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I. Introducción a los sucesos religiosos

En esta segunda lección, queremos ir de los acontecimientos históricos y políticos que prepararon el escenario para la formación del Nuevo Testamento a sucesos más abiertamente religiosos, aun cuando reconozcamos que el mundo antiguo no sabía nada de la separación de la iglesia y el estado, como sucede en algunos países modernos, y por lo tanto la división siempre será algo artificial. Pero podríamos formularnos esta pregunta interesante e importante: «Si viviera en algún lugar de Medio Oriente, aproximadamente en la época del nacimiento de Jesús, ¿cuáles serían las opciones religiosas disponibles para mí? ¿De qué manera se atraía a ciertos segmentos de la población y no a otros? Y ¿cómo se relacionan las enseñanzas de Jesús y el Cristianismo, a medida que crecía luego de la vida y la muerte del Señor, con las diferentes opciones y la diversidad religiosa del mundo del primer siglo?».

II. La religión Greco-Romana

Podemos dividir nuestras ideas en dos grandes títulos: en primer lugar, el Imperio Greco Romano más amplio, en el que se encontraba Israel; y en segundo lugar, las opciones más específicamente judías, especialmente para los que residían dentro de Israel. Muchos historiadores describieron el primer siglo como una época de crisis de conciencia para muchos individuos y pensadores greco romanos convencionales. La forma de religión greco romana más conocida, la creencia en los mitos antiguos, cada vez tenía menos adeptos, ya que estos optaban por otras alternativas.

A. Mitología

Sin duda había muchas personas que, de una manera u otra, seguían creyendo en la mitología de siglos pasados. Originalmente había atraído como un sustituto de la ciencia primitiva. Apolo era el dios sol que diariamente conducía su carro ardiente por el cielo y eso explicaba el movimiento del sol que veía la gente desde la tierra. Baco, u otros dioses del vino; Artemisa, la diosa del amor; Mercurio, el dios mensajero; y muchos otros bien conocidos por los estudiantes de las antiguas mitologías greco romanas, cada uno a su vez, ayudaban a explicar algún suceso particular de la naturaleza o un ejemplo del comportamiento humano, los placeres de los apetitos y las virtudes, y los vicios. Pero el problema era que para el primer siglo, muchas de las hazañas de los dioses y los mitos antiguos ya habían sido superadas por emperadores humanos desde la época de Alejandro Magno en adelante. Los emperadores humanos hasta habían conquistado mayores territorios que los que se decía que podían gobernar los dioses de Grecia y Roma. Y la ciencia, en su pensamiento primitivo de acuerdo con los parámetros modernos, ya había descubierto las leyes naturales de causa y efecto que explican gran parte del rumbo de los fenómenos del universo. Entonces, los mitos iban perdiendo cada vez más importancia.

No es coincidencia que un lugar en donde, según el Nuevo Testamento, vemos evidencia de la mitología griega (la historia de Hechos 14 de Pablo y Bernabé en Listra, cuando se los confunde con los dioses griegos Zeus y Hermes), estuviera en un sitio atrasado en el tiempo y aislado, donde las viejas tradiciones a menudo sobreviven más. Pero si los ciudadanos no seguían creyendo los mitos antiguos como habían hecho alguna vez, ¿qué otras opciones greco romanas tenían? Bueno, una bastante nueva con el surgimiento del Imperio Romano, especialmente en las tierras del oriente, era la adoración del emperador. Esta opción religiosa creció gradualmente.

B. Adoración al emperador

Al comienzo, los emperadores solo eran deificados después de muertos por aclamación del senado romano. Calígula, que reinó desde 37 a 41 d.C., aseguró ser un dios mientras estuvo vivo, y muchos pensaban que estaba loco. No fue sino hasta mediados de la década de 60 d.C., con el emperador Nerón, que tales reclamos, en parte bajo coacción, comenzaron a tomarse con más seriedad. En el primer siglo, para la época en que nos aproximamos a la redacción del Apocalipsis, el emperador Domiciano incluso exigía que todos los ciudadanos del imperio le ofrecieran una pizca de incienso y dijeran las palabras: «César es el Señor». La religión cristiana primitiva, al igual que el judaísmo antes, no podía hacerlo. La persecución que al final tuvo que enfrentar el cristianismo como resultado de la adoración al emperador es un componente importante del contexto religioso del siglo primero y el surgimiento del Nuevo Testamento. Pero en los días de Jesús, bien al comienzo de este período, debemos darnos cuenta de que ofrecer un sacrificio al emperador era algo que muchas personas del imperio consideraban prácticamente un acto patriótico. Y realmente no definía las profundidades de una identificación religiosa.

C. Religiones misteriosas

La tercera opción entonces, es lo que los eruditos llaman las religiones misteriosas. Consistían en una colección de movimientos muy diversos, a veces nuevos, y muchos con influencia oriental, incluyendo la de Egipto, que se definen de diversas maneras, aunque todos aseguran tener alguna revelación secreta que sólo conocen los que se inician en los ritos, los cultos de esas organizaciones fraternas particulares. Todas tenían ceremonias distintivas que caracterizaban lo que haría el culto cuando se congregara. A veces eran muy serenas como diversas formas de meditación. Deméter, diosa del maíz, era objeto de una de esas religiones misteriosas en la que uno simplemente meditaba y reflexionaba sobre una mazorca. Otras podían ser más extrañas, como por ejemplo el bautismo en sangre del culto a Cíbeles, en el que un sacerdote era puesto en un foso en la tierra y se sacrificaba un toro sobre una reja de madera arriba de éste, para que la sangre le cayera encima y lo bautizara, por decirlo de algún modo, como nuevo sacerdote del culto.

Algunos estudiosos han analizado presuntos o aparentes paralelos entre los denominados ritos bautismales y el bautismo cristiano o entre una comida fraternal y la celebración cristiana de la comunión o la Eucaristía. Sin embargo, en un gran porcentaje, las religiones misteriosas eran bastante diferentes del cristianismo, con dos excepciones importantes. Con mayor claridad que muchas formas de religiones griegas tradicionales, las religiones misteriosas presentaban la promesa clara de la vida eterna, al igual que el cristianismo. Segundo, un avance muy radical de muchas religiones misteriosas residía en la afirmación de que todas las personas, todos los géneros, de cualquier nacionalidad, raza o condición social, esclavos y senadores de la misma manera, eran iguales para los dioses y diosas. Y sin importar las distinciones de clase que pudieran haber dominado sus vidas durante el día, cuando el culto se reunía en secreto por la noche, esas barreras desaparecían. El cristianismo también cobraría un inusitado protagonismo, como describió Pablo en Gálatas 3:28, al decir que en Cristo no hay esclavo ni libre, judío ni gentil, hombre ni mujer.

D. Escuelas filosóficas

Una cuarta opción, quizás más limitada en influencia debido a las elevadas exigencias, era la que ofrecían los pensadores, y consistía en convertirse en seguidor itinerante de algún filósofo famoso, del pasado o del presente del mundo greco romano. Los epicúreos eran conocidos por el lema «comamos y bebamos que mañana moriremos», aunque no eran tan hedonistas como quizás sugiera la frase. Más comúnmente, simplemente trataban de cultivar lo que en la actualidad consideraríamos las artes; el teatro, una compañía distinguida, una buena comida o un vino fino, para disfrutar de la vida y eliminar la mayor cantidad de dolor posible.

La segunda opción, que databa de al menos tres siglos antes de Cristo pero todavía bastante popular en el primer siglo d. C., la ofrecían los estoicos, quienes en algunos aspectos eran lo opuesto o la contrapartida de los epicúreos. También pretendían llevar al máximo el placer y reducir el dolor, pero lo lograban eliminando los excesos de deleite con que los epicúreos se consentían; se ocupaban del cuerpo disciplinándolo para que uno no sintiera el rigor intenso del sufrimiento que no se puede controlar, ni se permitiera aquellas cosas que destruyen la persona.

Teológicamente, los estoicos eran panteístas; es decir, Dios es todo y está en todo. Por otro lado los epicúreos pensaban que los dioses, si realmente existían, estaban demasiado distantes como para conocerlos. Es fascinante observar al apóstol Pablo en Hechos 17, hablar con los filósofos estoicos y epicúreos y, en cierta forma, refutarlos y vencer a unos y otros. Contra los estoicos dice que Dios es el Creador de toda la tierra. Pero contra los epicúreos dice que Dios no está lejos de nosotros y citando un poeta estoico agrega: «Porque también nosotros somos linaje suyo».

Existían otras filosofías menos conocidas. Una de ellas era la de los cínicos, palabra que seguimos usando; grupo al que podríamos considerar los hippies del mundo antiguo. Eran los vagabundos, los mendigos, los descuidados, los que creían que el cuerpo se atendía sólo para cubrir las necesidades más básicas y para depender de otros por el sustento a fin de liberar la vida mental, la vida espiritual y pensar en cosas por encima y más allá de este mundo material. Existen algunos paralelos con el ministerio itinerante de Jesús y las privaciones y los rigores que Él y sus discípulos enfrentaron, pero nuevamente, las diferencias parecen sobrepasar las semejanzas.

E. Gnosticismo

Queda otro movimiento importante del mundo greco romano que fue el surgimiento de una religión conocida como gnosticismo. Aparentemente tiene sus raíces, si nos remontamos en el tiempo, en la filosofía de Platón, pero absorbió algunos elementos judíos y otros greco romanos más recientes. Para el primer siglo emergía un movimiento que básicamente repudiaba mucho al mundo. Es lo que los estudiosos llaman dualismo. Creían que el mundo material era de carácter maligno porque, en realidad, en los mitos gnósticos, la creación misma era un error, un acto de emanación caída de una divinidad, una especie de entidad impersonal y abstracta que decidió rebelarse contra el otro Dios remoto e imposible de conocer de los gnósticos. Y en el acto de creación esta emanación cometió algún error. Entonces, a diferencia del judaísmo y el cristianismo, uno trata de negarse, y de negar hasta las necesidades biológicas normales. Pero irónicamente, a veces los gnósticos se iban al otro extremo y en esencia decían: «si la materia no importa, entonces démosle todos los gustos al cuerpo sin límites».

Este gnosticismo, al menos entre mediados y fines del primer siglo, comenzó a combinarse con ciertos elementos de las enseñanzas del cristianismo primitivo, de manera que el salvador de los gnósticos, que tradicionalmente había sido considerado sophía, palabra griega que significa sabiduría, hace referencia al tipo de conocimiento que reconocía la chispa divina que vivía dentro de todos los seres humanos. Ese auto conocimiento o auto salvación comenzó a trasladarse a Jesús. Cristo podía equipararse a Sophía como el salvador. Y al menos en la época de los documentos más recientes del Nuevo Testamento, particularmente en las epístolas de Juan, da la impresión de que el cristianismo tiene que enfrentar una forma un tanto evolucionada de gnosticismo, aunque destacaremos en las lecciones sobre las epístolas paulinas que hay rastros de al menos tendencias gnósticas a las que la iglesia primitiva tuvo que hacer frente aun antes.

III. La religión judía

Pero el mundo greco romano es sólo uno de los mundos importantes en los que una persona podría haber vivido en el primer siglo. Es evidente que todos los primeros cristianos eran judíos. Y aunque sea cierto que algunos apostataron y adoptaron formas religiosas greco romanas, la mayoría se mantenía fiel a las tradiciones de sus ancestros. Entonces, ¿cuáles son las opciones que uno podría haber tenido de haber nacido y crecido siendo judío? En las páginas del Nuevo Testamento, leemos sobre tres sectas judías importantes, y por los escritos de Josefo, historiador hebreo del primer siglo, sabemos de una cuarta.

A. Am-ha-Aretz (la gente de la tierra)

A veces podemos leer el Nuevo Testamento y pensar que los judíos tenían que estar en alguna de estas cuatro opciones y que las cuatro juntas representaban casi todo del judaísmo. Pero simplemente no es así. La vasta mayoría, al menos el 80 por ciento (algunos afirmarían que ascendía al 95%) de todos los judíos del siglo primero, no pertenecían a ninguna secta en particular. Eran los trabajadores comunes, los pescadores, los granjeros, los pequeños comerciantes o artesanos, los artistas, los carpinteros. Despectivamente eran llamados Am-ha-aretz, «la gente de la tierra», por los judíos que pertenecían a una de las sectas del liderazgo. El desprecio se debía a que no tenían celo por la ley, ni se preocupaban por cumplir los mandamientos de Dios hasta cada jota o tilde, como sucedía con algunas de estas sectas. Y probablemente no sorprenda que la gran mayoría de los primeros seguidores de Jesús surgieran de esta «gente de la tierra». Eran personas comunes que esperaban fielmente un Mesías, un libertador, un salvador que vendría, aun cuando no tuvieran ni el tiempo ni el interés o ni siquiera la habilidad de estudiar la ley con tanta meticulosidad, ni de seguir algunas de las tendencias más extremistas de las sectas judías.

B. Los fariseos

¿Pero qué podemos decir de la pequeña minoría de los que afectivamente entran en una de las otras cuatro categorías identificables? Existe, por un lado, un grupo conocido como fariseos, a menudo relacionado en el Nuevo Testamento con los escribas. Escriba era simplemente una profesión, alguien que había aprendido a copiar las Escrituras Hebreas una y otra vez a mano, y en ese proceso llegó a conocerlas mucho y en consecuencia convertirse en experto de la ley. Había escribas en varias de las diferentes sectas y algunos que no pertenecían a ninguna de ellas. La mayoría de los que encontramos en las páginas del Nuevo Testamento parecen haber sido escribas fariseos.

Los fariseos, que eran una secta, eran muy devotos a descubrir maneras de aplicar la Torá, la ley hebrea, a todo aspecto de la vida contemporánea judía. Aunque hay 613 mandamientos en la Ley, en realidad no cubren todas las situaciones de la vida y tampoco los cambios de situaciones de los siglos siguientes a la recepción de la ley judía. Quizás conozcamos mejor a los fariseos por algunos de los conflictos que Jesús tuvo con ellos, algunas ocasiones en las que los atacó violentamente, particularmente en Mateo 23, llamándolos hipócritas una y otro vez junto con los escribas. Debemos comprender que los fariseos mismos constituían muchos tipos de perspectivas diferentes en el judaísmo antiguo. No todos, quizás ni siquiera una mayoría, eran hipócritas, y aun los que Jesús llamó así no necesariamente eran considerados de esa manera por el pueblo hebreo. En realidad los fariseos eran la secta más popular entre la gente común de la tierra.

Las prácticas cristianas de la adoración en la sinagoga, que se transformó en la adoración en el templo, la interpretación de que el amor cumple con la ley, y hasta debates específicos sobre cuestiones éticas como el divorcio o el pago de impuestos, en muchos casos refleja la influencia farisea, aunque Jesús casi siempre ponga un toque o giro un poco diferente en cuanto a lo que esta secta hacía o decía. Si deseáramos ser crudamente honestos y reflejar la dinámica del primer siglo, tendríamos que decir que el cristiano evangélico conservador, el que en la actualidad tiene en alta estima las Escrituras y desea aplicarlas completamente a cada aspecto de su vida, es probablemente quien más se asemeja al antiguo fariseo. Entonces es horrible cuando esas personas a veces caen en el legalismo y son acusadas de pervertir lo que pretende ser una relación radiante con Dios en una religión de una larga lista de cosas permitidas y prohibidas. Los cristianos también, especialmente los conservadores, deben tener cuidado no sea cosa que terminen siendo más parecidos a los fariseos que diferentes de ellos.

C. Los saduceos

Pero existían otros grupos. Estaban los saduceos, un grupo ligeramente menor, que disentían con los fariseos en una serie de temas importantes. Mientras que los fariseos habían adoptado leyes nuevas, que llegaron a conocerse como ley oral, redactadas recién doscientos años después de la época de Cristo en los documentos judíos conocidos como la Mishná, y los fariseos creían que Dios continuó inspirando a Moisés, no solo a escribir ciertas leyes sino también a preservar otras tradiciones orales; los saduceos, en contraste, únicamente aceptaban las Escrituras Hebreas canónicas o escritas. Como resultado también eran más escépticos a aquellas doctrinas que no resultaban claras o frecuentes en las Escrituras y especialmente en la ley mosaica, como por ejemplo creer en la resurrección o en los ángeles, creer en la predestinación o una vida venidera completa. Los fariseos, por otro lado, habían continuado desarrollando sus ideas intelectuales y nuevamente, estaban mucho más cerca de muchas de las creencias cristianas primitivas. Pablo, en varios procesos judiciales hacia el fin del libro de Hechos, apela al hecho de ser fariseo en vez de saduceo y, como resultado, divide el concilio; divide el Sanedrín judío. Algunos se ponen de su lado y otros no. Sin embargo, la aplicación más literal de la ley que hacían los saduceos derivó en que no pudieran sobrevivir a la destrucción del templo del año 70 d.C. Creían que la única forma de obtener el perdón de los pecados era continuar ofreciendo sacrificios literales, mientras que los fariseos creían que una plegaria de arrepentimiento, suplicándole perdón a Dios de corazón y luego manifestando ese arrepentimiento en un cambio de vida, podría lograr el perdón cuando un sacrificio animal era imposible de ofrecer. No sorprende entonces que ante todo sea la rama farisea del judaísmo la que sobrevivió a la destrucción de Jerusalén y del templo en el 70 d.C., mientras los saduceos se extinguieron rápido.

D. Los Esenios

Un grupo que es muy importante aunque no aparezca por nombre en las páginas del Nuevo Testamento es el grupo de judíos conocido como esenios. Y en los últimos 50 años más o menos, su trabajo cobró especial notoriedad y fama debido al descubrimiento de una gran biblioteca de rollos en las costas del Mar Muerto de Israel, en un sitio conocido como Qumran. Los esenios eran un grupo monástico aunque sabemos por otros autores que a veces también vivían en enclaves en ciudades importantes. Pero más que ninguna otra secta judía, creían que la única manera de agradar a Dios era, hasta cierto punto, aislándose de la sociedad, y más específicamente, intentando seguir al pie de la letra los mandamientos de la Tora, las Escrituras Hebreas. Desarrollaron algunas doctrinas que los caracterizaban, como creer que vendrían dos Mesías; uno como sacerdote y otro como rey, ya que en el Antiguo Testamento estos roles eran asignados a diferentes hijos y tribus de Israel.

Existen muchas semejanzas entre los manuscritos de la comunidad de Qumran que se encontraron y diferentes enseñanzas o conceptos del Nuevo Testamento: las Bienaventuranzas por ejemplo, el cuidado de los pobres, o el uso del término «Hijo de Dios» como título mesiánico. Algunos hasta sugieren que Juan el Bautista podría haber tenido contacto con los esenios debido a los paralelos con su estilo de ministerio. Otros llegan más lejos y creen que Jesús era esenio, aunque esto es mucho menos probable. Entonces, aunque no aparezcan por nombre en las páginas del Nuevo Testamento, lo que aprendimos de los manuscritos de Qumran sobre esta secta distintiva ha iluminado considerablemente nuestra interpretación del judaísmo del siglo primero, época en que nació Jesús.

E. Zelotes

El último grupo específico que queremos mencionar son los zelotes, guerreros de la libertad. Emergieron esporádicamente con pequeños movimientos terroristas durante el siglo I hasta que finalmente se unieron en la década de 60 d.C., e intentaron derrocar a Roma. Como ya dijimos en la lección anterior, fracasaron de manera lamentable. Sin dudas creían que volverían a liberar el templo, como sucedió en la época de los Macabeos, lo cual se celebra en Janucá, pero por las razones que fueren, esta vez no fue así. Y su secta también desapareció por completo. Existen indicios que muestran que los romanos destruyeron Qumran. Y posiblemente los esenios no sobrevivieron al año 70 d.C., dejando así solo a los Fariseos como ese movimiento que surgiría y se convertiría en lo que llamamos el judaísmo rabínico, el judaísmo que crecería junto con el cristianismo, aunque a menudo enfrentándose y compitiendo con éste.

F. Resumen de la religión judía

¿Cómo podemos resumir el judaísmo del primer siglo? Independientemente de si uno pertenecía a una de estas sectas específicas o no, existen señales claves, si lo deseamos, que definían la identidad judía de casi todos: en el caso de los hombres, la circuncisión realmente los separaba de sus vecinos greco romanos; el sábado como el día de la semana que se guardaba para descansar y adorar; las Escrituras que los identificaban; la Torá con todos sus mandamientos y la interpretación única de que eran el pueblo elegido de Dios en un lugar geográfico diferenciado. El problema era que no vivían en libertad en esa tierra y entonces, en cuanto a la esperanza mesiánica, estaban dadas las circunstancias para que alguien viniera y se pronunciara como libertador. Desafortunadamente, los mesías tan esperados, eran apenas generales o dirigentes militares, de modo que cuando aparecieron Jesús y el cristianismo diciendo que había venido el Mesías, la descripción no se adecuó a la expectativa convencional. Pero con esta breve perspectiva general, al menos estamos un poco mejor equipados para estudiar el Nuevo Testamento y comprender los diferentes movimientos religiosos que describimos o presuponemos allí.

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