Dios hoy, tenemos que concentrarnos en la figura principal de honrar a Dios y vivir en su presencia, y de luchar para engrandecer la gloria de Cristo en vez de la nuestra. Debemos ser humildes unos con otros, reconociendo que ningúno es más merecedor de las bendiciones que el otro.
Esto significa que debemos destruir las actuales barreras étnicas y raciales en la iglesia. Pero también significa que debemos arrepentirnos de las otras formas en que nos separamos unos de otros, o la forma errada en que nos elevamos a nosotros mismos en detrimento de los demás. Quizá el liderazgo de nuestra iglesia se considera más importante que los laicos, o quizá tratamos a los cristianos ricos con más respeto que a los cristianos pobres. Quizá valoramos tanto a nuestra congregación local o a nuestra denominación que miramos en menos a los de otras iglesias, e intentamos trabajar aislados de ellos para construir el reino de Dios. En tales casos, la enseñanza de Pablo es que tenemos que dejar a un lado nuestra vanidad y nuestra arrogancia, y abrazar a todos los creyentes como iguales en el reino de Dios.
Ahora, tan útil como fue la metáfora del templo, la metáfora que Pablo más usa en su carta a los Efesios para explicar la edificación del reino es la de un cuerpo, específicamente el cuerpo de Cristo, en que Cristo es la cabeza, y todos los creyentes componen juntos el cuerpo de Cristo. Pablo usa esta metáfora en los capítulos 1, 3, 4 y 5 para extraer varios puntos de aplicación.
El presenta esta metáfora en Efesios capítulo 1 versículos 20 al 23 con estas palabras:
Resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad... y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
(Efesios 1:20-23)
Tal como la metáfora del templo, esta también describe el reino de Dios: Cristo ha sido sentado como rey en el cielo, y gobierna en beneficio de su pueblo, la iglesia.
Pablo continúa con esta imagen en Efesios capítulo 3 versículo 6, agregando:
Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio. (Efesios 3:6)
Nuevamente se hace evidente en este pasaje el énfasis de Pablo en la reconciliación racial. El argumenta que todos los cristianos, judíos y gentiles, están unidos a Cristo y unos con otros en Cristo, y que ambos grupos reciben bendiciones sólo porque son partícipes de las promesas en Cristo.
Sin embargo, el uso más completo que Pablo hace de la imagen del cuerpo de Cristo, aparece en el capítulo 4 versículos 1 al 16, donde argumenta a favor del orden eclesiástico en el reino. Ahí se concentra principalmente en las posiciones de liderazgo, influencia y autoridad en la iglesia, como un medio de capacitar al resto de la iglesia para el ministerio. El argumenta que las buenas obras que Dios ha preparado para nosotros consisten grandemente en el servicio de los unos a los otros, con el propósito de edificar la iglesia, y que esta se transforme en un reino apropiado para el Señor del universo que hay que regir.
Escuchen las palabras de Pablo en Efesios capítulo 4 versículos 11 al 13:
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:11-13)
Dios estableció líderes en la iglesia y ellos tienen que prepararnos, al resto de nosotros, para servirnos unos a otros.
Y estos líderes tienen que guiar a la iglesia hacia dos metas. La primera de estas es alcanzar “la unidad de la fe.” Aquí, Pablo tiene en mente que la iglesia tiene que estar doctrinalmente unificada, con una comprensión acuciosa y madura, y sin sentirse satisfecha sólo con un entendimiento básico del evangelio. Esto está en sintonía con las oraciones anteriores de Pablo para que Dios capacite a los lectores de Pablo para que comprendan las bendiciones del reino de Dios en Cristo.
La segunda meta es “atenernos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Esta meta es cósmica en su dimensión; es traer a toda la creación bajo el gobierno de Cristo, tal como Pablo lo enseña en Efesios capítulo 1 versículo 10. Tan maravilloso, como puede parecer, a través de un liderazgo apropiado en la iglesia y un ministerio dedicado entre los cristianos, es posible traer a todo el universo y someterlo bajo el señorío de Cristo.
Pablo continúa con esta metáfora en Efesios capítulo 4 versículos 15 y 16, donde explica algunos aspectos específicos en que los líderes de la iglesia deben entrenar a la gente para los practiquen:
Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:15-16)
Mientras cada líder de la iglesia hable la verdad en amor al cuerpo de la iglesia, el cuerpo va a aprender la verdad. Como resultado, cada cristiano será capaz de ministrar significativamente a los demás, realizando obras de servicio y de motivación. Pero noten algo más: el amor debe caracterizar tanto la enseñanza del líder como la obra de servicio de la iglesia.
Ahora, así como el amor de Dios por nosotros y nuestro amor por Dios se definen fundamentalmente por la lealtad y la dedicación dentro del reino, nuestro amor por los demás cristianos también se define de esta forma. Nuestro amor por nuestros prójimos no es tanto un sentimiento de conexión personal, sino más bien un compromiso leal y una dedicación que busca su beneficio, incluso si no lo conocemos personalmente.
Sin embargo, este amor no es mera cooperación o sinergia. Al contrario, el amor cristiano entiende que nuestros amigos creyentes son parte de la herencia de Cristo. Cristo quiso morir para hacerlos suyos, y el recibe la gloria y el honor porque pertenecen a él. Esto también debería inspirarnos a valorarlos mucho más, y a aumentar nuestros esfuerzos por servirles.
Ahora que hemos explorado los aspectos de honrar al rey y edificar el reino, debemos ir a nuestro último tema: la conquista del cosmos. Jesús ya es el rey de la iglesia, pero viene el día cuando él vencerá a todos sus enemigos y gobernará sobre todo el universo.
Conquistar el Cosmos
Tal como lo vimos, el reino de Dios a menudo coexiste o está traslapado con la era presente de pecado y de muerte. Durante este tiempo, las fuerzas de Dios, incluyendo su iglesia, luchan contra el reino de los demonios y la humanidad caída. Pero Jesús finalmente volverá. Y cuando lo haga llevará a efecto el juicio final en contra de sus enemigos, aniquilando para siempre su habilidad de resistírsele. La victoria futura sobre los poderes de las tinieblas es segura. Pero hasta que ese día llegue, estamos obligados a perseverar y luchar contra ellos.
Pero incluso en el tiempo presente de pecado y de muerte, tenemos ventaja en la batalla contra las fuerzas demoníacas. Tal como lo vimos, nuestro rey ya está sentado con poder y autoridad por sobre ellos, y nosotros estamos sentados con él. Dios ya nos ha rescatado de su dominio perverso y nos ha restaurado a un estado de bendición en su reino. Y nos ha dotado con su Espíritu Santo que nos capacita para resistir los peores ataques de parte de nuestros enemigos.
Consideren las palabras de Pablo en Efesios capítulo 6 versículos 13 y 16:
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes… tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
(Efesios 6:13-16)
A través de su gracia y su Espíritu, Dios nos provee del poder para perseverar frente a las huestes del demonio.
Y no sólo esto, sino que las muchas bendiciones que la iglesia recibe son una prueba para los demonios de que su derrota está asegurada. De hecho, Pablo va más lejos y declara que la sola existencia de la iglesia da testimonio del destino fatal de todos los enemigos de Dios. Escuchen a de Pablo en Efesios capítulo 3 versículos 8 al 11:
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor. (Efesios 3:8 – 11)
Aun antes de la creación de la humanidad, Dios planificó el usar a su iglesia para revelar su gloria a los enemigos demoníacos. Pero él guardó esto como un secreto hasta el tiempo de Cristo. Pero ahora que Cristo ha venido, Dios está usando a la iglesia para demostrar su sabiduría y poder a todos sus enemigos. Está presentando a la iglesia como un ejemplo de su capacidad de vencer hasta el complot más grande del Diablo, como una demostración de poder para reconciliar todas las cosas consigo mismo. Después de todo, si él puede redimir a la raza humana de la corrupción del pecado, e incluso puede reconciliarnos los unos con los otros y con él mismo, no hay nada que no pueda hacer.
Pero no sólo estamos en exhibición. La iglesia es el premio de Dios. Nosotros somos el tesoro por el que ha luchado y vencido al reino de sus enemigos. Nosotros somos el pueblo por cuya razón Dios controla la historia, para salvarlo, la esposa amada por la que Cristo dio su vida para protegerla y amarla. Escuchen la descripción que hace Pablo de Cristo y la iglesia en Efesios capítulo 5 versículos 23 al 27:
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia… Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella… a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
(Efesios 5:23-27)
Dios nos ama y nos valora. Y en el proceso de reconciliar todas las cosas consigo mismo, y de renovar y purificar el cosmos, está empezando con nosotros. Por eso, la existencia de la iglesia, el perdón de la iglesia y la santificación de la iglesia son una prueba de que el reino de Dios ya ha comenzado. Y si ha comenzado, entonces ciertamente se completará. Y cuando suceda, los demonios serán destruidos y el reino de Cristo será absoluto. Tal como lo escribió Pablo en Efesios capítulo 1 versículos 22 y 23:
Sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:22-23)
Estas palabras de Pablo son impactantes: Cristo ha sido exaltado como el rey del universo para que la iglesia pueda ser bendecida. Nosotros somos su plenitud, su cuerpo, somos su complemento.
Tanto como Cristo merece gobernar a causa de su propio estatus y sus méritos, la razón por la que él realmente gobierna es porque eso es de bendición para nosotros y, por lo tanto, el hecho de que la iglesia sea bendecida, el hecho de que los judíos y los gentiles, los esposos y las esposas, los padres y los hijos, los amos y los esclavos se reconcilien unos con otros y con Dios, es una prueba positiva de que Dios es poderoso, bueno y sabio, y que ha comenzado a renovar el cosmos.
Entonces, ¿cómo deberíamos responder a tales bendiciones? Y ¿cómo podemos ayudar a extender el reino de Dios y resistir a sus enemigos? Honrando y adorando a nuestro rey, rindiéndole lealtad y obediencia; sirviendo y edificando su iglesia; y permaneciendo firmes contra los enemigos de su reino.
V. CONCLUSIÓN
En esta lección hemos explorado la epístola circular de Pablo a los Efesios. Hemos analizado el trasfondo que aporta el marco de la carta, y hemos examinado la estructura y el contenido de la carta. Finalmente, hemos considerado la aplicación contemporánea de las enseñanzas de Pablo en esta epístola.
La carta de Pablo a los Efesios tiene una lección muy importante que enseñarnos hoy. Nos enseña que la salvación no sólo se trata de individuos que han sido redimidos de sus pecados. Sino que se trata de edificar, mantener y hacer crecer el reino de Dios. Estaremos mejor preparados para resistir a sus enemigos, vivir en formas que agraden a Dios y obtener sus bendiciones para nosotros y para nuestros amigos creyentes.