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I. INTRODUCCIÓN

Recuerdo que una ocasión, dando clases en Kiev, Ucrania, tenía el tiempo justo para llegar en metro a mi destino. Corrí hacia la estación, bajé las escaleras y salté en el vagón justo en el momento en que se cerraban las puertas. Tenía que atravesar toda la ciudad, así que me senté para recuperarme y relajarme por unos minutos. Pasado un rato, me di cuenta de repente de que había tomado el metro en la dirección equivocada. Como era de esperarse, la siguiente estación estaba a varios kilómetros; así que me tardé todo el tiempo del mundo para llegar allá. Para cuando llegué y pude cambiar de rumbo, era claro que iba a llegar muy tarde. Recuerdo que me dije, “Bueno, esto no es lo que yo esperaba, pero al menos ya voy en la dirección correcta”.

Supongo que así pasa en muchas áreas de la vida. Nuestras situaciones nunca son perfectas, y en muchas ocasiones ni siquiera están cerca de serlo. A donde quiera que vamos, enfrentamos muchos problemas y desafíos. No obstante, todos sabemos que es mejor al menos ir en el rumbo correcto y no por el camino equivocado.

Hemos titulado esta lección “La dirección correcta” y en ella vamos a explorar el libro de Génesis, del capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9. Allí descubriremos el rumbo a seguir que Dios estableció para su pueblo después del gran diluvio en los días de Noé. Como veremos, en estos últimos capítulos de la historia primigenia Moisés señaló muy claramente el rumbo que el pueblo debía seguir. Quizá no era todo lo que ellos querían, pero dicho rumbo fue señalado por Dios para llevarlos hacia grandes bendiciones. Asimismo, esta porción de la historia primigenia es muy importante también para los seguidores de Cristo, pues nosotros también debemos seguir este rumbo.

Nuestro estudio de Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9 se dividirá en tres partes. Primero, examinaremos la estructura literaria de estos capítulos. Segundo, exploraremos su significado original discerniendo el porqué Moisés escribió este material para Israel. Y tercero, recudiremos al Nuevo Testamento como guía en cómo para aplicar estos capítulos a nuestras vidas. Comenzaremos nuestro estudio acerca del rumbo correcto explorando la estructura literaria de estos capítulos.

II. ESTRUCTURA LITERARIA

El pasaje de Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9 cubre un período prolongado de la historia primigenia puede ser bosquejada de diferentes maneras.

Para nuestros propósitos, hemos dividido estos capítulos en dos grandes secciones: La primera sección abarca del capítulo 6 versículo 9 al capítulo 9 versículo 17, y la hemos titulado rescate por medio del diluvio. En esta porción de Génesis, Moisés describió el diluvio acontecido en los días de Noé. La segunda sección de este material abarca del capítulo 9 versículo 18 al capítulo 11 versículo 9 de Génesis. Hemos titulado esta sección el nuevo orden, y en ella se describen algunos eventos cruciales acontecidos inmediatamente después del diluvio, los cuales establecieron los patrones habrían de caracterizar al mundo después.

A fin de poder entender mejor el patrón literario de estos capítulos, revisaremos estas dos grandes secciones. Comencemos examinando la estructura del relato que Moisés escribió acerca del diluvio acontecido en los días de Noé.

Rescate Mediante el Diluvio

En los últimos años, muchos intérpretes han notado que la historia del diluvio presenta un patrón literario relativamente claro.

Aunque es posible describir este patrón de diferentes formas, en este estudio mostraremos cómo es que estos capítulos conforman un drama simétrico compuesto de cinco etapas. La primera etapa de esta narrativa aparece en Génesis capítulo 6 versículos 9 al 22 y la llamaremos Pacto inicial de Dios con Noé.

Pacto Inicial

En esta porción de la narrativa, Moisés resaltó el hecho de que Noé era un hombre justo en un mundo corrompido. Dios habló a Noé y le reveló por qué planeaba destruir a la raza humana. En Génesis capítulo 6 versículo 13 leemos lo siguiente:

Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. (Génesis 6:13)

No obstante, en esta primera etapa de la narrativa también se nos dice que Dios planeaba un nuevo comienzo para la humanidad mediante el rescate un hombre con su familia –Noé, el justo. A fin de darle certeza a Noé del propósito que tenía para él, Dios hizo un pacto inicial con Noé. En Génesis capítulo 6 versículos 17 y 18, leemos lo que Dios dijo:

Todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo. (Génesis 6:17-18)

Al principio de la narrativa del diluvio, Dios hizo un voto, un juramento pactual de rescatar a Noé y a su familia del diluvio que se avecinaba. Este pacto garantizaba el rescate de Noé, y lo establecía como cabeza de una nueva humanidad después del diluvio.

Ahora que hemos visto cómo comienza la historia del diluvio enfocándose en el pacto inicial con Noé, vayamos a la última etapa de la historia que establece el balance con la primera, es decir, del capítulo 8 versículo 20 al capítulo 9 versículo 17. Llamaremos a esta etapa Pacto perenne de Dios con Noé.

Pacto Perenne

Como lo sugiere este título, en este pasaje Dios habló de nuevo a Noé después del diluvio e hizo otro pacto con él. Dios decidió dar a la humanidad la oportunidad de un nuevo orden en el mundo. Como leemos en Génesis capítulo 8 versículo 22:

Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche. (Génesis 8:22)

A fin de garantizar la certeza de este nuevo orden, Dios hizo un segundo pacto con Noé al final de la narrativa del diluvio en Génesis capítulo 9 versículo 11 al 15.

Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra... Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne. (Génesis 9:11-15)

Vemos así que el relato del diluvio del Génesis concluye con la promesa pactual de que nunca jamás un diluvio volvería a destruir la tierra, y con el arco que Dios pone en las nubes como una señal que asegura que nunca se olvidará de Su promesa. Esta promesa del pacto con la que cierra el relato resalta la gran importancia que Noé tuvo en la historia primigenia. Él fue el mediador de un pacto, un pacto que se extendió a todas las generaciones futuras.

Teniendo en mente cómo comienza y cómo concluye el relato, podemos ahora explorar las etapas intermedias de la narrativa del diluvio. La porción media del relato va del pacto inicial hasta nuevo orden del pacto final, desenvolviéndose en tres etapas.

La segunda etapa de esta narrativa, la cual se encuentra en el capítulo 7 de los versículos 1 al 16, la hemos titulado escape del diluvio. El contenido de este material es bastante claro y directo.

Escape del Diluvio

Noé preparó el arca e introdujo en ella animales de cada especie. Las aguas del diluvio comenzaron a inundar el mundo, pero Noé, su familia y los animales que había juntado estaban a salvo en el interior del arca.

La cuarta etapa de la historia del diluvio es el contrapunto dramático de la segunda etapa, pues describe La salida de Noé a tierra seca en Génesis capítulo 8 versículos 6 al 19.

Salida a Tierra Seca

Cuando las aguas del diluvio comenzaron a descender, Noé esperaba ansiosamente que apareciera la tierra seca para poder dejar el arca. Después de esperar por un tiempo, apareció la tierra seca, y Dios mandó a Noé que dejara el arca, así como anteriormente le había ordenado que entrara en ella.

Podemos ahora examinar el momento dramático que funciona como epicentro o punto de cambio de esta narrativa, en Génesis del capítulo 7 versículo 17 al capítulo 8 versículo 5, el cual hemos titulado Dios se acuerda de Noé. Estos versículos comienzan con una descripción del diluvio, arrasando y destruyendo todo ser viviente sobre la tierra. Al final de esta etapa, el diluvio comenzaba a disminuir.

Dios se Acuerda

El elemento central de esta sección es un enunciado simple pero profundo, el cual explica la razón por la cual Dios comenzó a calmar tan devastador diluvio. En Génesis capítulo 8 versículo 1 Moisés escribió que, en medio de la tormenta,

Se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. (Génesis 8:1)

Por Su gran misericordia, Dios no se olvidó del pacto que había hecho con Noé y con aquellos que estaban con él. Se acordó de los ocupantes del arca, y actuó en su favor contrarrestando el furioso diluvio.

Este bosquejo resalta las preocupaciones primordiales del relato del diluvio. Moisés describió el diluvio como una historia de rescate. Ciertamente el juicio recayó sobre los impíos de la tierra, pero la principal preocupación de Moisés era mostrar que Dios había traído por medio de Noé un nuevo mundo de grandiosas bendiciones.

Ya que hemos revisado la primera de las dos grandes secciones en que se divide Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 9 versículo 17, vayamos a la segunda sección, que abarca de Génesis capítulo 9 versículo 18 al capítulo 11 versículo 9, y que hemos titulado el nuevo orden.

El Nuevo Orden

El relato de Moisés del nuevo orden en los capítulos 9 al 11 se compone de dos unidades básicas. Por un lado, Génesis capítulo 9 versículo 18 al capítulo 10 versículo 32 se enfoca en los hijos de Noé. Por otro lado, Génesis capítulo 11 versículos 1 al 9 se ocupa de la derrota de la ciudad de Babel. Aunque a primera vista parecería que estos pasajes no están relacionados entre sí, vistos en conjunto nos proporcionan un modelo del nuevo orden en el mundo, pues presentan las características centrales de la historia de la humanidad a partir de ese momento.

Veamos primero el relato de los hijos de Noé y la manera en que éste contribuye en presentar este retrato del nuevo orden en el mundo.

Hijos de Noé

El registro de Moisés acerca de los hijos de Noé en los capítulos 9 y 10 de Génesis se compone de un encabezado y dos grandes etapas.

En el capítulo 9 versículos 18 y 19 encontramos un encabezado que indica que esta unidad trata primordialmente acerca de los tres hijos de Noé y de cómo fueron distribuidos sobre la faz de la tierra.

De conformidad con este encabezado, el registro de Moisés acerca de los hijos de Noé se divide en dos grandes etapas. En primer lugar, en el capítulo 9 de los versículos 20 al 29, la historia establece algunas distinciones entre los hijos. En segundo lugar, en el capítulo 10 de los versículos 1 al 32 se describe la distribución de los hijos de Noé y sus descendientes. Veamos ahora cada una de estas secciones por separado.

En el capítulo 9 versículos 20 al 29 se encuentra ese pasaje bien conocido que habla sobre la maldición de Canaán, el hijo de Cam. Escuchemos lo que escribió Moisés en Génesis capítulo 9 versículos 24 al 27:

Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y dijo: Maldito sea Canaán … Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem … Engrandezca Dios a Jafet. (Génesis 9:24-27)

Dicho en términos simples, esta narrativa presenta los eventos que llevaron a establecer diferencias más marcadas entre los descendientes de Noé. Noé maldijo a Canaán, el hijo de Cam. Canaán sería él más miserable los esclavos de sus hermanos. No obstante, Noé también pronunció bendiciones sobre sus otros hijos Sem y Jafet por haberlo tratado respetuosamente.

Moisés incluyó esta historia en su descripción del nuevo orden posterior al diluvio, debido a que toda la raza humana desciende de los tres hijos de Noé. Las distinciones hechas aquí definirían las dinámicas de las relaciones humanas que se han observado a partir de entonces en la historia bíblica.

Esta forma de entender las diferencias entre los hijos de Noé es confirmada en el capítulo10, que trata sobre la forma en que distribuyeron los hijos de Noé. Refiriéndose a las generaciones que vinieron mucho después de Noé, Moisés da una lista en el capítulo 10, al cual muestra los lugares a donde fueron los descendientes de Cam, Sem, y Jafet por todo el mundo.

De acuerdo con Génesis 10, jafetitas ocuparon los territorios que se encuentran al Norte, Noreste y Noroeste de Canaán. Con algunas excepciones, los camitas ocuparon la parte norte de África, y en particular ese hijo de Cam llamado Canaán habitó en la tierra de Canaán, la tierra prometida para Israel. Los semitas o pueblos semíticos ocuparon grandes territorios de la península arábiga.

Aunque el registro de Génesis 10 es sumamente selectivo y está diseñado para proporcionar únicamente pautas generales de los movimientos migratorios, esto le bastó a Moisés para ilustrar algunos patrones que caracterizaron en el largo plazo la interacción humana en el nuevo orden después del diluvio.

Ya que hemos visto la estructura literaria del énfasis que Moisés pone en los hijos de Noé en Génesis capítulos 9 y 10, podemos ahora revisar la segunda porción del nuevo orden después del diluvio: la destrucción de la ciudad de Babel en el capítulo 11 versículos 1 al 9.

Derrota de Babel

La historia de la torre de Babel tiene una estructura literaria simétrica compuesta por cinco etapas o momentos dramáticos. La narrativa comienza con la mayor parte de la humanidad unida en la primera etapa que comprende los versículos 1 y 2.

En contraste con esto, cuando la narrativa concluye en los versículos 8 y 9 Dios ha dispersado a la humanidad sobre la tierra confundiendo su lenguaje. ¿Pero cómo fue que la humanidad pasó estar unida y con una sola lengua a estar dispersa y teniendo muchas lenguas? La porción media de la narrativa explica lo que sucedió.

La segunda etapa, en los versículos 3 y 4, nos habla del plan que tenía la gente. Pretendían construir una ciudad con una gran torre que alcanzara el cielo para así volverse absolutamente invencibles y alcanzar fama para la posteridad.

Sin embargo, la cuarta etapa de esta narrativa establece el balance al reportar en los versículos 6 y 7 el plan de Dios para contrarrestar el plan humano. Dios convocó a su ejército celestial para atacar la ciudad confundiendo el lenguaje de la gente y así detener la construcción de la ciudad y su torre.

El epicentro o punto de cambio de esta historia se encuentra en el versículo 5, donde Dios le echa un vistazo a la ciudad y a su torre. Una vez que vio la ciudad y los soberbios planes de sus habitantes, Dios determinó poner fin a la ciudad de Babel.

Vemos entonces que, de acuerdo con Moisés, la vida después del diluvio estaba lejos de ser el paraíso que hubiésemos esperado. Por el contrario, el relato de los hijos de Noé muestra que el nuevo orden incluye complejas interacciones entre diversos grupos de seres humanos. Es también un mundo más desafiante en contra de Dios, pero también vemos que a su tiempo Dios derrota a aquellos que lo desafiaban. Aunque estas estructuras del nuevo orden podrían parecer extrañas en nuestros días, veremos que su mensaje fue muy claro a la luz de las experiencias de los Israelitas para quienes Moisés escribió estos capítulos originalmente.

Ahora que hemos visto la estructura literaria de Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9, podemos hacernos una segunda pregunta: ¿Por qué escribió Moisés su relato del diluvio y del nuevo orden resultante? ¿Qué lecciones estaba enseñándoles a los Israelitas mientras iba guiándolos hacia la tierra prometida?

III. SIGNIFICADO ORIGINAL

Está por demás decir que Moisés escribió acerca del diluvio y del curso del nuevo orden para informar a Israel de los hechos de este período de la historia primigenia. Sin embargo, su registro es tan selectivo y está tan orientado hacia temas particulares que no podemos pensar que eso era todo lo que Moisés tenía en mente. Moisés escribió no sólo para reportar el pasado, sino para guiar al propio Israel en esa época.

Descubriremos el propósito de Moisés mediante el análisis de las tres porciones que componen el pasaje de Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9. Primero examinaremos el significado original de la narrativa del diluvio. Después iremos al registro de Moisés acerca de los hijos de Noé. Y, por último, nos ocuparemos de las implicaciones originales de esta última porción de la historia primigenia, la destrucción de Babel. Veamos primero cómo relacionó Moisés el diluvio con las experiencias del Israel de su época.

Rescate Mediante Diluvio

Para discernir cómo uso Moisés la narrativa del diluvio, veremos dos aspectos de la historia: en primer lugar, las conexiones que estableció entre el diluvio y el éxodo; y en segundo lugar, las implicaciones de estas conexiones para Israel.

Conexiones

Moisés estableció conexiones entre el diluvio y su tiempo presentando a Noé en forma tal que resaltaba los aspectos en que sus vidas y ministerios eran semejantes. Claro que las vidas de Noé y Moisés eran diferentes en muchos aspectos, estas diferencias no deben ignorarse. Sin embargo, es evidente que Moisés presentó a propósito a Noé en forma tal que los lectores Israelitas pudieran ver a Noé como un precursor de Moisés.

Existen por lo menos ocho conexiones significativas entre Noé y Moisés: en primer lugar, Moisés señaló una conexión entre Noé y él mismo en relación con la violencia. Recordemos que de acuerdo con Génesis capítulo 6 versículo 13 el diluvio vino porque el mundo estaba lleno de violencia. Éxodo capítulos 1 y 2 nos dejan muy claro que los egipcios habían afligido con mucha violencia al pueblo de Israel antes del llamamiento de Moisés. Moisés rescató a Israel de manos de Egipto como respuesta a la violencia infringida en contra de su pueblo. De manera que la obra de ambos, tanto de Noé como de Moisés, fue rescatar de la violencia al pueblo de Dios.

Una segunda asociación aparece en el uso que Moisés hace del término “arca.” La palabra hebrea para referirse al arca de Noé a lo largo de Génesis capítulos 6 al 9 es tevah. Curiosamente, el único otro lugar en donde Moisés utiliza el término tevah es en Éxodo capítulo 2 versículos 3 y 5. Allí se refiere a la canasta en donde su madre lo puso como en un arca o tevah. Aunque el arca de Noé era enorme en comparación con el arca de Moisés que era muy pequeña, Moisés enfatizó el hecho de que tanto él y como Noé habían sido rescatados de las aguas de la muerte por medio de un arca o tevah.

En tercer lugar, la importancia de los pactos divinos también establece a Noé como precursor de Moisés. Como hemos visto, de acuerdo con Génesis capítulo 6 versículo 18 y capítulo 9 versículos 11 al 17, Dios hizo un pacto con Noé como representante de toda la raza humana. Y por supuesto que sabemos que una de las funciones primordiales de Moisés en favor Israel fue mediar un pacto divino. Como lo ilustra magníficamente Éxodo capítulos 19 al 24, Moisés fue escogido para encabezar a Israel en la celebración de un pacto especial con Jehová al llegar al Monte Sinaí.

El papel central que ocupa el juicio por medio de las aguas, establece una cuarta conexión entre estos dos hombres. En Génesis capítulos 6 al 9, Dios liberó a Noé y a su familia manteniéndolos a salvo de un diluvio que eliminó de la tierra a los perversos. De manera muy similar, de acuerdo con Éxodo capítulos 13 al 15, Moisés sacó a Israel de Egipto cruzando por en medio del Mar Rojo, cuyas aguas, en cambio, destruyeron al ejército de sus opresores egipcios.

En quinto lugar, Dios hizo soplar viento para mover las aguas tanto en los días de Noé como en los de Moisés. Como hemos leído, de acuerdo con Génesis capítulo 8 versículo 1, Dios envió un viento para hacer disminuir las aguas del diluvio. De manera similar, de acuerdo Éxodo capítulo 14 versículo 21, con respecto al Mar Rojo, hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental.

Una sexta conexión aparece en el énfasis puesto en los animales. Como nos dice Génesis capítulo 6 versículo 19, Dios mandó a Noé llevar consigo animales al arca. Curiosamente, por lo menos en otras cuatro ocasiones, el libro de Éxodo menciona los muchos animales que salieron de Egipto con los Israelitas. Así como en los días de Noé Dios ordenó traer animales al nuevo mundo, también en los días de Moisés ordenó traer animales a la tierra prometida.

Séptimo, la expresión “se acordó Jehová,” también relaciona a Noé con Moisés. Como vimos en Génesis capítulo 8 versículo 1, cuando las aguas azotaban furiosas en los días de Noé, Dios actuó en favor de Noé porque se acordó de él. Dios había hecho un pacto con Noé de que habría de sacarlo a salvo del diluvio, y Dios se acordó de dicho pacto. De la misma manera, Dios aclaró a Moisés que rescataría a Israel de Egipto porque se acordó de su pacto. Escuchemos lo que dijo Dios a Moisés en Éxodo capítulo 6 versículo 5:

Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mí pacto. (Éxodo 6:5)

El hecho de que Dios se acordara de sus pactos jugó un papel vital en el diluvio como en el éxodo. Finalmente, la bendición de la naturaleza también asocia a Moisés con Noé.

Noé introdujo a la raza humana a un nuevo mundo en el cual, conforme a la promesa de Dios, habría un orden natural estable y duradero que beneficiaría a la humanidad. De igual manera, Moisés le dijo a Israel que en la tierra prometida, la naturaleza permanecería constante y sería de beneficio para la humanidad.

Teniendo en mente las conexiones entre Noé y Moisés, veamos las implicaciones de estos paralelos para la nación de Israel. ¿Por qué estableció Moisés estas conexiones?

Implicaciones

Para entender las implicaciones originales de este material, debemos recordar que el pueblo de Israel se había rebelado seriamente en contra de Moisés, cuestionando su autoridad y la prudencia su programa de éxodo y conquista. Estos desafíos a su ministerio llevaron a Moisés a establecer las conexiones que existían entre él y Noé.

Dios había usado a Noé en el rescate por medio del diluvio para redimir a la humanidad de la horrible violencia y para restablecer a la raza humana en un nuevo mundo de grandes bendiciones. De igual manera, Dios había escogido a Moisés para que rescatara a Israel de la horrible violencia de Egipto e introducir a Israel al nuevo mundo de la tierra prometida. El plan de Moisés para Israel era tan similar a lo ocurrido en el diluvio que nadie podría negar que venía de la mano de Dios.

Ahora que hemos visto el significado original del rescate por medio del diluvio, veamos el registro que Moisés hace acerca de los hijos de Noé, en Génesis cap. 9 vers. 18 al capítulo 10 versículo 32. ¿Por qué incluyó Moisés este material en su historia primigenia? ¿Cuál era su propósito al llamar la atención de Israel hacia estos asuntos?

Hijos de Noé

Para examinar esta porción del registro de Moisés, revisaremos tres asuntos: primero, la atención que le pone a Canaán; segundo, el tema de la beligerancia; y tercero, las implicaciones de estos temas para Israel. Consideremos primero la manera en que Moisés fijó su atención en Canaán, el hijo de Cam.

Canaán

Recordemos que al despertar de su embriaguez, Noé se dio cuenta de que Cam lo había deshonrado, y de que Sem y Jafet lo habían honrado. Ahora bien, parecería razonable que Noé se hubiera enojado con Cam y lo hubiera maldecido, así como que hubiera bendecido a sus otros hijos. Pero no fue eso lo que sucedió. Escuchemos todo lo que Noé dijo en Génesis capítulo 9 versículos 25 al 27:

Maldito sea Canaán; Siervo de siervos será a sus hermanos. Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo. (Génesis 9:25-27)

Como vemos en este pasaje, Sem y Jafet recibieron recompensas apropiadas por su rectitud, pero Cam ni siquiera es mencionado aquí. En lugar de ello, fue Canaán, el hijo de Cam, el que recibió la maldición de Noé.

Cuando revisamos con cuidado esta historia, nos damos cuenta que Cam tiene un papel diferente al de sus hermanos. En pocas palabras, Cam tiene muy poca importancia a parte del hecho de que era el padre de Canaán. Notemos como escribió Moisés acerca de Cam en esta narrativa. En el capítulo 9 versículo 18, leemos lo siguiente:

Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet; y Cam es el padre de Canaán. (Génesis 9:18)

La misma identificación vuelve a aparece en el capítulo 9 versículo 22:

Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre. (Génesis 9:22)

En cierta forma, Cam se desvanece en el trasfondo de la historia, tomando su lugar su hijo Canaán, junto a Sem y a Jafet.

Teniendo en mente el énfasis que Moisés pone en Canaán, podemos enfocarnos ahora en una segunda preocupación que se presenta en el tratamiento que hace de los hijos de Noé: la beligerancia en el nuevo orden postdiluviano.

Beligerancia

El tema de la beligerancia desempeña un papel importante en la atención que Moisés pone en los hijos de Noé. Si pasásemos por alto este tema estaríamos ignorando el elemento más importante de la historia. El tema de la beligerancia está presente en Génesis capítulo 9 versículos 25 al 27.

Maldito sea Canaán; Siervo de siervos será a sus hermanos. Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo. (Génesis 9:25-27)

Notemos que tres veces en este pasaje se repite la maldición de Canaán, lo cual asegura enfáticamente la beligerancia que habría de existir. En el versículo 25 Noé maldice a Canaán diciendo que será “siervo de siervos” o esclavo de la clase más miserable que pudiera imaginarse.

En el versículo 26, Noé predice que Canaán sería siervo de Sem, y en el versículo 27 que también se convertiría en esclavo de Jafet. Mediante dicha repetición, Moisés enfatizaba el hecho de que sin dudas Canaán sería conquistado por sus hermanos. Más aún, es importante notar que estos versículos presentan a Sem como el principal conquistador sobre Canaán. En el versículo 27, las palabras “y habite [Jafet] en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo” podrían traducirse también diciendo, “y habite Jafet en las tiendas de Sem para que Canaán sea su siervo”. Parece ser que la idea de Noé era que Canaán estaría sometido a Jafet sólo en la medida en que Jafet uniera fuerzas con Sem. En efecto, Moisés creía que Sem encabezaría la subyugación de Canaán.

De esta forma, Moisés introduce en este pasaje una característica importante del nuevo orden postdiluviano que difícilmente hubiera podido anticiparse. Moisés entendía que el futuro de la humanidad traería consigo una confrontación en la cual los descendientes de Sem subyugarían a los descendientes de Canaán.

A la luz de la atención que Moisés pone en Canaán y en el tema de la beligerancia, podemos apreciar las implicaciones originales de la historia de los hijos de Noé para el antiguo Israel. ¿Por qué incluyó Moisés estos eventos en su registro del nuevo orden postdiluviano?

Implicaciones

Moisés tenía una razón muy específica para describir el nuevo orden de esta manera. El conflicto entre Sem y Canaán atendía directamente a las necesidades de su audiencia Israelita. Estaba dirigido a una dimensión crucial de sus vidas.

La clave para entender el propósito de Moisés aparece en Génesis capítulo 10 versículos 18 y 19. Después de un listado de algunos de los descendientes de Canaán, Moisés escribió lo siguiente:

Y después se dispersaron las familias de los cananeos. Y fue el territorio de los cananeos desde Sidón, en dirección a Gerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa. (Génesis 10:18-19)

Los lectores Israelitas de Moisés estaban familiarizados con estas referencias geográficas específicas. Los descendientes de Canaán, o cananeos, se habían asentado en la región que se extiende al norte desde Sidón y al sur hasta Gaza, y al este de la región de Sodoma y Gomorra. Moisés estaba especialmente interesado en aquellos descendientes de Canaán que se habían establecido en la tierra prometida. En vista de que ellos eran la nación Semita especialmente llamada por Dios, el pueblo de Israel tenía que ir a la tierra de los cananeos para reclamarla como suya. Vemos así, que los registros de Moisés acerca de los hijos de Noé no tenían como propósito simplemente el hacer un recuento del pasado. Estaban diseñados para presentar el trasfondo del llamado de Moisés a Israel para proseguir a la conquista, tal y como Dios lo había ordenado en la historia primigenia. Como resultado, los Israelitas que se oponían al llamado de Moisés a tomar la tierra de Canaán no estaban oponiéndose a Moisés solamente. En realidad estaban resistiendo el plan de Dios, el orden que Dios había establecido para el mundo después del diluvio.

Ahora que hemos visto la aplicación que los relatos del diluvio y de los hijos de Noé tenían para los lectores originales, volvamos nuestra atención al tercer aspecto: la intención original de Moisés al escribir acerca de la derrota de Babel en los versículos 1 al 9 de Génesis capítulo 11.

Derrota de Babel

Para entender la manera en que Moisés quería que los Israelitas aplicaran a sus vidas la historia de la destrucción de Babel, veremos tres aspectos de este pasaje: primero, la descripción que Moisés hace de la ciudad; segundo, su descripción de la victoria de Jehová; y tercero, las implicaciones para los Israelitas al dirigirse a la tierra prometida. Veamos primero la descripción de la ciudad.

Ciudad

Notemos que el nombre de la ciudad, Babel, guarda correspondencia con la ciudad que más tarde sería conocida como Babilonia.

Ya para el tiempo de Moisés, la ciudad de Babilonia era bien conocida en el antiguo cercano oriente. Había sido un centro de civilización por muchos años y su reputación había alcanzado proporciones míticas. Así que cuando Moisés escribía acerca de un lugar llamado Babel después del diluvio, sus lectores Israelitas reconocían inmediatamente este lugar como el origen primitivo de un gran centro urbano.

Un segundo aspecto de los versículos 1 al 9 de Génesis capítulo 11 es la manera en que Moisés describió la victoria de Jehová sobre esta ciudad primigenia. En varios puntos de la historia, Moisés expone la grandeza de la victoria de Dios contrastando las perspectivas de los habitantes de Babel con su propia y verdadera perspectiva.

Victoria

Consideremos, por ejemplo, la manera en que Moisés usó el concepto “ser esparcidos” mediante los verbos que utiliza en la lengua hebrea. Por un lado, los habitantes de Babel estaban muy preocupados con la posibilidad de ser esparcidos. En el capítulo 11 versículo 4, encontramos que construyeron la ciudad por si fueren esparcidos sobre la faz de toda la tierra.

En contraste, Moisés reporta en dos ocasiones que Dios hizo precisamente lo que la gente de Babel no quería que sucediera. En el capítulo 11 versículo 8, leemos que: así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra. Y de nuevo en el capítulo 11 versículo 9, leemos que desde allí los esparció Jehová sobre la faz de toda la tierra.

Con frecuencia en el Antiguo Testamento, el término esparcir tiene una connotación muy negativa de derrota absoluta en batalla. Cuando un ejército es derrotado, sus soldados son esparcidos al tratar de huir de sus enemigos que los persiguen para matarlos. Ésta es la connotación del término en esta historia.

Moisés presentó esta historia como el relato de una victoria asombrosa para Jehová. Jehová convocó a su ejército celestial para hacer guerra en contra de la ciudad de Babel, y para acosar a sus habitantes que huían por toda la faz de la tierra.

Otro aspecto en el que Moisés hace contrastar su perspectiva con la de los habitantes de Babel es el relativo al tamaño de la ciudad y su torre. De acuerdo con Génesis capítulo 11 versículo 4, los Babilonios querían una torre que llegara al cielo, el lugar de sus dioses. No obstante, en Génesis capítulo 11 versículo 5, Moisés se burla de esta idea al escribir lo siguiente:

Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. (Génesis 11:5)

La palabra hebrea yarad, traducida aquí como “descender” tiene una connotación muy específica en esta historia. Nos dice que lo que Dios hizo no fue simplemente notar la ciudad o ir a visitarla, sino que mientras que los babilonios pensaban que su torre alcanzaría el cielo, Moisés enfatiza el hecho de que Jehová tuvo que agacharse desde el alto cielo tan solo para ver la ciudad.

Vemos así que Moisés se burló de las pretensiones de los habitantes de Babel. Desde el punto de vista de Jehová, esta ciudad era poco más que una manchita.

Finalmente, debemos darnos cuenta de la forma en que la derrota de Babel llevó a Moisés a ridiculizar la reputación de esta ciudad primigenia. Sus habitantes la llamaron Babel. En las lenguas de Mesopotamia, el término “babel” significaba “el portón de Dios.” Este nombre expresaba una creencia según la cual sus zigurates eran, de hecho, puertas de entrada al lugar de los dioses, razón por la cual contaban con la protección de los poderes del cielo.

Pero Moisés tenía un punto de vista diferente con respecto al nombre de la ciudad. En vista de la devastadora derrota que Jehová había tenido sobre Babel, quedaba claro que dicha ciudad claramente no era ningún portón de Dios. ¿Cuál era entonces el significado de ese nombre? Con contundente sarcasmo, Moisés responde así en Génesis capítulo 11 versículo 9:

Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra. (Génesis 11:9)

Para entender el sarcasmo de este versículo necesitamos entender la forma en que Moisés jugó con el sonido de dos palabras hebreas. Primero dijo, “por esto fue llamado el nombre de ella Babel.” La palabra hebrea para “Babel” es simplemente “babel”, es decir, una versión hebrea de la forma en que llamaban a ese lugar los Mesopotamios. Sin embargo, Moisés explica luego que la ciudad tenía ese nombre porque allí confundió Jehová el lenguaje humano. La palabra traducida “confundió” corresponde a la palabra hebrea balal, cuyo sonido es muy similar a babel. De allí el giro sarcástico que Moisés le da. Así humilló a la antigua ciudad diciendo que la verdadera razón por la que fue llamada Babel era porque balal o confusión se llevó a cabo allí.

Así que, desde el punto de vista de Moisés, el nombre Babel era apropiado para ese lugar, no porque fuera la puerta de entrada a Dios, sino porque fue un lugar no sólo de confusión sino de confusión para todo el mundo.

De esta manera tan sarcástica, Moisés revertía la reputación de asombro de la que gozaba Babilonia en sus días. Seguramente los Israelitas se reían con gusto mientras Moisés les contaba cómo Jehová su Dios había vencido y se había burlado de la ciudad más formidable de la historia primigenia.

Teniendo en mente la descripción de la ciudad y de la victoria de Jehová, podemos ver ahora las implicaciones de esta historia para el pueblo de Israel al dirigirse a la tierra prometida.

Implicaciones

Como sabemos, en Cades-barnea Moisés envió espías a la tierra de Canaán, los cuales volvieron con malas noticias. Dijeron que Israel no podría conquistar la tierra de Canaán, pues dicho enemigo era demasiado formidable para ellos. Como resultado, los Israelitas abandonaron la conquista y pasaron los siguientes 40 años vagando por el desierto. No fue sino hasta que la siguiente generación llegó a la edad adulta que Moisés comenzó a dirigir a Israel de nuevo hacia Canaán.

El registro de la derrota de la ciudad primigenia de Babel se vuelve más significativo aún cuando lo vemos a la luz de lo que los espías reportaron acerca de las ciudades de Canaán, según lo leemos en Deuteronomio capítulo 1 versículo 28:

Este pueblo es mayor y más alto que nosotros, las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo. (Deuteronomio 1:28)

Lamentablemente, en la mayoría de las traducciones modernas no se aprecia claramente la conexión entre esta descripción de las ciudades cananeas y la torre de Babel.

La palabra que utilizaron los espías al decir que las ciudades estaban “amuralladas hasta el cielo” es la palabra Hebrea shamayim, que frecuentemente se traduce como cielo. Este es, de hecho, el mismo término utilizado con respecto a Babel, cuando en Génesis capítulo 11 versículo 4 dice que querían construir una torre, cuya cúspide llegue al cielo. La idea en ambos casos es que las ciudades serían invencibles porque habían alcanzado las alturas del cielo.

Es así como Moisés establece la conexión entre la ciudad primigenia de Babel y las ciudades de Canaán. Dichos Israelitas pensaban que las murallas de las ciudades de Canaán alcanzaban el cielo, así como los constructores de la torre de Babel pensaban que su zigurat alcanzaría el cielo.

Esta conexión entre la ciudad de Babel y las ciudades de Canaán nos deja muy claro cuál era el propósito de Moisés. En términos simples, aunque pareciera que las ciudades cananeas que enfrentaba Israel habían alcanzado el cielo, en realidad no representaban ninguna amenaza para el poder de Jehová. Tal y como Dios había rescatado a la raza humana y había traído un nuevo orden por medio del diluvio, así también Dios había rescatado a Israel de manos de Egipto. Tal y como Dios había ordenado la beligerancia entre Sem y Canaán, así también Moisés estaba dirigiendo a Israel hacia la tierra de los Cananeos. Tal y como Dios destruyó la gran ciudad de Babel, así también pronto daría la victoria a Israel sobre las ciudades de Canaán. A partir de estos capítulos de la historia primigenia, el pueblo de Israel debía entender que seguir a Moisés hacia la tierra prometida significaba tomar el rumbo correcto.

Hasta ahora, hemos visto la estructura literaria y el significado original del registro de Moisés en Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9. Ahora sí estamos listos para hacernos una tercera pregunta. ¿Cuáles son algunas de las formas en que debemos aplicar este material a nuestras vidas hoy en día?

IV. GUÍA DE APLICACIÓN

Como usualmente lo hacemos, nuestro acercamiento al tema de las aplicaciones para nuestros días seguirá la descripción que el Nuevo Testamento hace de las tres etapas del reino de Cristo. Veremos en primer lugar cómo es que tanto el rescate por medio del diluvio como el nuevo orden resultante se aplican a la inauguración del reino en la primera venida de Cristo. Después volveremos nuestra atención a la relevancia de éstos para la continuación del reino a lo largo de la historia de la iglesia. Y por último, examinaremos cómo es que el Nuevo Testamento aplica esta porción de la historia primigenia de la consumación del reino cuando Cristo regrese en gloria.

En la medida en que vayamos acercándonos a los últimos capítulos de la historia primigenia, descubriremos que el Nuevo Testamento toma el propósito original de Moisés para Israel y lo extiende a las tres etapas del reino de Cristo, es decir, su obra en el pasado, en el presente y en el futuro. Veamos primero cómo es que el Nuevo Testamento ve estos temas a la luz de la primera venida de Cristo.

Inauguración

La manera en que Cristo consumó tan grande salvación a favor de su pueblo en la inauguración del reino, alude a los temas enfatizados por Moisés en Génesis del capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9. Podemos ver estas alusiones en por los menos dos ámbitos: el pacto mediado por Cristo medió y la victoria consumada también por él.

Pacto

Por un lado, Cristo trajo libertad a su pueblo por medio de un pacto que los rescató del juicio de Dios.

Como hemos visto, Noé jugó un papel especial como mediador de un pacto, y Moisés aprovechó esto para explicar su propio ministerio a Israel. De un igual modo, el Nuevo Testamento nos enseña que Cristo es nuestro libertador en virtud de haber mediado un nuevo pacto cuando vino a esta tierra.

A menudo los cristianos nos olvidamos del hecho de que cuando Cristo vino a esta tierra el pueblo de Dios estaba bajo el juicio divino. Por cuanto Israel había violado tan flagrantemente los pactos del Antiguo Testamento, en el año 586 AC. los babilonios destruyeron Jerusalén y el pueblo de Israel nunca se recuperó del todo de la dominación extranjera.

Pero el profeta Jeremías predijo que Dios redimiría a un pueblo del fuego del exilio estableciendo un nuevo pacto en el futuro. En Jeremías capítulo 31 versículo 31 el profeta anunció, 31

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (Jeremías 31:31)

Como la mayoría de los cristianos sabemos, el Nuevo Testamento enseña que Jesús vino a esta tierra como mediador de este nuevo pacto. El Señor Jesús aceptó para sí mismo esta función cuando en la última cena dijo a sus discípulos las siguientes palabras que encontramos en Lucas capítulo 22 versículo 20:

Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

(Lucas 22:20)

Vemos entonces, que así como por medio de Noé vino el rescate del juicio divino siendo mediador de un pacto divino, también en la inauguración del reino, Jesús rescató del juicio divino a aquellos que confían en Él siendo el mediador del nuevo pacto por medio de su sangre vertida en la cruz. Además de traer un nuevo pacto, el ministerio terrenal del Señor Jesús dio cumplimiento al tema de la victoria en guerra santa.

Victoria

Moisés tocó el tema de la guerra santa como una parte del nuevo orden postdiluviano. Afirmó que el nuevo orden del mundo requería que Israel avanzara hacia la conquista de Canaán, y les aseguró que tendrían una gran victoria.

Ahora comparemos esto con la manera en que Pablo describió la victoria de Cristo en la inauguración del reino en Colosenses capítulo 2 versículo 15:

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:15)

Como se desprende de este pasaje, la victoria del Señor Jesús en Su primera venida no fue política sino espiritual. Con la muerte y resurrección del Señor Jesús se inició la derrota de los principados malignos y las potestades espirituales que dominaban el mundo en aquellos días. Su obra de redención los exhibió públicamente, tal y como Jehová lo hizo con la ciudad de Babel y las grandes ciudades de Canaán.

En este sentido, no solo nos recató mediante Su nuevo pacto, sino que por medio de su muerte y resurrección el Señor Jesús obtuvo también la victoria sobre las fuerzas espirituales de las tinieblas. Los seguidores de Cristo ven su ministerio terrenal como el principio de la victoria final prometida mucho tiempo atrás en el libro de Génesis.

Como es de esperarse, el Nuevo Testamento no se limita sólo a relacionar los temas de Génesis del capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9 con la primera venida de Cristo, sino que también lo aplica a la continuación del reino, es decir, a la era en la que vivimos.

Continuación

El Nuevo Testamento describe el período de tiempo entre la primera y la segunda venida de Cristo por lo menos en dos formas relacionadas con los últimos capítulos de la historia primigenia de Moisés.

Lo anterior se relaciona directamente con la importancia del bautismo y el conflicto espiritual en la vida cristiana. En la medida en que vivimos la vida cristiana en esta era, entramos en contacto con las implicaciones resultantes del diluvio de Noé y del nuevo orden postdiluviano.

Hay un pasaje del Nuevo Testamento en particular que describe al bautismo en términos del rescate por medio del diluvio.

Bautismo

Veamos lo que escribió el apóstol Pedro en 1 de Pedro capítulo 3 versículos 20 al 22:

Cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas del agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades. (1 Pedro 3:20-22)

En este extraordinario pasaje, Pedro estableció una conexión directa entre el diluvio y la experiencia personal de salvación de cada creyente durante la continuación del reino. Pedro resalta el hecho de que Noé y su familia fueron salvados por agua. Su rescate por agua abrió el camino a la humanidad para entrar a un nuevo mundo de bendiciones.

Pero notemos también que Pedro estableció una relación específica entre el agua del diluvio y la vida cristiana centrando su atención en el bautismo. Es decir, que el agua en los días de Noé prefiguraba o apuntaba hacia el agua del bautismo cristiano.

Como lo vimos en esta lección, el agua limpió al mundo la horrenda corrupción que prevalecía en los días de Noé y abrió el camino para un nuevo comienzo, así como el paso de Moisés a través del Mar Rojo removió la tiranía de Egipto y trajo un nuevo comienzo para la nación de Israel. De igual manera, el agua del bautismo limpia a los creyentes de sus pecados y les concede un nuevo comienzo de vida eterna en Cristo.

No obstante, debemos poner mucha atención en el hecho de que 1 de Pedro capítulo 3 versículo 21 afirma que el bautismo salva solamente en el sentido de que es la entrega comprometida de una buena conciencia hacia Dios. En otras palabras, el mero lavamiento con agua durante el bautismo no salva a nadie. Por el contrario, el bautismo simboliza la salvación sólo en la medida en que sea la entrega comprometida de un corazón perdonado y limpiado del pecado mediante la fe en Cristo.

Así es como el Nuevo Testamento aplica el mensaje del rescate por medio del diluvio al período de la continuación del reino, afirmando que cada vez que mediante la fe salvífica un individuo se entrega a Cristo, éste atraviesa por las aguas del lavamiento del bautismo para entrar a una vida nueva, así como Noé fue llevado por las aguas del diluvio a un nuevo mundo.

Pero también hemos visto, que la historia primigenia de Moisés indicaba que el agua del diluvio había puesto a la humanidad en un estado guerra santa. Originalmente, Moisés llamó la atención a este hecho para alentar a Israel a conformarse a este nuevo orden, avanzando hacia la conquista de Canaán. De manera similar, el Nuevo Testamento aplica esta enseñanza a la continuación del reino al describir el conflicto espiritual que todo creyente enfrenta.

Conflicto Espiritual

Escuchemos los términos en que Pablo plantea esto en Efesios capítulo 6 versículos 11 y 12:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:11-12)

Este y muchos otros pasajes del Nuevo Testamento enseñan claramente que los cristianos hoy en día estamos en guerra contra el mal. Lamentablemente, muchos cristianos hoy en día evaden esta dimensión en su vida espiritual, tal y como los Israelitas que seguían a Moisés evadieron el llamado la conquista de Canaán. Pero la perspectiva del Nuevo Testamento es clara. Debemos incorporarnos a la batalla espiritual. En Efesios capítulo seis versículo trece Pablo lo pone en estos términos:

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:13)

Si nos ponemos la armadura de Dios, seremos victoriosos en nuestra guerra espiritual.

Vemos así, que el Nuevo Testamento conecta el rescate de Noé por medio del diluvio con nuestro rescate por medio del bautismo, y de esa forma nos enseña que así como el mundo primigenio fue rescatado para librar una guerra, así también nosotros, por medio del bautismo, somos rescatados a fin de que libremos la guerra espiritual cada día de nuestras vidas.

A la luz de esta aplicación que el Nuevo Testamento hace de los últimos capítulos de la historia primigenia a la inauguración y a la continuación del reino, no nos sorprenderá descubrir que la consumación del reino se describe también en términos alusivos al diluvio y a la beligerancia del nuevo orden en el mundo primigenio.

Consumación

Los escritores del Nuevo Testamento establecieron estas conexiones al hablar del regreso de Cristo en gloria como el cataclismo y la batalla final.

Cataclismo Final

2 de Pedro capítulo 3 asocia explícitamente al diluvio primigenio con el regreso de Cristo en gloria. Veamos cómo comienza Pedro esta discusión en los versículos 3 al 6:

Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. (2 Pedro 3:3-6)

En este pasaje, Pedro corrigió a los que se mofaban y señalaban la uniformidad del mundo como una prueba de que Jesús no regresaría. Creían que desde el tiempo de la creación, todo había permanecido uniforme. Nada había cambiado en el mundo desde que Dios lo creó. Y puesto que nada había cambiado, creían que nada cambiaría jamás.

No obstante, Pedro apela a los registros de Moisés en relación con el diluvio para demostrar lo contrario. Dios hizo que el mundo emergiera del agua en el principio, pero luego lo destruyó en los días de Noé por medio del diluvio. Un cataclismo de enormes proporciones había ocurrido en la historia del mundo. Dios había intervenido para destruir el mundo en los días de Noé. Escuchemos ahora las conclusiones de Pedro en 2 de Pedro capítulo 3 versículo 7:

Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (2 Pedro 3:7)

Dicho en términos simples, Pedro argumentó que así como el mundo primigenio había sido destruido por medio del diluvio, así también los cielos y la tierra que existen ahora llegarán a su fin cuando Cristo regrese para traer juicio. Ciertamente este tiempo de juicio vendrá por fuego y no por agua, pero podemos estar seguros que cuando Dios decida actuar en contra del pecado en el mundo en forma definitiva, esto será por medio de una gran destrucción cósmica, de manera similar a la del diluvio primigenio.

Es así como el Nuevo Testamento nos enseña a entender el regreso de Cristo a la luz del diluvio. En los días de Noé, los perversos fueron juzgados y arrancados de la tierra por medio de una gran catástrofe cósmica. Pero cuando Cristo regrese en gloria, el juicio será inconmensurable, habrá un cataclismo que trastornará profundamente este mundo. Los malos serán arrancados de la tierra y todos los seguidores de Cristo serán rescatados para vivir una vida grandiosa y eterna en un cielo nuevo y una tierra nueva.

Sin embargo, como hemos visto, en la historia primigenia, el diluvio fue acompañado por el conflicto y la guerra entre el pueblo de Dios y los enemigos de Dios. En congruencia con esta línea de asociación, el Nuevo Testamento también describe el regreso de Cristo como la batalla cósmica final.

Batalla Final

Escuchemos la manera en que el apóstol Juan escribió acerca del regreso de Cristo en Apocalipsis capítulo 19 versículos 11 al 16:

Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. (Apocalipsis 19:11-16)

Con estas palabras espectaculares de la visión apocalíptica, Juan declaró que el regreso de Cristo será una batalla a nivel mundial en la que Cristo mismo aparecerá y destruirá a todos sus enemigos. La gloria de la victoria eterna vendrá será de aquellos hubieren confiado en Cristo para salvación, pero juicio y destrucción caerán sobre aquellos que lo han rechazado.

Vemos así que el Nuevo Testamento presenta la consumación del reino de Cristo como el cumplimiento definitivo de la guerra de Dios contra el mal. Dios está resuelto a establecer su reino en contra de todos sus adversarios. Cuando Cristo regrese en gloria, este propósito divino será consumado plenamente. Los perversos serán destruidos y el pueblo de Dios en Cristo gozará de victoria eterna y paz en el cielo nuevo y tierra nueva.

V. CONCLUSIÓN

En esta lección hemos revisado Génesis capítulo 6 versículo 9 al capítulo 11 versículo 9. En este pasaje de la Escritura, Moisés señala la dirección correcta para el pueblo de Israel al dirigirlos rumbo a la tierra prometida. Hemos visto la estructura literaria de estos capítulos, y cómo los diseñó Moisés para animar a Israel a avanzar con seguridad hacia la conquista de Canaán. También hemos visto la manera en que el Nuevo Testamento aplica estos temas a las tres etapas del reino de Cristo.

Al enfrentar las luchas y los retos que entraña el vivir para Cristo en este mundo caído, debemos tomar muy apecho el mensaje que Moisés dio al pueblo de Israel hace tanto tiempo. En Cristo, Dios nos ha rescatado de la tiranía del pecado, tal y como rescató al mundo primigenio por medio de Noé. Pero también nos ha puesto en una senda que requiere un período de conflicto y lucha en tanto que esperamos el día en que Cristo traerá la victoria definitiva para su pueblo. Entre tanto, sabemos que el mundo en el que vivimos todavía no es perfecto, pero podemos estar seguros de que seguir a Cristo en su batalla espiritual por el mundo significa seguir la dirección correcta.

Materiales de la lección

Transcripción